Los denominados "biopics" suelen tender hacia ciertos formatos próximos al documental. Ferrari, la película de Michael Mann con la vida del ingeniero y propietario de la famosa empresa automovilística, se aleja de ese modelo y va en busca de otros formatos.
El filme tiene tres niveles destacados: el automovilístico, con sus modelos y carreras; el empresarial, con la supervivencia de fondo; y un tercero, el fundamental, el que indaga en la relaciones personales entre Enzo (Adam Shiver), Laura Ferrari, su esposa (Penélope Cruz)) y su amante, Lina Lardi (Shailene Woodley).
Lo
primero que hay que señalar son dos aspectos esenciales sobre los que se
construye la película. El primero es la solidez del guion, basado en una obra
biográfica del periodista Brock Yates (1933-2016). Las páginas de información
de la película hablan de un proyecto que comenzó a tejerse en el año 2000, lo
que significa más de 20 años para su estreno, múltiples actores propuestos para
el papel principal y muchas manos en el proyecto. Finalmente está aquí, en las
pantallas. Creo que el resultado merece la pena. El guion es muy sólido y los
motivos profundos que marcaron la vida de Enzo Ferrari van saliendo a la luz a
través de los diálogos y enfrentamientos entre los personajes.
Una película como esta solo sale a la luz con un compromiso de los actores con sus personajes. En esto los tres protagonistas cumplen con creces. Un convincente Adam Shiver, trabajando a fondo su personaje: un más que convincente Penélope Cruz en su papel pasional reprimido y una Shailene Woodley que logra encontrar un papel a su altura tras unos cuantos años sin dar con ello. Es un trío sobre el que se puede construir una historia compleja y convincente, subterránea y explosiva. El guion ofrece a los actores la posibilidad de convivir con ese dolor, con esas frustraciones interiorizadas que solo salen a la luz en los momentos en los que el director les crea un espacio en la película.
Hay
momentos realmente emocionales entre los personajes, especialmente, entre una
Penélope Cruz muy italiana y un
Shiver recogido en su mundo de los negocios y una vida paralela con la que
trata de convivir.
La
película tiene una más que correcta dirección de Michael Mann, que sabe escoger
esos momentos densos y darles el tratamiento visual adecuado para que los
actores puedan expresarse con la intensidad requerida. Pese a los diferentes
niveles y a su espectacularidad, Ferrari
es un drama de descubrimiento sentimental, de explosión de lo reprimido bajo
los silencios; es el afloramiento del dolor tras la máscara.
Merece
especial mención la magnífica fotografía de Erik Messerschmidt y el montaje de
Pietro Scalia, que le dan empaque visual tanto en los momentos de intimidad
como en la espectacularidad de las carreras.
Ferrari es una película meritoria, se sigue con
interés en lo humano y en lo visual. A ello contribuye lo fluido de la historia
con ese entrelazado de líneas antes señalado. Es una pena que ninguno de los
dos guionistas llegara a ver en pantalla el filme, dado lo prolongado de su
trayectoria. Que un proyecto vaya de mesa en mesa durante 20 años nos dice
bastante de su complejidad, de las dudas y, finalmente, del interés despertado
por un proyecto así, que da forma a la vida de Enzo Ferrari dándole un sentido
que es probable que él mismo no pudiera percibir en la claridad que Michael
Mann, los guionistas y los actores han sabido darle. Esa es la función del
arte, dar formas y sentido a lo que puede no tenerlo; es una tentativa de
explicación.
Podríamos entender esta película como una muestra de algo que solemos olvidar: la diferencia entre el éxito y la felicidad.
Ferrari
(2023)
Director:
Michael Mann
Guionistas:
Troy Kennedy Martin (1931-2009) y Brock Yates (1933-2016)
Fotografía:
Erik Messerschmidt
Intérpretes:
Adam Shiver, Penélope Cruz, Sheilene Woodley, Gabriel Leone, Sarah Gadon, Jack
O'Connell, Patrick Dempsey, Michele Savoia, Giuseppe Bonifati, Erik Haugen...
Duración:
130 minutos
Producción:
USA, Reino Unido, Italia, China
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