Muchas son las virtudes de este filme dirigido por Edgar Wright, autor también de la historia y del guión junto Krysty Wilson-Cairns. Es justo juntar a director y guionista en la primera línea de esta crítica porque es hace bueno aquello de que sin una buena historia no es posible una buena película. Guión e imágenes se complementan en esta historia bien llevada, a la que auguramos que se convertirá en una película de culto, pues dispone de todos los elementos para ello.
Última noche en el Soho (Las Night in Soho) es un filme con el que sueña
todo director, una conjunción de elementos bien seleccionados, de la fotografía
a los actores, del guion a la música o la puesta en escena. Es una pequeña obra
maestra con apariencia de serie B, una pequeña lección de puesta en escena en
la que se utilizan todo tipo de retales de la historia del cine para construir
una película nueva y sorprendente que te mantiene atado a la butaca hasta su
última escena.
La
película es un filme de género, con la salvedad, de que el género narrativo va
oscilando y produce una de esas películas híbridas en las que cuando el
espectador está convencido de que caminará por una senda se le lleva al carril
paralelo por el que es guiado durante una parte de la película.
Si hay
algún marco de referencia para este filme, debemos situarlo en un maestro en
esto, Brian de Palma, al que creo que filmes como "Vestida para
matar" o "Carrie", como dos referencias claras, nos llevan. Todo
ello se ciñe a una estética muy lograda de los años 60, una referencia para el
mundo que la protagonista desea desarrollar.
Recordemos
que ya entonces Brian de Palma seguía sin disimulo alguno a su maestro, Alfred
Hitchcock, al que homenajeaba sin límites en cada uno de sus filmes, cada vez
más truculentos. El filme del británico Edgar Wright tiene mucho de homenaje al
género o mezcla de ellos, mostrando que la genialidad no es crear lo nuevo sino
construir con lo viejo renovándolo.
Como es
propio del género híbrido al que se nos lleva, la película está llena de
espléndidas trampas, bien construidas, que hacen que el espectador quede
seducido por el arte del ilusionismo, que lo que muestre tu mano derecha oculte
lo que hace tu mano izquierda. Esto queda perfectamente delimitado con la
atracción de las imágenes y la seducción de los personajes. El juego de espejos
que se nos muestra en el filme con ese viaje de marco en marco a través del
mundo de los sueños.
Para
que esta película adquiera la fuerza que tiene dispone de dos extraordinarias
actrices jóvenes, una es Anya Taylor-Joy (Sandy), que acumula papeles brillantes
apoyándose en su inteligencia interpretativa y un rostro bello e inquietante
con el que transmitir la amplia gama de emociones que el guion exige de ella.
En el otro lado está la neozelandesa Thomasin McKenzie (Eloise), otra actriz
joven, poco más de 20 años, que se constituye en el otro lado del personaje
encarnado por Taylor-Joy. Ambas constituyen una unidad perfecta en lo
interpretativo, siendo cada rasgo de una contestado desde el otro lado por las
virtudes equilibradas. Felicitaciones a los que decidieron el casting porque la
película con otras actrices sería una película muy distinta.
El
salto de Eloise, de vivir protegida y cuidada por su abuela en una casa de
campo, hasta el Londres agresivo al que llega será determinante de su estado de
ánimo. El refugio ideal parece ser ese Londres sesentero que se nos muestra,
pero este esconde demasiados secretos y violencia. Sobre ello se construye el
filme.
Como el ambiente, ese atractivo mundo de los sesenta, es un punto esencial de la película está presente recogido en colores y luz, en calles y casas, perfectamente sincronizado con el mundo interior del personaje. La música forma parte de la historia tanto la que es ajena a universo ficticio como la que los personajes escuchan de sus viejos discos, un punto de unión entre los personajes en cada lugar en el que se encuentran, ya sean en sus casas o en los clubes, donde podemos ver actuar, por ejemplo, a Cilla Black.
El
reparto funciona bien, con actores como Michael Ajao, en el papel de John, el
amigo de Eloise cuando llega a Londres; un magnífico Matt Smith, en el papel
del inquietante Jack, el chulo; un recuperado Terence Stamp, en sus recorridos
por el Soho; y una irreconocible Diana Rigg. Un grupo bien llevado de actores jóvenes
configuran los compañeros de Eloise en ese Londres abusador que se representa en la Escuela de Diseño.
El peso
de la película cae en las dos interpretaciones de Thomasin McKenzie y Anya
Taylor-Joy unidas por los lazos del sueño dando lugar a un brillante juego de
presencias y transformaciones.
A falta de cuatro minutos para las dos horas, la película fluye con el interés del guion, la interpretación de los actores, la fotografía y la música, levándonos de sorpresa en sorpresa, con un crescendo en la presión sobre el espectador, al que se le ha llevado de la luz del Londres nocturno a la oscuridad tenebrosa de los protagonistas.
La película, como señalamos al inicio, tiene todos los factores para convertirse en película de culto, como las de Palma o Carpenter; de ellas ha aprendido su solidez narrativa y el poder de las imágenes.
Última
noche en el Soho (2021)
Director: Edgar
Wright
Guionistas:
Edgar Wright (historia) y Krysty Wilson-Cairns (guión)
Intérpretes:
Thomasin McKenzie, Anya Taylor-Joy, Matt Smith, Michael Ajao, Terence Stamp,
Diana Rigg, Synnove Karlsen...