sábado, 1 de febrero de 2020

Volando juntos (2019)


Dirigida por Nicolas Vanier, escritor, cineasta, aventurero y concienciador (resume lo anterior) sobre los problemas de la Naturaleza (o sea, los nuestros), nos ha llegado este fin de semana Volando juntos (Donne-moi des Ailes 2019). Si tuviéramos que condensar en una frase esta película diríamos: "historia sencilla, problemas complejos".
Quizá hace unos años, una película como esta hubiera pasado desapercibida, pero llega en el momento en el que es posible conectar lo que nos cuenta y lo que sabemos que ocurre en nuestro entorno. Habría pasado por una película sobre la naturaleza, sin más. Pero lo que percibimos en una pantalla está conectado con los nos espera al salir, entre las luces y sombras de la vida. Volando juntos es una película y esa película nos plantea un problema externo y otros internos que son los que constituyen la trama de su historia.
La historia es sencilla y muchas veces previsible, pero no por ello es menos eficaz en su doble plano, el cinematográfico y el de concienciarnos de un grave problema.
La historia de Thomas, niño urbanita y centrado en los videojuegos, con unos padres recién separados, pasaría desapercibida, una más. Un padre eco-romántico, centrado en lo suyo y saltándose las reglas más elementales, para perseguir su objetivo; y una madre que trata de rehacer su vida ante el ensimismamiento de su marido y su tendencia natural a contar trolas. Todo esto lo hemos visto decenas de veces. Incluso lo que sigue después —los vericuetos familiares— son caminos trillados.

Lo importante es que todos sus problemas nos importan poco en comparación con los auténticos protagonistas, los gansos y su peligro de extinción por los obstáculos que los seres humanos hemos sembrado en los recorridos de sus migraciones. Los gansos somos todos. Que resuelva la familia sus minucias como puedan. Lo importante es otra cosa.
Los demás personajes se nos quedan dibujados como lo que son, interferencias en la vida de los gansos. Los policías nórdicos, la periodista, el alcalde, etc. cumplen la misión de cualquier narración, poner obstáculos o ayudar. Pero el viaje real, el de los ganso, ya está lleno de dificultades. Nosotros somos su dificultad.
Interesa lo esencial: que Thomas llegue a conectar con el mundo exterior. ¿Qué es esto ante la extinción de una especie?
Vivimos así entre dos historias, pasando de una a otra. Los padres discuten, sí; pero preferimos a los gansos y a cómo Thomas se convierte en su guía, al que seguirán a travesando Europa desde el círculo ártico hasta el sur de Francia.
La película tiene momentos de enorme belleza, pero lo que podría ser decorativo en otras no lo es aquí por lo señalado anteriormente. Lo importante es el viaje, el de los gansos con Thomas, que él remeda inspirándose en el clásico de Selma Lagerloff, El maravilloso viaje de Nils Holgersson.
El enorme mérito de Nicolas Vanier es mantener las dos partes de la película, el proceso del cambio de Thomas y el viaje en sí, bien conectadas. Esas son las verdaderas historias, por encima de las familiares, periodísticas o las prácticas promocionales de la región.


Es interesante la traducción española y el cambio del cartel anunciador. El "Dame alas" francés del titulo de la obra original de Vanier se sustituye por el más ajustado español de "Volando juntos", desplazando la imagen del padre y el hijo por la de Thomas con los gansos. Esto es mucho más acertado y aclara el sentido de la obra. Que el padre vuele con quien quiera, pero Thomas y nosotros lo haremos con los gansos.
Thomas se convierte en un ganso más, recoge esas alas mecánicas que su padre le ha dado y se transforma —gracias a los mecanismos de la impronta— en alguien que les enseña un mejor viaje, lejos de los peligros que el ser humano ha ido sembrando en sus trayectorias habituales.
La historia es sencilla; la enseñanza, en cambio, tiene mucha más trascendencia y cae en terreno abonado, especialmente para la sensibilización de los más jóvenes. Pese a la historia adulta, que a los niños les traerá un tanto al fresco, los que se encontraban en la sala irrumpieron en aplausos al terminar. Habían vivido —es de lo que se trataba— el viaje con Thomas, compartido su aventura junto a los gansos.
La interpretación, con la excepción de Thomas, que es el personaje que evoluciona y cambia, el que vive el dramatismo de la historia, es más estereotípica. Ellos representan sus papeles y se emocionan o angustian cuando deben. Los protagonistas no son ellos, sino Thomas, bien interpretado en su soledad por el joven Louis Vazquez, y los gansos.


La base de la película es el viaje, el más viejo recurso narrativo y el más eficaz, metáfora de la vida, del penar de un principio a un fin. No necesita más Vanier para enseñarnos lo que desea que veamos. El gran valor de la película es su sencillez. Deseas seguir a Thomas y a sus gansos, olvidarte de los humanos que han quedado atrás. Deseas ver la belleza que ellos perciben, pero no comprenden. Thomas sí y con él nosotros nos dejamos seducir por esa belleza desde el cielo de un mundo que apagamos entre todos.
La fotografía es de Éric Guichard, que ya firmó la magnífica Himalaya (Eric Valli y Michel Debats 1999), otro prodigio visual, una ventana a la naturaleza que nos permite percibirla en toda su grandeza.
Thomas y su familia son ellos, cada uno es alguien. Estos gansos son todos los gansos; su aventura es la de todos los gansos, aunque ellos no lo comprendan. Nosotros sí y por eso les seguimos con el corazón esperanzado y con los ojos bien abiertos en su aventura.
J.A.



Volando juntos (2019)
Director: Nicolas Vanier
Guionistas: Nicolas Vanier, Lilou Fogli, Christian Moullec, Matthieu Petit
Intérpretes: Jean-Paul Rouve, Mélanie Doutey, Louis Vazquez, Lilou Fogli, Frédéric Saurel, Grégori Baquet, Dominique Pinon, Ariane Pirié, Philippe Magnan



domingo, 26 de enero de 2020

Aguas oscuras (2019)


Aguas oscuras (Dark Waters 2019) se sustenta en un férreo guión de Mario Correa y Mathew Michael Carnahan, basado en un artículo periodístico titulado "The Lawyer Who Became DuPont's Worst Nightmare", firmado por Nathaniel Rich, publicado en The New York Times. Hay que empezar por esto porque creo que es relevante en este caso y en una cinematografía como la de Todd Haynes, que tiende a moverse con más libertad.
Haynes tiene lo que se suele llamar "voluntad de estilo" y este filme se encuentra en las antípodas del ejercicio imaginativo realizado en su obra anterior, Wonderstruck (2017), nominada a la Palma de Oro en Cannes. Aguas oscuras, todo sea dicho, me resulta más convincente por su sencillez que la obra anterior en su barroquismo, pero Haynes es un director camaleónico, un explorador de las formas de los discursos.
El origen periodístico de la historia nos lleva a la realidad, al mundo real con sus juegos de poder y control.
El mundo, se nos dice, está controlado por las grandes empresas y solo una fe firme es capaz de enfrentarse a ellas. La demostración viene dada por un abogado, bien interpretado por Mark Ruffalo, que ha se ha pasado su carrera defendiendo empresas y se ve condicionado por una recomendación de su abuela a aceptar un caso con un paleto de Virginia Occidental, que tiene que ver con un envenenamiento de tierras y muerte del ganado.
La compresión desde nuestra butaca de que estamos ante un caso real, que se manejan nombres reales de las empresas y de productos que tenemos en nuestros hogares es un condicionante de nuestra recepción —nunca es objetiva—, algo que se ve incentivado por el formato realista de la escritura cinematográfica.
Se puede leer mucho entrelíneas en el guión del filme sobre la América actual de Trump. No creo que sea casual el enfoque, aunque el planteamiento dé lugar lecturas complicadas. El malhumorado paleto que encarga al abogado Robert Bilott (M. Ruffalo) te dice mucho de esa América profunda que se supone que ha respaldado a Trump. Esa desconfianza hacia el mundo de las empresas, de los políticos, de todo... muestra una brecha monstruosa entre unos y otros. Bilott representará el puente, el abogado que se mueve entre las grandes empresas, pero no olvida sus orígenes en una pequeña población agrícola y ganadera. El desprecio con el que le llaman "paleto" los ejecutivos que se le enfrentan muestra esa brecha americana. Sus idas y venidas en coche de la ciudad al campo son el recorrido entre dos mundos alejados por años luz.


La película muestra —lo busque o no— cuál es el verdadero poder en Norteamérica y cuál el escenario de la lucha entre unas empresas con dinero ilimitado y todo el tiempo del mundo, frente a personas cuyas vidas se acaban antes de ser citadas en los pleitos.
La película pasa a ser una gran metáfora del mundo actual, controlado por las empresas. Esta se desarrolla en los encuentros entre el abogado y el paleto Wilbur Tennant, magistralmente interpretado por el actor Bill Camp.
La película no es condescendiente. Uno de los buenos momentos se produce cuando el jefe de Tennant (Tim Robbins) lanza a los miembros del bufete un discurso sobre por qué todo mundo desprecia a los abogados. Son esos momentos verbales los que acaban envolviendo a las imágenes reales, las que nos describen ese mundo podrido donde es el poderoso el que gana.
La película, como el propio título del artículo que sirve de base al filme señala, es una descripción de una voluntad, la de una persona que elige el camino más complicado. La de un paleto bien vestido, que es lo que el personaje representa.
El filme lo hemos visto muchas veces. Esta vez lo que se nos muestra ha tenido lugar. Las muertes de animales y personas, los miles de afectados... no son cifras lejanas, sino dramas personales de gente olvidada, de gente que tiene que aceptar lo que les dan porque las personas que les están matando son la empresa que les da trabajo. Son los dilemas de la vida real.


La queja se convierte en lamento profundo. Nadie ayuda a esos paletos abandonados a su suerte en las tierras de Virginia. La música de John Denver sirve de contrapunto irónico a la realidad de esos caminos de muerte: Country roads, take me home...
Y el hogar está en crisis profunda. Ya sea por los brotes del racismo o por el mundo controlado por las grandes empresas, distorsionada por los medios... la América que se nos muestra tiene su propia guerra interior, un drama de conciencias. Tanto en el drama de Eastwood, Richard Jewell, como en este Aguas oscuras, la pregunta que resuena es "¿quién me defiende?" lanzada por personas que se ven solas frente a lo que les llega con violencia de un mundo despiadado. No hay nada en que apoyarse, nadie en quien confiar.
Estupendos Victor Garber y Tim Robbins en sus papeles contrapuestos. Bien Anne Hathaway como la esposa de Bilott y, como se ha señalado, magistral en su papel de paleto Bill Camp.
Quizá la sobrecarga de superhéroes y de fantasía de todos los órdenes está fomentando este tipo de cine que no es que sea realista, sino que va a casos reales. Hace unos días comentábamos aquí el magnífico Richard Jewell, de Clint Eastwood, otro filme basado en un caso real. Son varios filmes este año con base en la realidad. Servirá de equilibrio y nos ayudará a tener los pies en la tierra.
J.A.



Aguas oscuras 2019
Director: Todd Haynes
Guionistas: Mario Correa y Mathew Michael Carnahan; artículo de Mathew Michael Carnahan
Actores: Mark Ruffalo, Anne Hathaway, Victor Garber, Tim Robbins, Bill Camp

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