Dirigida por Nicolas Vanier, escritor, cineasta, aventurero y concienciador (resume lo anterior) sobre los problemas de la
Naturaleza (o sea, los nuestros), nos ha llegado este fin de semana Volando juntos (Donne-moi des Ailes 2019). Si tuviéramos que condensar en una frase
esta película diríamos: "historia sencilla, problemas complejos".
Quizá
hace unos años, una película como esta hubiera pasado desapercibida, pero llega
en el momento en el que es posible conectar lo que nos cuenta y lo que sabemos
que ocurre en nuestro entorno. Habría pasado por una película sobre la
naturaleza, sin más. Pero lo que percibimos en una pantalla está conectado con
los nos espera al salir, entre las luces y sombras de la vida. Volando juntos
es una película y esa película nos plantea un problema externo y otros internos
que son los que constituyen la trama de su historia.
La
historia es sencilla y muchas veces previsible, pero no por ello es menos
eficaz en su doble plano, el cinematográfico y el de concienciarnos de un grave problema.
La
historia de Thomas, niño urbanita y centrado en los videojuegos, con unos
padres recién separados, pasaría desapercibida, una más. Un padre eco-romántico,
centrado en lo suyo y saltándose las reglas más elementales, para perseguir su
objetivo; y una madre que trata de rehacer su vida ante el ensimismamiento de
su marido y su tendencia natural a contar trolas. Todo esto lo hemos visto decenas de veces.
Incluso lo que sigue después —los vericuetos familiares— son caminos trillados.
Lo
importante es que todos sus problemas nos importan poco en comparación con los
auténticos protagonistas, los gansos y su peligro de extinción por los
obstáculos que los seres humanos hemos sembrado en los recorridos de sus
migraciones. Los gansos somos todos. Que resuelva la familia sus minucias como puedan. Lo importante es otra cosa.
Los
demás personajes se nos quedan dibujados como lo que son, interferencias en la
vida de los gansos. Los policías nórdicos, la periodista, el alcalde, etc. cumplen la
misión de cualquier narración, poner obstáculos o ayudar. Pero el viaje real, el de los ganso,
ya está lleno de dificultades. Nosotros somos su dificultad.
Interesa
lo esencial: que Thomas llegue a conectar con el mundo exterior. ¿Qué es esto
ante la extinción de una especie?
Vivimos
así entre dos historias, pasando de una a otra. Los padres
discuten, sí; pero preferimos a los gansos y a cómo Thomas se convierte en su
guía, al que seguirán a travesando Europa desde el círculo ártico hasta el sur
de Francia.
La película tiene momentos de enorme belleza,
pero lo que podría ser decorativo en otras no lo es aquí por lo señalado
anteriormente. Lo importante es el viaje, el de los gansos con Thomas, que él
remeda inspirándose en el clásico de Selma Lagerloff, El maravilloso viaje de Nils Holgersson.
El
enorme mérito de Nicolas Vanier es mantener las dos partes de la película, el
proceso del cambio de Thomas y el viaje en sí, bien conectadas. Esas son las verdaderas
historias, por encima de las familiares, periodísticas o las prácticas
promocionales de la región.
Es interesante la traducción española y el cambio del cartel anunciador. El "Dame alas" francés del titulo de la obra original de Vanier se sustituye por el más ajustado español de "Volando juntos", desplazando la imagen del padre y el hijo por la de Thomas con los gansos. Esto es mucho más acertado y aclara el sentido de la obra. Que el padre vuele con quien quiera, pero Thomas y nosotros lo haremos con los gansos.
Thomas
se convierte en un ganso más, recoge esas alas mecánicas que su padre le ha
dado y se transforma —gracias a los mecanismos de la impronta— en alguien que les
enseña un mejor viaje, lejos de los peligros que el ser humano ha ido sembrando
en sus trayectorias habituales.
La
historia es sencilla; la enseñanza, en cambio, tiene mucha más trascendencia y
cae en terreno abonado, especialmente para la sensibilización de los más
jóvenes. Pese a la historia adulta, que a los niños les traerá un tanto al
fresco, los que se encontraban en la sala irrumpieron en aplausos al terminar.
Habían vivido —es de lo que se trataba— el viaje con Thomas, compartido su aventura
junto a los gansos.
La
interpretación, con la excepción de Thomas, que es el personaje que evoluciona
y cambia, el que vive el dramatismo de la historia, es más estereotípica. Ellos
representan sus papeles y se emocionan o angustian cuando deben. Los
protagonistas no son ellos, sino Thomas, bien interpretado en su soledad por el
joven Louis Vazquez, y los gansos.
La base
de la película es el viaje, el más viejo recurso narrativo y el más eficaz,
metáfora de la vida, del penar de un principio a un fin. No necesita más Vanier
para enseñarnos lo que desea que veamos. El gran valor de la película es su
sencillez. Deseas seguir a Thomas y a sus gansos, olvidarte de los humanos que
han quedado atrás. Deseas ver la belleza que ellos perciben, pero no comprenden.
Thomas sí y con él nosotros nos dejamos seducir por esa belleza desde el cielo
de un mundo que apagamos entre todos.
La fotografía es de Éric Guichard, que ya firmó la magnífica Himalaya (Eric Valli y Michel Debats 1999), otro prodigio visual, una ventana a la naturaleza que nos permite percibirla en toda su grandeza.
Thomas
y su familia son ellos, cada uno es alguien. Estos gansos son todos los gansos; su aventura es la de
todos los gansos, aunque ellos no lo comprendan. Nosotros sí y por eso les
seguimos con el corazón esperanzado y con los ojos bien abiertos en su aventura.
J.A.
Volando
juntos (2019)
Director:
Nicolas Vanier
Guionistas:
Nicolas Vanier, Lilou Fogli, Christian Moullec, Matthieu Petit
Intérpretes:
Jean-Paul Rouve, Mélanie Doutey, Louis Vazquez, Lilou Fogli, Frédéric Saurel,
Grégori Baquet, Dominique Pinon, Ariane Pirié, Philippe Magnan