domingo, 13 de octubre de 2019

Noche de bodas (Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett 2019)


Es sorprendente el número de películas que tienen que ver con la noche de bodas. Hasta cuesta encontrar los datos de esta en la IMDB, cuyo título original es "Ready or Not", una producción norteamericano canadiense dirigida por el dúo, Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett. ¡Hay tantas noches de bodas en las películas, pero seguro que ninguna como está!
Entré sin ninguna expectativa y salí con lágrimas en los ojos.
La película es una acumulación de casi debutantes en lo que se refiere a directores y guionistas, dos parejas por cada lado. Los directores son Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, en su segundo largometraje; los guionistas, Guy Busick y Ryan Murphy, con un poco más de experiencia, televisiva sobre todo.
Noche de bodas es una película en la que hay que hablar conjuntamente de directores y guionistas pues podría haber sido un desastre si cualquiera hubiera fallado. No lo han hecho y es una de las ofertas de terror más divertidas de estas últimas temporadas. Tienen una magnífica dirección, capaz de aprovechar al máximo los interiores y los pocos exteriores para lograr el clima necesario.


En los filmes de terror el espacio es esencial pues se debe crear, como es el caso, una atmósfera adecuada al tono de la película. La película cuenta para esto con otro factor esencial, la magnífica fotografía. Hay terror de día y terror de noche. Este último se aprovecha del juego entre luz y oscuridad al que la tecnología le ha dado un nuevo sentido con estas iluminaciones en el límite de lo visible, que evitan recurrir a los típicos sobresaltos por la espalda. Con las nuevas cámaras, el terror ya puede producirse desde un fondo que da profundidad al plano y juegos de luces, como muestra la magnífica pelea en el bosque (exteriores) o las persecuciones por los pasillos de la mansión.

Como no tenía expectativa alguna sobre la película —de hecho, cambié la película al advertirme Lola, la taquillera, que la sala que había pedido estaba muy llena— me encontré con otro nuevo misterio, el del propio género. Quizá sabemos demasiadas cosas sobre la película que vamos a ver. De vez en cuando es bueno experimentar la sensación de haber entrado en un mundo del que nada sabes, cuyo género (en el cine el género es esencial aunque sea para apartarse de él) se puede ir descubriendo conforme avanza el filme. Por ejemplo, la magnífica película coreana El extraño (2016) comienza como un thriller costumbrista y acaba como terror sobrenatural. Esa sensación de "realmente" no saber en qué terreno estás, cuando vas avanzando convierte el filme en una experiencia de los límites transgredidos, que va ganando emoción en cada secuencia.
La realización está muy bien llevada en todo momento, trasladando la angustia del encierro y la persecución con buen ritmo. El guión mantiene un tono de comedia terrorífica que contrasta los dos extremos de la acción, perseguidores y perseguidos. Quizá sea este uno de sus máximos aciertos, mantener el equilibrio entre ambos géneros.
En una historia que transcurre en apenas unas horas, el ritmo es esencial y este viene determinado por los giros de guión, siempre eficaces. El metraje es el clásico, 95 minutos, que se ha sabido planificar para que la historia durara lo justo de cara al espectador y la tensión sostenida.
Si los equipos de directores y guionistas son bisoños, no cabe decir lo mismo de muchos de los actores con los que nos encontramos en la pantalla. Tenemos a actrices como Andy MacDowell y actores como Henry Czerny, veteranos en series televisivas y filmes para la gran pantalla. 
Como la obra nos ofrece una familia, el reparto está dividido generacionalmente, de actores veteranos a niños, con las diferentes escalas de edad para completar el espectro. En una película de este tipo no es necesario profundizar en los personajes, estos vienen ya definidos desde el guión por lo que la adecuación al perfil que representan es esencial. En este sentido Niky Guadagni como la tía Helene (con su hacha) o un Fitch Bradley (con su ballesta), interpretado por el canadiense Kristian Bruun, son ejemplos de esa forma eficaz de usar personajes planos que componen ya desde su mismo exterior el repertorio familiar. La selección de los actores y su caracterización forman parte de la expresión del filme.


Estupenda la protagonista, la actriz sudafricana Samara Weaving, en el papel de Grace, la novia a la fuga, empeñada en demostrar que las rubias no tienen porque morir en los primeros cinco minutos de la película. Samara Weaving sabe darle el tono dramático necesario, en contraste con el ofrecido por la familia política que le ha tocado en suerte. De este contraste surge gran parte del efecto de la película.
Cumplen con su cometido los actores jóvenes, Adam Brody, como el reciente casado, y Mark O'Brien, en el papel de Alex Le Domas. Sobre ellos recae el peso emocional de la duda en una situación en la que brilla por su ausencia en el resto. La familia, en este caso, apoya poco en este Downton Abbey del terror. 
Noche de bodas es un divertimento fílmico. Un juego de géneros muy bien pensado, una idea en la que se cree y funciona precisamente por su fe en ella. Una película de bajo presupuesto que recuperó la inversión ampliamente en su estreno en agosto, lo ha multiplicado ya por cinco en los Estados Unidos y por nueve en todo el mundo. Esto puede no significar mucho, pero creo que sí lo hace en este caso.



Noche de bodas (Ready or Not 2019)   

Directores: Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett
Guionistas: Guy Busick y Ryan Murphy
Intérpretes: Samara Weaving, Adam Brody, Mark O'Brien, Henry Czerny, Amy MacDowell, Niky Guadagni, Kristian Bruun

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