martes, 5 de marzo de 2024

Monstruo (Hirokazu Kore-eda 2023)

 A veces el cine tiene que demostrarnos que ver no significa comprender, que las cosas son vistas desde ángulos distintos, que el "ver para creer" es algo ilusorio. La película del gran director japonés Hirokazu Kore-eda no solo es una lección de cine, sino una lección de vida.

La historia que Kore-eda nos cuenta es una subversión del mirar y, por ello, de la neutralidad objetiva de la mirada. Todo ocurre a la vez y solo el relato (en cualquiera de sus versiones, como novela, cuento, película...) nos hace creer en la linealidad. Lo expresaba Aldous Huxley en los primeros párrafos de El genio y la diosa: solo lo escrito tiene sentido; la vida no. Comprendemos películas y novelas, pero apenas podemos comprender lo que ocurre ante nuestros ojos, que no es sino el resultado de miles y miles de líneas que se cruzan en ese punto.

La película de Hirokazu Kore-eda es un recordatorio de que el papel del espectador, agracias a un artificio constructivo, es el de fingir que la vida tiene sentido y olvidar por unos instantes la ficción de la ficción.


Monstruo es un ejercicio estilístico que nos muestra esa realidad del sin sentido hasta que parece tenerlo. Pero quizás nuevos giros nos hagan cambiar de opinión. Una mirada en un instante, el descubrimiento de una zancadilla, por ejemplo, puede hacernos cambiar el sentido de lo que vemos, puede revelarnos algo y hacer trizas lo anterior. Quizá esa sea la sana perversión del arte, revelar y ocultar, hacernos olvidar lo que siempre ha temido el ser humano, el no comprender, el sentir que nos rodeas lo incomprensible a lo que creemos dar sentido.

La compleja historia que nos cuenta esta película, ganadora en Cannes del premio al mejor guion, obra de Yuji Sakamoto, nos lleva de niños a adultos, de familia a las instituciones educativas. Nos maneja a lo largo del filme para que vayamos modificando nuestras creencias, basadas en las apariencias, algo que pasa a ser consustancial en lo que se busca.

Las interpretaciones son capaces de establecer las máscaras sociales, la forma en que nos manifestamos y construimos unas identidades ajustadas a lo que necesitamos. La idea de máscara, necesaria ante la presión social, afecta a unos y otros, en todas las edades, quedando pocos espacios y momentos en los que se puede ser uno mismo.


Las interpretaciones de los niños protagonistas son lo suficientemente auténticas como para poder apreciar esa falsedad de lo que se vive, siempre con temor a los otros. Los adultos representan también esa mascarada, ese jugo del aparentar para poder mantenerse dentro de las instituciones.

La película, como hablan los niños refiriéndose a sus propios juegos, realiza un renacer continuo, un ejercicio de retroceso hacia una verdad que nos elude. Para ello la forma de estructurar la historia es esencial.

La película de Hirokazu Kore-eda nos muestra un buen momento del cine japonés, que se adentra en historias tras esas apariencias. Cuando Roland Barthes llegó a Japón dijo encontrarse en "El paraíso de los signos", título que dio al resultado libresco de su visita. Todo era signo, es decir, apariencia; todo debía "leerse", interpretarse. Eso se nos pide hoy, que regresemos más que al paraíso, al infierno de los signos.

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

 

 

Monstruo (2023)*  

Director: Hirozaku Kore-eda

Guionista: Yuji Sakamoto

Música: Ryuichi Sakamoto

Intérpretes: Sakura Andô, Eita Nagayama, Soya Kurokawa, Hinata Hiiragi, Mitsuki Takahata...

Duración: 127 minutos

Producción: Japón

* Blue-ray

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