El
metraje de Los asesinos de la luna, la última se acerca a las tres horas y
media. No es un reproche en absoluto sino la constatación de que el objetivo
del director era hacer algo más que una película. Creo que Scorsese ha
encontrado un tema que ha querido desarrollar sin dejar resquicio. La película
pues nos da todo tipo de detalles de una forma de ejercer la maldad humana que
pocas veces se puede percibir con tanto desprecio hacia sus causas.
El tema
es sencillo en su planteamiento: las pobres tierras que se les han dado a la tribu
de los indios Osage adquieren un nuevo valor cuando comienza a manar el petróleo
en ellas. Lo que era un lugar abandonado y sin interés comienza a convertirse
en un foco de gasto económico y perdición moral para quedarse con el dinero de
los indios. La película nos muestra la hipocresía y la bajeza moral de los que
allí van a destruirles haciéndoles despilfarrar el dinero y concentrándolo
mediante matrimonios y muertes.
Es difícil hacer una radiografía más precisa de la bajeza humana, de la hipocresía. Para ello Scorsese nos lo muestra en los dos niveles, el general de la población, con su mundo de gastos enloquecidos para sacarles el dinero, y, en otro plano, la bajeza personal mostrándonos un caso específico, el representando por la pareja compuestas por Ernest Burkhart (Leonardo di Caprio) y Mollie Burkhart (Lily Gladstone), su esposa india.
La
película es un proyecto claramente personal, llevado hasta el milímetro en
todas sus dimensiones. Una película de estas dimensiones no se centra en las
escenas, sino en el conjunto, en su articulación. Scorsese nos va mostrando esa
premeditada destrucción, llevada con toques de hipócrita santidad, tratando de
"corregir el error" de que los indios pudieran ser ricos y, por
ejemplo, tener "criadas blancas", algo contra natura y alguna que
otra ley divina a los ojos de los que se asientan en la reserva para hacerse
con el dinero mediante todo tipo de estafas y engaños, llevándolos a la
degradación para desangrarlos económica y físicamente.
La labor de los actores es excelente en todos los niveles. La película gira sobre el centro que es William Hale, interpretado con la solidez habitual por Robert de Niro, cuyo personaje es el centro de toda la trama de destrucción paulatina de la tribu. Su forma de ver el mundo, entre el hermano masón y el mafioso, entre la bondad predicada y la maldad ejercida, quedará como uno de esos villanos despreciables que el cine nos da de vez en cuando.
Di
Caprio hace también una creación de un personaje entre la maldad y el recelo, incapaz
de sentir nobleza alguna en su vida y actos. La que hace un extraordinario
papel por todos sus matices dentro de una cierta buscada inexpresividad es Lily
Gladstone en el papel de la esposa. Es sobre ella que Scorsese hace girar la trama.
Ella se convierte en el punto en el que tratamos de ver la reacción ante tanta
maldad reunida.
El
sólido trabajo de los secundarios se cierra en su parte final con las
intervenciones de algunos secundarios de lujo, como John Lithglow y Brendan
Fraser, que bordan sus breves e intensos papeles.
No creo
que la intención de Scorsese haya sido solo describir un momento de la
historia, un acontecimiento único. La película es metáfora de la maldad, de la
codicia, de la hipocresía y la desidia. Todos ellos son males que siguen
acosándonos porque muchos son los que se benefician de ellos. La película es,
en este sentido, sobre todo moral.
El guion está bien construido; de otra forma, el metraje se hubiera hecho insufrible. Las piezas van encajando en su diseño, que es el que nos muestra precisamente el deterioro moral, la maldad de todos y cada uno de los participantes. La hipocresía racista en la que un personaje dice tener escrúpulos para matar, hasta que le dicen que se trata de matar un indio, en cuyo caso los escrúpulos desaparecen. En este sentido la radiografía de Scorsese es implacable. Puede que muchos no se lo perdonen.
La
historia del Oeste o elementos relacionados con él nos ha mostrado todo tipo de
tropelías, pero no recuerdo algo como lo que Scorsese, sobre una obra de David
Grann, periodista de The New Yorker y escritor, nos muestra. Quizá sea esa normalidad, esa impunidad que se nos muestra lo que espanta.
Llama
la atención ese resumen final en términos radiofónicos, en un programa
patrocinado por el FBI, en el que se nos da cuenta del destino de los personajes. Es un cierre a una ironía creciente que se aplica a los personajes y a la sociedad misma que no quiere ver lo que no le conviene ver. La autopsia social no se detiene ante ningún elemento y se nos muestra su abuso de forma nítida.
En el
aspecto técnico, la fotografía es impecable y el ritmo de la secuencias bien
medido para dar el punto de vista necesario. Scorsese sabe ser épico,
sentimental e irónico al mostrarnos el espectáculo de la maldad.
Los asesinos de la luna es una película que devuelve al cine algo más que el entretenimiento; le devuelve sentido de la denuncia, una moral a la que el arte no tiene porqué renunciar. Es difícil olvidar esta película. Y así debe ser.
Joaquín
Mª Aguirre
Los
asesinos de la Luna (2023)
Director:
Martin Scorsese
Guion:
Eric Roth y Martin Scorsese, David Grann (autor del libro)
Intérpretes:
Robert de Niro, Leonardo di Caprio, Lily Gladstone, John Lithglow, Brendan
Fraser...
Nacionalidad:
USA