Minari es una magnífica película. Solo un gran
talento narrativo, tanto en historia como en la forma de narrarla puede
tenernos fascinados con aspectos tan sencillos y cotidianos como los que se nos
traen.
Viendo
una película como esta comprendemos cuánto se distancia el cine de la vida real
en su exceso de concentración de elementos para crear la tensión. No es
necesario, nos demuestra crean grandes enfrentamientos, grandes villanos, no
hablemos ya de persecuciones o destrozos apocalípticos para hacer que el
espectador se conmueva insensible ya por el bombardeo de sus sentidos y mente.
Minari es una historia sencilla, de gente sencilla que vive sus propios
problemas sin necesidad de fantasías. E este sentido, la película se mueve en
la dimensión humana. Si hay un opositor en el filme es la vida misma mostrando
que es una lucha de sueños y realidades sin necesidad de mucho más. Ya es
bastante, nos dice Chung.
En
Minari no hay villanos. Esperamos que surjan en cada nueva cara, en cada nueva
situación. Pero no llegan o no llegan como esperamos. Estamos demasiado acostumbrados
a las complicaciones artificiales para comprender las de la vida cotidiana, que
son las nuestras, lejos de las luchas del bien y del mal. Nuestra vida es una
suma de pequeñas o grandes resistencias, de malentendidos y desacuerdos, de
fatalidades indeseadas a manos de quien nos quiere. El director las muestra
desde el principio en lo que es la diversidad de sueños en una familia en donde
el amor se manifiesta en discusiones, en tensiones contenidas, en
escenificaciones privadas.
Una gran
definición de los personajes y de sus relaciones, que se miden por su
credibilidad conjunta. Es la historia de "mi" familia, una
pertenencia que se deja clara en el deseo de cada uno de los personajes, ya que
es la familia de todos porque así lo vive cada uno.
El "minari" es una hierba comestible que crece libremente junto a los lechos de los ríos, en zonas húmedas. La abuela trae sus semillas desde Corea y las suelta en el lugar que le parece más adecuado. Frente a esta libertad de la naturaleza, nos encontramos la lucha del campesino por conseguir hacer crecer, unos cientos de metros más allá, su cosecha de plantas coreanas para abastecer a la pequeña comunidad de su país. Es su idea de cómo sobrevivir en Arkansas, trasladado desde California, para intentar alcanzar un éxito que le reivindique ante los suyos.
El "minari" es la hierba que sirve para calmar el hambre de los que nada tienen y
que la naturaleza les ofrece gratis. La llaman el "perejil japonés" y
en Corea es muy popular. Sopas y condimentos, el minari está presente en la
vida y solo hay que recogerlo allí donde crece.
La
película se construye sobre esa metáfora, lo dado y lo que necesitamos
construir y puede ser nuestra frustración. Jacob (Steven Yeun) ha
arrastrado a su familia desde California hasta la Arkansas profunda. Él tiene
un sueño. Su hijo pequeño tiene un problema de corazón que hace que su esposa,
Mónica (Yeri Han), se sienta intranquila y molesta, reticente a un traslado que
les lleva lejos de hospitales y de una vida social. Viven en una casa
prefabricada que ha sido llevada hasta un terreno cuyo anterior dueños se
suicidó por la improductividad de la tierra. Se traerán a la abuela (Youn
Yuh-jung) desde Corea para que pueda vigilar a David (Alan S. Kim), el pequeño,
y Anne (Noel Kate Cho). De California a la mitad de la nada, a una Arkansas
profunda, llena de supersticiosos granjeros que intentan salvar los males de la
tierra y la casa con conjuros y exorcismos.
En
manos de otro director, esto habría sido un filme épico, lleno de
enfrentamientos entre visiones del mundo distintas. Pero en manos de su
director y guionista, es un filme lírico apoyado en una magnífica planificación
que nos sitúa en otra dimensión narrativa, la interior de cada personaje y las
relaciones conjuntas.
La magnífica
fotografía y montaje, la música, todo ello contribuye a esa fuerza del filme,
que se ha ido haciendo con sus espectadores y críticos señalándolo como una de
las mejores aportaciones cinematográficas del año. La dirección de actores es
espléndida de la premiada Yun Yu-jung como estrambótica abuela a una contenida
e interiorizada Yeri Han, la esposa que lleva en su interior la frustración
provocada por los sueños de su marido, bien encarnado por Steven Yeun. Los dos
niños demuestran una madurez interpretativa que nos dice mucho de la capacidad
de su director para manejar actores. La sobriedad de todos ellos contrasta con
la del personaje encarnado por un magnífico Will Patton, el campesino que
recorre el camino con su propia cruz cada domingo. El resto es la tierra, el
cielo, el agua.
Minari. Historia de una familia es como recorrer un camino en
el que van ocurriendo cosas, un río que fluye con diversas velocidades según se
estrechan sus márgenes. No hacen falta enemigos; la resistencia de la vida
misma a nuestras pretensiones es suficiente para mostrarnos en nuestras
distintas percepciones. Sencillamente, la vida no es siempre como queremos.
Joaquín
Mª Aguirre
Minari.
Historia de mi familia (2020)
Director
y guionista: Lee Isaac Chung
Nacionalidad:
USA
Intérpretes:
Youn Yuh-jung, Alan S. Kim, Yeri Han, Noel Cho, Steven Yeun, Darryl Cox, Esther
Moon, Ben Hall, Eric Starkey, Will Patton
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