En estos tiempos en los que todo tiende a convertirse en musical para alimentar una escena facilona, nos llega esta "Querido Evan Hansen", dirigida por un director con cuatro filmes, incluyendo este, un musical extraño y oscuro, con una muestra de personajes que alimentan sus propios miedos y tendencias que les arrastran.
Los
espectadores se enfrentan a un musical, como decimos, atípico en el que es
arrastrado más allá del límite de la comodidad. No esperen fantasía
alternativas al mundo real. En Querido
Evan Hansen no hay concesiones, no hay escapismo. Muy al contrario.
Quizá
hay una frase en la que se podría centrar el mundo que se nos muestra. Cuando
el personaje de Alana (Amanda Stenberg), la chica modelo del instituto, le
pregunta al protagonista, Evan, (Ben Platt) "¿qué tomas?". En otras
circunstancias podríamos pensar que es una invitación a beber algo. Aquí se refiere a la
ristra de medicamentos que tanto él (el fracasado) como ella (la triunfadora)
toman para sobrevivir en una sociedad inmisericorde en la que la apariencia lo
es casi todo y el dolor y el fracaso se deben esconder.
El
filme de Chbosky es un retrato descarnado de la juventud. Quizá lo sea más allá
de los Estados Unidos y nos muestre un sufrimiento que se ha ido extendiendo
por las sociedades modernas como una peste. La presión insoportable que unos y
otros siente, la ansiedad y frustración de unos y otros en un mundo perfecto
que esconde dolor y más dolor.
No es
muy difícil suponer de dónde procede la idea cuando los medios de comunicación
nos ofrecen información diaria sobre matanzas en institutos o suicidios de
jóvenes, sobre epidemias de presión y consumo de todo tipo de medicamentos y
sustancias para intentar calmar lo que les supones la oscuridad en la que
viven.
El detonante
de la trama es sencillo: un joven incapaz de relacionarse con los demás recibe
la instrucción de su terapeuta de escribirse una carta a sí mismo exponiendo
sus problemas. Es lo que nos da el título de la película. Un malvado del
instituto se hace con la carta. Se suicida y le encuentran esa carta que, por
la presentación —Querido Evan— piensan que ha dirigido al único amigo que
tenía.
Sobre
este equívoco se construye una película que le permite al director y a los
guionistas indagar en los fantasmas familiares, en los remordimientos, en las
hipocresías sociales.
La obra
en su totalidad rezuma una ironía trágica, un doble movimiento entre la piedad
que nos suscita el personaje por su sufrimiento y el sufrimiento que nos
produce ver cómo alivia el suyo construyendo una gran mentira que le permita
sobrevivir siendo aceptado por la comunidad que antes le rechazaba.
Con
estos elementos, la obra permite entrar en el interior de cada personaje,
reservando el de Jared (Nik Dodani) como una visión exterior, conocedora de
todo el tinglado que se ha montado. Es interesante el juego que se hace con
este personaje, un amigo obligado por la amistad de las madres, gay y con
rasgos hindúes. La verdad está en posesión de este personaje, que se sitúa en
el mismo nivel que el espectador.
De las
virtudes cantantes de los intérpretes no podemos decir nada y habrá que esperar
a que lo podamos escuchar en su versión original, ya que las canciones han sido
dobladas, lo que creo que, dado que el musical no tiene nada de infantil, es un
error a estas alturas. Hubiera sido mejor poder escuchar las voces de los
actores y también unas letras menos forzadas. No es nada fácil poder encajar
las frases en el canto y que tenga un sentido más allá de las rimas fáciles.
Junto a
los señalados, hay que resaltar la confrontación entre actores consagrados,
como es el caso de las dos madres, Julian Moore (Heidi Hansen) y una magnífica
Amy Adams (Cynthia Murphy, la madre del suicida). Ambas actrices logran una
rica gama interpretativa manifestando el amplio abanico de sentimientos ante lo
que sus hijos han hecho a lo largo de su vida. Danny Pino pone rostro al padre
del suicida. Este está interpretado por Colton Ryan, como Connor Murphy, que es
el centro real de la obra, el hijo desconocido que cada uno quiere construir a su manera,
Los
intérpretes jóvenes ofrecen unas buenas interpretaciones de papeles que no son
fáciles, ya que es la contención, la dificultad de expresar lo que se siente
realmente lo que caracteriza el mundo que se nos describe, más preocupado de
las apariencias que de atender los conflictos que provoca. Es destacable la
actuación de Kaitlyn Dever, en el papel de Zoe Murphy, la hermana del suicida
Connan. A Ben Platt le toca el dramatismo de las canciones, en las que se refleja su auténtico sentir, el dolor y el miedo, también la vergüenza.
Como
musical, Querido Evan Hansen no es un
entretenimiento. Nos sumerge en el problema real de una juventud en una
sociedad de enorme dureza en la que la gente se encierra en sí misma por temor
a parecer débil y convertirse en el centro de las miradas. Solo los narcisistas
son capaces de disfrutar de ese riesgo. Los demás tienen que forzarse a base de
medicamentos a salir a la calle e ir al instituto.
Todos
son víctimas y verdugos, armados con sus teléfonos móviles, capaces de destruir
a otros con unas imágenes lanzadas a las redes sociales. El momento más
impactante de la película es cuando vemos, ante los tropiezos del protagonista,
cómo van sacando los envenados teléfonos móviles con los que se empieza a
grabar. Solo por esa escena vale la pena ver la película y entender cuál es el
fondo deshumanizado en el que nos movemos.
No es
fácil hacer un musical tan al margen de lo habitual. Es un género que tiene sus
dramas, pero este pone el dedo en la herida. La pregunta que nos lanza es
¿puede construirse algo sólido sobre las mentiras? Quizá debiera verse o
representarse en escuelas e institutos para que el arte nos ayude a sobrevivir
lanzado luz sobre nuestra oscuridad.
Joaquín Mª Aguirre
Querido
Evan Hansen (2021)
Director: Stephen Chblosky
Guionista y compositores: Steven Levenson, Benj Paseky
Justin Paul
Intérpretes: Ben Platt, Julianne Moore, Kaitlyn Dever, Amy
Adams, Danny Pino, Amanda Stenberg, Colton Ryan, Nik Dodani...
Género:
drama, musical