La experiencia de una película de terror está en el patio de butacas. Hay películas que se pueden ver en silencio y otras que ganan muchos si escuchas los gritos en la sala. Smile es de estas últimas. La entrada de grupos de adolescentes armadas con sus refrescos y palomitas auguraba un buen público, al que nadie mandó callar, a lo largo de la película. En Smile se sufre y se disfruta.
Smile es el primer largometraje del director
Parker Finn, en cuyo haber solo aparecen dos cortometrajes, ambos pertenecientes
a al mismo género. Siendo una película de género es importante saberse las
reglas del juego y Parker Finn parece conocerlas bien. En este género, las
cosas funcionan o no. No suele haber término medio. El guion de la película es
del propio Finn, lo que no confirma el buen conocimiento de esas reglas de
género, respetadas tanto en la historia como en su narración visual.
Smile
parte de dos inversiones: se le da la vuelta a la "sonrisa",
convirtiéndola en un gesto terrorífico; y se le da la vuelta a la psiquiatra
protagonista, la doctora Cotter, que pasa de la posición de superioridad de
tratar a sus pacientes a convertirse en el centro de la locura. Son dos
elementos habituales en el género, pero hay que saber unirlos. El hecho de que
hayamos visto imágenes de la película y sepamos ya de esa horrenda sonrisa que
aparece en los carteles anunciadores y que sigan funcionando nos muestra que
Finn ha sabido graduar el horror para hacer que vaya in crescendo a lo largo
del filme. El terror, a diferencia del misterio, no se resuelve al final. Va
creciendo desde sus propios fundamentos, desde las raíces bien agarradas. Eso
sucede en Smile.
La idea de la inversión se ve potenciada visualmente por la propia película, en la que determinados planos invertidos nos dan cuenta de ese cambio que se está produciendo.
Todo
esto no funcionaría sin la presencia de una actriz capaz de hacer que nos
sintamos proyectados en ella. Se trata de la actriz Sosie Bacon, quien realiza
una estupenda interpretación reflejando el inicial control superior de la
psiquiatra sobre sus pacientes y el camino gradual hacia un universo nada
racional. Sosie Bacon hace algo muy difícil para cualquier actor o actriz:
mantener esa línea de cambio de forma gradual y coherente. Ella es el centro y
la referencia de los espectadores, por lo que resulta esencial que ese camino
que recorre pueda ser compartido.
A su alrededor se crea un universo que va cambiando en su valoración al adentrarse en la locura en que se ve mezclada. Ese universo es el que le ofrece resistencia, la observa con extrañeza. El personaje de la doctora Cotter se encuentra incomprendida entre dos aguas; solo los espectadores sabes sus padecimientos.
Como
hemos señalada en alguna otra ocasión, el cine de terror ha redescubierto la oscuridad gracias a las
nuevas técnicas y dispositivos capaces de trabajar en condiciones de luz muy
bajas, lo que también aprovecha los humanos temores ancestrales de los
espectadores. El ahorro en luz de los filmes norteamericanos es cada vez mayor.
Lo que tanto nos cuesta aquí, se lleva drásticamente allí. Ironías aparte, la
fotografía pasa a ser un elemento esencial en la creación de ambientes y en
esas figuras que salen de habitaciones cada vez más oscuras.
La
realización, del filme, la escritura del guion y la interpretación de los
actores hacen de Smile un disfrute en donde se nos da mucho, pero también se
van desarrollando situaciones que se resuelven en lo inesperado. Lo
"esperado" es esencial en el género de terror. Es el juego entre lo
que esperamos ver y lo que se nos da a ver donde reside gran parte de ese
extraño placer en el sufrimiento en la sala.
Joaquín Mª Aguirre
Smile
(2022)
Director:
Parker Finn
Guión: Parker
Finn
Intérpretes:
Sosie Bacon, Jessie T. Usher, Kyle Gallner, Robin Weigert, Caitlin Stasey, Kal
Penn, Rob Morgan, Gillian Zinser, Judy Reyes, Jack Sochet...
Producción:
USA