Creo
que nada en la filmografía de Todd Phillips hace presagiar una película como Joker. Ni los resacones ni las otras muestras de su cine. Hace pensar un poco
sobre los destinos de los directores a la espera de salir del montón, de lo fácil y adentrarse en proyectos más personales y arriesgados. La película lo es y el resultado merece la pena.
como
como
Joker es una película visual, algo que no es una
obviedad. Las películas pueden funcionar desde muchos ángulos. Joker es imagen
pura, un poema visual del mal. El mal empieza como un foco que se concentra en
el centro del escenario hasta dibujarnos una sonrisa absurda y después inicia
un movimiento de retroceso hasta mostrarnos que la locura no es un hecho
aislado, sino un fenómeno colectivo, una presencia absoluta en el universo mostrado.
Hay
películas narrativas, construidas sobre una más o menos sólida historia que las vertebra. Joker tiene una gran ventaja, el personaje central es un icono de
una época que se ha dividido de forma maniquea entre Batman y el Joker. Aquí el Joker es el centro absoluto, lo que nos permite diseccionar la génesis del personaje. O quizá la nuestra como sociedad.
Batman será un vengador; los orígenes de Joker serán similares, nacido del
dolor y la injusticia, de la frustración, con un pasado que se le irá
desvelando en su negrura. El mundo, por mucho que haga, no podrá ser nunca suyo,
atacado de una risa incontrolable y desfasada. Su desgracia
proviene de esa incapacidad para reír al unísono, esa risa que resuena cuando los
otros callan y cesa cuando los otros ríen. El mundo va en otra dirección.
La risa
es la metáfora de la asincronía, es
decir, de la marginación social, del rechazo, del tipo simple, Arthur Fleck, que cae a todos mal
cuando intenta hacer reír. La imposibilidad de hacer reír es el
drama de aquel del que todos se ríen, el que es blanco de las bromas.
Solo al final, al
asumir el destino, Arthur se bautizará con el nombre que le dieron, Joker, el payaso. El
marginado se ha convertido en el monstruo que los demás propiciaron. Ha sido una estatua cincelada con los golpes que le han llegado de fuera. No creo que haya justificación alguna; la negrura de la sociedad lo explica sin necesidad de justificarlo.
Un gran
acierto de la dirección es la recreación de un mundo que se parece tanto
al nuestro que es el nuestro. Da igual que en un momento veamos a Chaplin en el cine y luego veamos la televisión. Gotham no es real, pero sí es fiel a la realidad.
La
cámara tampoco distingue entre la realidad y la mente perturbada del Joker. Es un
acierto en la dirección y en el guión pues permite dar una salida al personaje
concediéndole una profundidad psicológica por su deseo frustrado de amar, algo que se le escapa
incluso como recuerdo.
Hemos
señalado que quizá la forma más cercana para definir la película de Todd
Phillips sea la de poesía visual. El director no muestra la "belleza"
del mal, como algunos malos moralistas han señalado; marca más bien su ritmo,
su movimiento interno acompañado por la danza corpórea creada por Joaquin
Phoenix y la propia banda sonora, perfectamente adaptada tanto a las imágenes
como al imaginario ballet que Joker va elaborando y con el que se expresa el
dolor y la locura en paralelo hasta juntarse en un infinito dramáticamente
cercano.
La
interpretación de Joaquin Phoenix es un baile del dolor expresado por sus
contrarios, la risa y un cuerpo retorcido que transmite la angustia. El
discurso no es el medio de difundir lo que se quiere expresar sino la
construcción de la imagen para revelar la furia, la rabia; el movimiento
sincopado que transmite los quiebros internos y esa risa sin fundamento que
espanta, como la de un simple incontrolado.
Estupendo también Robert De Niro en su papel del presentador televisivo con su maldad para la burla. Representa esa incitación de los espectadores a reírse destructivamente de las personas. Arthur Fleck solo será Joker cuando sea bautizado en su aparición pública en su programa, en el que ha deseado aparecer toda su vida y para el que se ha ido preparando. De alguna forma es ese padre que no tuvo y al que admira.
Hay
hermosas imágenes por su fuerza y dramatismo. Los escenarios transmite la idea
de una ciudad, Gotham, que son nuestras ciudades, su agresividad y violencias
desatadas, su indiferencia egoísta y su furia bajo las máscaras de los payasos.
El
Joker se humaniza en la película, no se le ensalza. Y deberían pensarlo bien
los que le convierten en héroe. Es la profundidad del mal frente a la sencillez
de un bien que no está presente aquí más que como un deseo insatisfecho de
felicidad. El bien es solo un sueño en una Gotham oscura. La bondad que aparece
es el beso en la cabeza calva de un enano, una broma macabra que solo tiene
sentido en este universo retorcido. Solo uno le trató bien.
La atracción que el personaje de los cómics de superhéroes recibe por nuestro mundo es motivo de pregunta. Quizá porque sea el personaje más humano entre los villanos, cuya máscara -la sonrisa- es la que lucen muchos cada día, nos atraiga y fascine. Todos somos payasos.
Joker
(2019)
Director:
Todd Phillips
Guionistas:
Todd Phillips y Scott Silver
Intérpretes:
Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy, Brett Cullen, Shea Whigham,Bill Camp, Glenn
Fleshler, Leigh Gill, Josh Pais, Rocco Luna, Marc Maron, Sondra James, Murphy Guyer, Douglas Hodge