sábado, 20 de julio de 2019

El Rey León


La estrategia de Disney de pasar del dibujo al realismo funciona de manera muy diferente. Retomar sus propios clásicos y darle otra segunda vida es un arma peligrosa pues obliga a la comparación y en esta no siempre se ve el sentido de las nuevas producciones. Podríamos hacer abstracción de la película original, pero es la propia Disney la que lo evita y obliga a hacerlo mediante la repetición. A todos les gusta hablar la "operación nostalgia", pero estas películas suponen un reto en sí mismas.
En principio se critica a Disney por hacer lo mismo que se ha hecho con los Spiderman múltiples o los Hulk variados. ¿Por qué le ponemos tantos peros a lo que hace Disney? Quizá porque sus filmes forman parte de otro tipo de recuerdos y vertebran la historia del cine dedicado a la infancia desde que en 1939 Blancanieves surgiera como una nueva fórmula del entretenimiento destinado a la familia, una fórmula exitosa e innovadora que fue dejando sus clásicos en cada década superando sus propias crisis y resurgiendo con fórmulas y estilos adaptados a los tiempos.
Debo decir que, de las más recientes, no me gustaron ni Aladdin ni Dumbo, carentes de ritmo y emoción. Han de luchar contra sus fantasmas y muchos no consiguen superar el listón estético ya que el argumental es sabido y no plantea sorpresas. La única solución que tienen estas películas, por las propias condiciones auto impuestas, es la capacidad de seducirnos, es decir, de hacernos olvidar que sabemos lo que sabemos, que ocurrirá lo que sabemos que ocurrirá. Y eso no es fácil.


El rey león (Jon Favreau 2019) es una película enfrentada a un gran clásico, un clásico que nunca se ha ido desde su estreno, ya que se ha transformado en un exitoso montaje teatral que ha mantenido viva su memoria. No es fácil hacerlo.
John Favreau, actor y productor, es el director de las dos y bien valoradas primeras entregas de Iron Man, de la entretenida Cowboys & Aliens (2011), de la sencilla y eficaz Chef (2014) entre otras. Ya había dirigido el remake de El libro de la selva (2016) y está preparando para el año que viene la segunda parte.
Lo malo de El rey león es que es difícil aceptar estas películas prescindiendo de su sentido más allá de un plan de renovación de materiales o quizá simplemente de remozado. Es difícil verla como película más allá de lo que la tecnología ofrece. Es una estrategia global que se acepta o no.
Hacer el ejercicio de ver la película como si no existiera el original es un absurdo porque todo nos devuelve a ella, los planos, las palabras, la música... pese a las diferencias, que las hay. La única posibilidad de evaluarlas es en su propia línea, decir que es superior a Aladdin o a Dumbo, por citar algunas de las últimas producciones. Pero eso no le va a importar mucho a la crítica.
Podemos enjuiciarla desde el punto de vista técnico y señalar secuencias con buenos movimientos de cámara o las animaciones de algunos personajes. En este último sentido, nos enfrentamos a un problema que es el del antropomorfismo. El dibujo humanizaba a los personajes dotándolos de una distancia expresiva que se pierde desde el momento en que se avanza hacia el realismo. Podemos aceptar que un dibujo se exprese como un humano, pero ¿qué sentido tiene avanzar en el realismo fotográfico para entrar en la irrealidad de la expresión? Esto ocurre cuando se quiere lo imposible, hacer que un león exprese sentimientos de los que carece en la realidad. El repertorio sentimental es posible precisamente porque el dibujo nos distancia del animal real. Ahora se convierte en un problema cuando se intenta. Ningún pato realista sería capaz de imitar al Pato Donald, por poner un ejemplo. Tampoco tendría sentido.


Para mi gusto, la escena de Scar con las hienas en la noche, su número musical, es lo más resaltable precisamente porque se estiliza, se crea un momento en el que se rompe el naturalismo impuesto. Es entonces posible hacer resaltar la amenaza, la maldad del momento.
Un buen detalle y de justicia es que aparezcan en los rótulos los actores que ponen las voces en la versión española. Ya habrá tiempo de escucharla en versión original, pero es justo el reconocimiento de los que son las voces protagonistas. El absurdo es mantener en las versiones dobladas el reparto de los actores de la versión original.
Eso sí, los críos presentes en la proyección, muchos, aplaudieron a rabiar al final de la película en una calurosa tarde de verano. Ellos solo tenían que estar pendientes de lo que tenían delante. Los adultos somos complicados.
J.A.



El Rey León (2019)
Director: Jon Fravreau
Guión: Jeff Nathanson (guión), Brenda Chapman (historia)
Intérpretes: Álvaro Balas, Tomás Roca, Miguel Poisón, Manu Pilas (Simba) / Carlos di Blasi (Scar) / Alejandra Silvela, Laura Monedero, Eva María Cortés (Nala) / Pedro Tena (Mufasa) / Eduard Doncos (Zazú), Juan Fernández (Rafiki), Esther Solans (Sarabi), Alberto Mieza, Oscar Mas (Timón) / Miguel Ángel Jenner (Pumba)

domingo, 14 de julio de 2019

Annabelle vuelve a casa

La saga de Annabelle avanza hacia la claustrofobia, un mecanismo clásico, pero no exclusivo, del terror. Si veíamos hace unas semanas al "muñeco diabólico" dejar de estar poseído por espíritus, innecesarios ya con la inteligencia artificial, el deep learning y conectarse a la nube, la nueva entrega de Annabelle apuesta en cambio por un modelo mucho más clásico en lo que se ha convertido en el semillero del terror, el cine de los 70 y 80, que fue cuando se renovó el género, pasando de los viejos mitos de la época victoriana —los Drácula, Frankenstein, hombres lobos, etc.— a las versiones más cotidianas de los Screem, el Freddie de Pesadilla, el Jason de la matanza de Texas, o el mismo Chucky, por citar solo algunos. 
La nueva apuesta de los Warren y Annabelle va en una vía directa hacia una estética de los años 70 con una muy sutil y cuidada ambientación y fotografía. Este último apartado es muy destacable ya que el tratamiento del espacio (del que es esencial la luz) es fundamental en una película como esta, a la que habría que ir con linterna. La posibilidad de poder trabajar en unas condiciones de obscuridad casi absoluta y con luz muy natural hace que las condiciones de los filmes de terror varíen. En esto, la tecnología se alía con el género ayudando a crear las condiciones adecuadas para la historia.


La vuelta a un mundo sin teléfonos móviles tiene su sentido cuando juegas con la soledad y el aislamiento como bazas. Annabelle vuelve a casa es un película en la que la casa de los Warren es la protagonista. En realidad, la película es una construcción espacial que permite albergar el mal (el sótano con los objetos coleccionados por los Warren) y que se pasee por los diferentes pisos.
El argumento es también clásico del género, con canguro rubia cuidando a niña vidente. El primer acto nos ilustra en los poderes de Annabelle y cómo hay que controlarla. La segunda parte se basan en la prohibición "¡no abras nunca esta puerta!", que es el mejor incentivo para hacerlo.


Vera Farmiga y Patrick Wilson, como los Warren, ocupan la primera parte, ya que sus deberes de exorcistas y videntes les reclaman por el mundo. Queda la casa en manos de McKenna Grace (Judy, la hija vidente), Madison Iseman (Mary Ellen, la canguro rubia), Katie Sarife (Daniela Ríos, la amiga que la lía) y de Michael Cimino (Bob, el pretendiente a amigo y a cantante). Quizá los actores están en la parte más positiva, muy en su papel y dando vida al estereotipo. Como toda película de género, sigue sus reglas y tradiciones por lo que la historia es previsible y solo te queda esperar a que te den los sustos correspondientes, pasando a ser el arte de lo inesperado esperado.
Como Muñeco diabólico, como It, Annabelle juega con la infancia y adolescencia y sus temores e inseguridades. En eso se diferencia también de los viejos modelos del género. 
Es interesante cómo se reparte la acción en un espacio tan pequeño al diversificarla por cada uno de los protagonistas. Hay momentos en que están juntos, pero son los menos; en la mayoría, cada uno vive su apretada aventura en algún espacio perdido de la casa. Hay lugar para fantasmas en todos ellos. 
Con una hija vidente, el futuro de los Warren y el de su casa-museo de los espíritus está asegurado.


Me quedo con la interpretación de Katie Sarife, en una torturada por la culpa amiga, y con la dirección de fotografía, Michael Burguss, un buen profesional con trabajos que van de Los Vengadores  (2012), Los Juegos del hambre: Sinsajo parte 1 (2014) Wonder (2017), Logan (2017)  La monja (2018), Aquaman (2018), entre otros muchos, tanto como director de fotografía, como operador cámara, etc.
La dirección está en manos del guionista Gary Dauberman, el creador de la saga Annabelle (Annabelle (2014), Annabelle: Creation (2017)) del guión de la memorable It (2017) y de La monja (2018). Su estreno como director deja buenas sensaciones porque le ha sacado mucho provecho a muy poca historia. La idea es de James Wan y el guión y la dirección del propio Dauberman.
Es una serie B, especial para verano.

J.A



Annabelle vuelve a casa (2019)
Director: Gary Dauberman
Guionista: James Wan (historia), Gary Dauberman (guión)
Intérpretes: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Mckenna Grace, Madison Iseman, Katie Sarife, Michael Cimino


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