viernes, 3 de enero de 2020

Richard Jewell (2019)


Clint Eastwood continúa con su galería de personajes tratando de definir el complejo y contradictorio espíritu de los Estados Unidos. Richard Jewell es un brillante retrato con un personaje en el centro. Desde hace ya mucho tiempo, Eastwood es un artista consagrado, un director al que se respeta y probablemente se hace con una mezcla de razón y otra de devoción. Lo diré desde el principio: Richard Jewell me parece una película brillante y apasionante por las lecturas que ofrece.
Lo que Eastwood maneja es algo más que un biopic o una película documental, género y formatos que tienen sus propias maneras. Parte de una realidad conocida, el atentado de Atlanta durante las Olimpiadas en 1996 en el que una bomba oculta en una mochila produjo dos muertos y más de cien heridos, pero en el que se evitó una auténtica masacre gracias a la detección del artefacto explosivo por Richard Jewell, un vigilante jurado. Jewell pasará de héroe a sospechoso, cayendo desde lo más alto a las acusaciones contra él convertido en primer sospechoso. Eso es lo conocido.
Quiero diferenciar tres niveles en la película. El primero es el fílmico. La película de Eastwood, en este nivel, es impecable, del guión a la fotografía o el montaje..
El excelente guión de Billy Ray, basado en un artículo de la periodista Marie Brenner, define perfectamente el conflicto que se nos muestra, los personajes que maneja y una visión coherente de la realidad mostrada. Los artículos de Brenner ya han dado anteriormente buenos fondos de historias para películas como El dilema (The Insider, Michael Mann 1999), con Russell Crow y Al Pacino, en donde se nos mostraba la lucha de un científico que decide denunciar a las tabaqueras, y la más reciente La corresponsal (A private war, Matthew Heineman 2018), basada en un personaje también luchador e indómito, la corresponsal de guerra Marie Colvin. 


La mención a los artículos de Marie Brenner, origen de la película, no es mero dato, sino que nos sitúa en un patrón de personaje y circunstancias, la del personaje heroico que se enfrente con la verdad en la mano a lo más poderoso, ya sea la industria, el gobierno o la opinión pública. Son personajes cuyo valor es su capacidad de resistencia interior frente a las fuerzas que tratan de doblegarlos. Richard Jewell muestra ese patrón y eso encaja con los que Eastwood ha tratado de recoger en los últimos años y, si se mira con detalle, pueden rastrearse algunos en momentos más alejados de su carrera, en la que se va definiendo la heroicidad interior frente al fenómeno trivial y manipulable del héroe social, fabricado por los medios y convertido en "mercancía". El guión sabe dar forma a ese fenómeno y, por lo que parece, está ya la idea en el artículo de Brenner.
Desde la realización, Eastwood consigue uno de los mejores filmes de estos últimos años, muy por encima de algunos últimos en los que esa idea ha estado flotando sin un rumbo muy claro. El ritmo es el adecuado para la narración de la historia, llevado con una enorme precisión y variedad en cada secuencia. Aquí se juntan los valores del guión, la historia, y la forma que adopta en su traslado al fotograma. Se considera a Eastwood desde hace mucho tiempo un director clásico en su forma. Richard Jewell tiene el ritmo y los encuadres de un director centrado en su historia y que dado con la forma adecuada de contarla.


Un segundo elemento son los actores. Richard Jewell es Richard Jewell, el centro de la historia. La interpretación de Paul Walter Hauser es extraordinaria, es el centro de la historia y de la película. Pocas veces se puede ver a un actor desarrollando un personaje con un repertorio como el usado. El retrato que hace Eastwood con su modelo resiste hasta la prueba del personaje real en la pantalla. No es frecuente que en una película se inserten imágenes reales del propio personaje. Eastwood lo hace cuando vemos que en un televisor se nos muestra al verdadero Richard Jewell entrevistado. Hay que tener mucha confianza en que esas imágenes no crearán un abismo entre lo real y lo representado. Y no lo hacen por la propia realidad que el personaje irradia a través de la interpretación.
Es muy difícil dar complejidad al personaje de un simple, pero Paul Walter Hauser lo hace. Es capaz de darle interioridad a Jewell cuando todos los demás le consideran un idiota, zona por la que transita. El personaje del simple va creciendo por momentos ante el mundo que le rodea, en donde es manipulado constantemente. No sé si Paul Walter Hauser ganará el Oscar, pero se lo merece. Pocas veces encontramos interpretaciones capaces de dar vida a un personaje que ya la tiene en el mundo real.
En él encuentra Eastwood a su héroe de la inocencia frente a un mundo perverso, del FBI a los medios, de la opinión pública a las instancias oficiales. Es un mundo de mentiras e intereses, donde las cosas valen el dinero que producen, incluyendo un atentado terrorista.


Jewell no esta exento de un lado oscuro, autoritario, en su afán protector y alienado por su sentido institucional de la vida. En parte, la película tiene su centro en sacar a Jewell de su error de percepción del mundo. Es desde ese error profundo desde el que se explica su comportamiento ante lo que le ocurre y los que le manipulan.
Para acompañar a Paul Walter Hauser, Eastwood ha seleccionado un grupo de magníficos actores. Un estupendo Sam Rockwell da vida al abogado que intentará ayudarle, Watson Bryant. Rockwell es un gran actor a la espera de personajes que le hagan confirmar lo que evidencia en cada papel. Es el contrapunto de Jewell, el que debe asumir como complemento aquello de lo que el acusado carece. Kathy Bates está estupenda en el trabajo de la madre de Jewell, en un trabajo de detalles con los que se dota a su personaje. Se nos queda en la memoria borrando el número dibujado en el tupper, pequeños detalles que dan consistencia interior a un personaje.
Completan el cuadro de los principales, los villanos, Jon Hamm, como el agente del FBI Tom Shaw, que será quien lleve la investigación, y una estupenda Olivia Wilde, la ambiciosa periodista Kathy Scruggs, sobre la que Eastwood hace caer el origen de todos los males en su ansia de notoriedad para una Atlanta saturada por las Olimpiadas.
Es en este personaje, con un retrato ácido, donde se ha desatado la polémica en estados Unidos. Al ser un filme, "basado en hechos reales", las "licencias" si es que lo son suelen crear conflictos. Scruggs no ha llegado a verlo porque falleció (de una sobre dosis), pero ha escocido a la familia y al periódico en el que trabajaba, que se han lanzado contra Eastwood y la película. No quedan en buen lugar, desde luego.
Hay otros magníficos secundarios, como la "rusa" Nadya Light, interpretado con ironía por Nina Arianda, que da lugar a algunos toques de humor irónico, un elemento presente a través de determinadas situaciones en el filme.


Esto nos lleva al tercer nivel, el contextual. El retrato que hace Eastwood del universo americano se sostiene sobre tres pilares negativos: la instituciones (Policía, FBI, gobierno...), los medios de comunicación (representados por el personaje Olivia Wilde) y la opinión pública manipulable siempre y ávida de morbo.
Frente al héroe acosado, las instituciones (FBI, en este caso, a través de su agente Tom Shaw) y la prensa (Kathy Scruggs) muestran su connivencia para no parecer inútiles ante la situación. Un agente sin pistas y una periodista sin artículos que llevarse a la boca se alían en un punto en el que ya no hay posibilidad de retorno.
La polémica en Estados Unidos se refiere a que la periodista habría sonsacado con sexo al agente del FBI. La periodista está muerta y dicen que no puede defenderse, lo cual no deja de ser un buen argumento para negarlo todo. También se queja el medio de ser mal retratado. Según ellos, las querellas contra el periódico fueron desestimadas en su tiempo pues todo lo que publicaron era cierto: que Richard Jewell estaba siendo investigado. Pero lo que era rutinario se convirtió en "verdad" al ser publicado, lo que nos lleva a la manipulación de la opinión pública y a su volubilidad.
En realidad, Richard Jewell es el pivote sobre el que gira un mundo trivial y perverso, necesitado de noticias para mantener engrasada la maquinaria mediática que arrastra a las instituciones para satisfacer su demanda. Ese es el tema real de Richard Jewell. Es curioso que los escándalos vengan de defender la honorabilidad de los medios y la periodista (magnífica la escena en la que la redacción la aplaude recibiéndola como una heroína mediática).
Por su parte el guionista Billy Ray defiende su versión señalando que la periodista ya había tenido una relación anterior con el agente del FBI. De lo que no queda duda en el filme es de las artes de la periodista, cuyas descripciones reales no se alejan mucho de las que la película refleja, y Olivia Wilde interpreta a la perfección.


Pero el nivel contextual, va más allá en estos días del impeachment en los que el presidente Trump acusa al FBI (despide en 2017 a James Comey, su director) y a la prensa (enemigo del pueblo, según la definió). Por más que los acontecimientos se produzcan en 1996 y hasta la fecha de la aclaración de los hechos, los filmes se hacen como respuesta al propio tiempo, tienen un carácter dialógico. Eastwood nos sitúa  no en 1999 sino en los Estados Unidos de hoy, un mundo revuelto en el que la presidencia de Trump ha cambiado todas las relaciones. Es aquí donde el filme se dispara en posibles lecturas, las actuales, a las que no se puede renunciar en alguien que precisamente está tratando de expresar su visión de los Estados Unidos.
La Historia no son los hechos, sino el discurso que los selecciona, describe y representa en un momento determinado. Y ese momento es hoy. Eastwood ha escrito su historia; nosotros la vemos e interpretamos desde nuestro presente.
En última instancia, Richard Jewell es una reflexión (¿acusación?) sobre el poder destructivo de los medios y la sociedad que se mueve a su compás; sobre la fabricación de los héroes y lo fácil que que hacerlos caer, sobre la mentira que se disfraza de corrección informativa con la simple insinuación... sobre un montón de cosas que ocurren cada día en nuestro universo de "fake news".

El real Richard Jewell
Un filme magnífico, desbordante, de lo mejor de la obra de un Clint Eastwood que sigue sorprendiendo por eso que unos llaman vitalidad y otros sabiduría. Más allá de las polémicas, el filme se sostiene en su redondez, en su solidez narrativa y psicológica de los personajes.
Datos de audiencia. Me llamó la atención la falta de gente joven en la película. No creo que hubiera nadie por debajo de los 40 en la sesión a la que asistí. Donde llenan la sala es en la nueva Jumanji, a nadie parece interesarle la historia real y sí una mediocre franquicia dentro de un videojuego. Así nos va.
J.A.


Richard Jewell (2019)  
Director: Clint Eastwood
Guión: Marie Brenner (artículo), Billy Ray (guión)
Intérpretes: Paul Walter Hauser, Sam Rockwell, Brandon Stanley, Ryan Boz, Charles Green, Olivia Wilde, Mike Pniewski, Jon Hamm, Ian Gomez, Nina Arianda, Kathy Bates

lunes, 30 de diciembre de 2019

Cats (2019)


Fui a ver Cats  (Tom Hopper 2019) como el que lanza a la piscina con la advertencia previa de ya de que no hay agua. Fui por la curiosidad de saber porqué ha desatado la mayor reacción en contra de los últimos tiempos, de críticos a usuarios. Por una cosa o por otra, a nadie le ha gustado Cats. Tiene la puntuación más baja que recuerdo haber visto en la IMDB y en el mundo hay películas muy, muy malas.
Los lectores de este blog saben ya que no me gusta despellejar películas. Si no me gustan, sin más no pierdo tiempo en añadir más tiempo perdido escribiendo sobre ella. Lo que para algunos constituye un placer, para mí constituye una tarea insufrible y va en contra de mi propia naturaleza. Si no me gusta, como tantas otras cosas en la vida, prefiero asumirlas como propios. Por eso me ha llamado la atención esta tremenda unanimidad sobre una película que tenía todo a su favor, de un director premiado a una lista de artistas talentosos, y una historia exitosa sobre los escenarios. ¿Por qué es tan malo, pues, Cats? O, si se prefiere, ¿por qué no nos gusta?
En críticas escritas en este espacio he mostrado los aspectos más positivos de películas que no habían recibido mucha atención crítica y pocos espectadores. Recuerdo el caso de Midsommar (Ari Aster 2019), con la sala vacía y nula publicidad. Hoy está entre las listas internacionales de "lo mejor del año". Es frecuente que esto ocurra, que muchas películas de interés pasen desapercibidas. Por ello es menos frecuente que hasta la misma productora (hay titulares diciendo que la retiran de la "carrera de los Oscar") haga gestos de lo mismo. Me imagino incluso, que las presentaciones que se están escribiendo ya para los premios de este año, incluirán todas comentarios jocosos sobre los gatos, gatos negros, mala suerte, etc. Es el precio de la atención excesiva, la que ha logrado la unanimidad que habla de forma natural del "desastre" de Cats o titulares como "Un engendro en el tejado" (El País), "La PEOR película del Año" (La Zona Cero), " Is it a cat-astrophe?" (BBC), "The First Reviews of Cats Are, Well, A Catastrophe" (FuzzFeed).


¿Qué pasa, entonces, con una película que era una apuesta fuerte de éxito y que incluso fue sometida a una reconstrucción antes de su estreno para evitar lo peor? Pero ¿qué era peor que este resultado de público y crítica? Comentando con la gente del cine antes de entrar, me dijeron que había gente que abandonaba la película. No se produjo en mi pase, pero éramos tan pocos...
Creo que interesante saber por qué —al menos preguntarse— cuál ha sido el fracaso de Cats, la "cat-astrofe" de esta película porque sirve de algo aprender de los errores de este tipo. ¿Por qué si "Todos los perros van al cielo" (All The Dogs Go to Heaven, Don Bluth 1989), los gatos no pueden hacerlo?
En primer lugar, creo que hay que salvar a los actores. No es en ellos donde está el problema. Han hecho lo que les han dicho. Lo mejor de la película son ellos y, por encima de todos, esas dos glorias vivientes que son Dame Judi Dench (cuando aparece le sobra la piel, con la mirada es suficiente) y  Sir Ian McKellen (precioso su número). El trabajo de ambos actores, creo, es un indicador de por qué Cats no funciona. Podemos echarle, como algunos hacen, la culpa a la extraña caracterización de los actores como gatos, pero el cine ha sobrevivido a cosas peores. Quizá deberían haber salido con disfraces más tipo el "león" en El Mago de Oz, en opinión de algunos, pero no creo que esto sea el problema.


El problema de Cats es Cats. ¿Por qué no funciona el musical que ha batido todos los récords de premios y permanencia en los escenarios por todo el mundo? Creo que en la pregunta está la respuesta. Creo que Cats es la culminación de un movimiento que empezó hace algunas décadas de teatralización del musical cinematográfico.
Por más que el teatro musical haya ofrecido magníficas ocasiones para crear grandes musicales, el mayor problema se lo plantearon aquellos que se dieron cuenta que no es lo mismo un escenario teatral que una pantalla. Y hubo un tiempo en que esto estaba claro, muy claro. Si pensamos en un filme como West Side Story, uno de los grandes musicales de la historia del cine, tuvo que hacerse sobre una historia representada en los escenarios que representaba un barrio de Nueva York. Cuando se rodó la película, hubo que ir a las calles de Nueva York para restituirle lo que la estilización teatral había recreado. Es decir, tuvo que volverse a la naturalidad que el cine reclama por muy artificial que la propuesta sea. Puede que no esté muy claro qué es el lenguaje cinematográfico en forma abstracta, pero sí está clarísimo que no es el teatral. Y Cats es plenamente teatral. Es algo que a quien está sentado en una butaca de un teatro no le extraña, pero sí a quien lo ve en una sala de cine. Hay momentos en que intenta luchar contra su propia teatralidad, pero no consigue vencer ni convencer.
Su estructura narrativa (o la ausencia de la misma) es teatral. ¿Por qué? Hace tiempo que las artes del espectáculo se han empezado a pensar en términos de un marketing que crea franquicias. Una película es el envoltorio para llevar a la gente a las salas de teatro que es donde se va a hacer el negocio, además (en su caso) del correspondiente merchandising. Para eso se necesita que se establezca una interacción entre el espectáculo teatral y la película que se va a encontrar después y viceversa, el espectador que va al teatro debe reconocer la obra sobre el escenario y reconocerla en la pantalla. Se trata de crear una estructura válida para las dos obras. Pero no siempre funciona. 
Si pensamos en musicales como "Chicago" o "Nine", hacía explícito en la pantalla su montaje teatral. En unos casos ha funcionado mejor que en otros (en Chicago había una buena historia). La propia estructura de los musicales, cerrada por letra y música y la coreografía, ha contribuido a que se hiciera más complicada su libertad creativa fílmica. Se trataba de "fotografiar" un mundo teatral (como en el caso de la también fallida "Into the Woods"). El musical que mejor resolvió el problema del respeto coreográfico y su integración al lenguaje visual fue West Side Story, que la sacó a la calle naturalizándola.


Esta reducción del cine a filmar el teatro hace que en un caso como Cats se derrumbe porque Cats es una película sin apenas argumento.  Sobre un escenario esto no impide el disfrute de los números. Pero la pantalla es otra cosa, otro lenguaje, se necesita una historia. 
El cine es un medio narrativo y aquí apenas hay nada que contar más que una jerga mal explicada (los "jélicos", palabra repetida unos cuantos cientos de veces sin que lleguemos a saber de qué se trata realmente). Se nos queda finalmente en un compendio de... ¡teología para gatos!
El terrible final con las estatuas londinenses es representativo de lo ocurrido en el proceso. Nos damos cuenta que hemos asistido a un despropósito en el que el problema no ha sido hacer una película, algo sobre una historia. Comprobamos que lo espectacular de un escenario, un vestuario, una música, unos bailes... no son nada si no se acepta la naturaleza del medio, su lenguaje, sus propias leyes. Un número tras otro no crean una historia
Las peripecias que aquí se nos muestran son mínimas y más bien tontas. Bajo esto no hay nada que sostenga la película y como tal fracasa. Recordemos que Eliot solo escribió una rimas divertidas para niños, sin pretensión de historia alguna. 
Los que quisieron crear un espectáculo con ello lo hicieron levemente, a sabiendas de que el espectáculo teatral (como enseñan las "variedades" musicales) no necesitan estructura, si se piensa en "números" sucesivos. Pero eso es demasiado débil para una película que requiere una narración que la vertebre.
En tu recuerdo queda apenas nada, unas cuentas frases sobre la felicidad y consejos simbólicos, de dudoso cumplimiento, sobre cómo tratar a los gatos. Demasiadas metáforas y poca limonada.


Cuando hicimos la reseña de Mascotas 2 (no es una ironía) dijimos que la historia está por encima de los personajes, que se deben subir a ella. Dijimos entonces que la primera parte era ingeniosa, pero que la película avanzaba como tal cuando estos personajes ingeniosos se integraban en una historia común, en algo nos hacía interesarnos por ellos. En Cats se ve el ejemplo claro de las consecuencias de no seguir este principio básico. Un personaje tras otro caminando sin sentido, contando su propia experiencia, pero incapaces de ir más allá. Con cada número nos preguntamos, ¿qué sentido tiene si no hay conjunto? Eso se nos ofrece, un conjunto de piezas sin sensación de totalidad y menos de forma. Eso se paga.
Sobreviví a Cats por la curiosidad. No la que mató al gato, sino la que lo trajo al mundo de las pantallas de forma tan desajustada. La pregunta ahora es importante: ¿habrá servido para algo? No es trivial ni casual lo que ha sucedido. Vivimos en un momento en el que todo se convierte en musical (lo último, creo, la película Ghost). 


La crisis de inventiva y de taquilla del teatro ha hecho que el musical se convierta en el medio más conservador frente al teatro de "vanguardia". Todo se nos ha llenado de musicales desde hace más de una década, hasta las canciones de Mecano o Abba se convierten en musicales de éxito. Pero se están apretando demasiado las tuercas desde el teatro mismo. Ya no se piensa en el teatro, sino en ampliar el público extendiendo el espectáculo a través del cine por todo el mundo para volver a llenar las salas. Pero, como vemos, no es tan sencillo ni todo funciona. 
La publicidad negativa alcanzada mundialmente por la película hará pensar un poco. Mientras tanto se siguen buscando culpables para responsabilizar del fracaso de lo que se presumía era un éxito cantado. ¿Qué podía fallar? Paradojas gatunas.
J.A.


Cats (2019)  
Director: Tom Hooper
Guión/composición: T.S. Eliot (basado en "Old Possum's Books of Practical Cats"), Lee Hall y Tom Hooper (guión) y Andrew Lloyd Webber (compositor)
Intérpretes: Francesca Hayward, Taylor Swift, Laurie Davidson, Robbie Fairchild, Idris Elba, James Corden, Rebel Wilson, Judi Dench, Jennifer Hudson, Mette Towley, Ian McKellen, Naoimh Morgan, Jason Derulo, Ray Winstone, Laurent Bourgeois, Steven McRae, Danny Collins, Larry Bourgeois, Daniela Norman...

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