domingo, 5 de febrero de 2023

Almas en pena en Inisherin (Martin McDonagh 2022)


 Almas en pena en Inisherin (Martin McDonagh) es una película distinta a lo que estamos acostumbrados a ver y el primer problema es su clasificación, su adscripción a un género, algo que provoca su guion, lo que se nos cuenta y cómo se nos cuenta. Esto es un problema nuestro, no del filme; tratamos de clasificar nuestra experiencia cinematográfica en los cajones mentales construidos con nuestras experiencias. Y esta película va rechazando una a una las expectativas que nos vamos haciendo conforme avanza el filme. Cuando creemos que estamos en un filme, descubrimos que estamos en otro.

Esa experiencia, que no es fácil expresar o describir, dora a la película de una enorme fuerza, pues nos obliga como espectadores a ir asimilando la historia conforme los personajes avanzan en sus relaciones. Almas en pena en Inisherin es lo que su título nos propone. En su brevedad, es lo que nos promete y lo que cumple.


La historia que se desarrolla en ese pequeño pueblo aislado, una isla de paz frente a la que transcurre una guerra civil al otro lado del mar, de la que apenas vemos el humo de las explosiones en los bombardeos. Inisherin está lejos del mundo conflictivo, de la guerra. Todo es paz y tranquilidad, pero eso se puede convertir en un infierno de desesperación.

"Desesperación" es la palabra clave para dar sentido a lo que McDonagh nos ofrece en esta tragicomedia (término incompleto e insatisfactorio, una aproximación) que representan un estado interior, el de esas "almas en pena" a las que se refiere el título español.

La aproximación que se me ocurre, aquella que me llega a la memoria tras la visión del filme, es asociativa. No va a ningún filme, sino al Esperando a Godot, la obra de Samuel Beckett, un ilustre irlandés, al que esta sociedad virtual, de redes sociales, selfies, contactos, etc. tiene muy olvidado. McDonagh nació en Londres, pero creo que está más cerca de Beckett y de esa Irlanda extrema, simbólica que se nos muestra. 


En este sentido, la obra de McDonagh nos hace preguntarnos por una serie de términos que llevan a esa desesperación, a esa soledad, vacío profundo, que se puede sentir aunque se esté rodeado. De esta forma, se acerca a uno de los grandes temas contemporáneos: el aburrimiento y sus secuelas. En un mundo entretenido, como es el nuestro, un mundo-espectáculo donde el aburrimiento (Flaubert le dio forma) es cuestión de oferta y demanda. McDonagh nos muestra un mundo cerrado, de soledad compartida, alejado de cualquier posibilidad de entretenimiento que les saque de esa profunda soledad que todos combaten con la rutina, un gran invento para combatir el mal de la soledad que consume a los humanos. La película es un drama de lo ridículo expresado en ese espacio reducido y mágico que es el pueblo de Inisherin.

Cuando vamos adentrándonos en la historia, vamos descubriendo que lo que nos parecía una broma (desde nuestra posición en la sociedad del entretenimiento) es un drama profundo, solo a medias simbólico. Solo cuando vemos que lo que nos parecía retórico se transforma en literal nos damos cuenta de dónde estamos.

Para construir esta historia sobre el vacío y la desesperación no se nos muestran grandes diálogos ni grandes momentos. El vacío está vacío, es algo reducido a lo mínimo. Los paisajes idílicos no nos calman, ni los santos, cruces y vírgenes de las encrucijadas nos consiguen proteger de ese mal que nace de dentro y nos va destruyendo.

Para que esta historia mínima funcione y se mantenga en pie hasta el final, hace falta algo que ya tiene, una historia bien escrita (el guion de McDonagh es candidato a los premios Oscar, Bafta y otros premios importantes), unos buenos actores (también Colin Farrell, Brendan Gleeson y Kerry Condon también lo están) y un buen director. McDonagh lo es. Lo demostró con otra película atípica, Tres anuncios en las afueras (2017).

La película es meritoria y demostrativa de que en el cine se pueden hacer muchas cosas que funcionen más allá de las grandes entradas de taquilla. Hay sitio para Avatar y para películas como esta, reducidas a mínimos.

Las interpretaciones de los tres protagonistas son meticulosas y nada fáciles, pues es lo que llevan dentro y no manifiestan, lo que es importante para la historia. Es especialmente brillante la interpretación de Kerry Gordon en el papel de la hermana y, no se nos puede olvidar, la brillantísima actuación del joven Barry Keoghan, en su difícil papel, capaz de darles las réplicas a todos los otros actores en varias escenas memorables, como la que tiene con Kerry Gordon.

En el filme tienen importancia los animales, compañía de los humanos. Me parece una labor inteligente del director mostrar una estructura clásica de plano-contraplano utilizando a los animales, observadores de ese mundo de sus amos y que acaban siendo parte de su mundo más cercano. No son elementos ambientales, sino parte intensa de la trama.

El filme es una pieza delicada, alejada de los estándares habituales. Es un drama moderno, una fábula llevada a otros tiempos e intemporal. No es una historia "irlandesa", sino universal, un drama humano, beckettiano, en tiempos en que tapamos nuestras vergüenzas con ansiolíticos y matamos el tiempo pegados a un teléfono, placebos cuya retirada causa violentas reacciones y en ocasiones sangrientos dramas.

Una aclaración: el título original es "The Banshees of Inisherin". El término "banshee" se refiere a un tipo de bruja en Irlanda cuya presencia y gritos anuncia la muerte de un familiar. Refuerza ese carácter de fábula que la historia tiene y permite comprender mejor algunas de las cosas que ocurren. 

Joaquín Mª Aguirre

 


Almas en pena en Inisherin (The Banshees of Inesherin 2022)     

Director: Martin McDonagh

Guionista: Martin McDonagh

Intérpretes: Colin Farrell, Brendan Gleeson, Kerry Gordon, Barry Keoghan...

Producción: Irlanda, Reino Unido, USA

 

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