domingo, 21 de febrero de 2021

Nuevo Orden (2020)

 La lógica del poder


Nuevo Orden  (2021), dirigida por Michel Franco (Ciudad de México 1979), es desasosegante desde su primera imagen hasta la última. Lo que hay entremedias es un ejercicio de disección social realizado sin anestesia, golpeando cada plano en la cara del espectador.

Nuevo Orden es una película que no puede dejar indiferente, tanto por su violencia explícita como, algo peor, la implícita en cada situación, la que aflora en las circunstancias aparentemente más inocuas.

La película de Michel Franco es una máquina de pulverizar los tópicos que nos sirven como defensa, quizá como esperanza del buenismo que nos rodea. Nuevo Orden es una película injusta porque el mundo es injusto, desagradable porque el mundo puede ser muy, muy desagradable.

No dudo que existan momentos de felicidad, pero lo que la película nos muestra es otra dimensión, la del poder, un poder que se mantiene y se ejerce con violencia, que sostiene la estructura social bajo una aparente oposición al caos. Pero ambos, poder y caos, no se oponen, sino que se unen en la violencia, ya sea la de arbitrariedad y el sin sentido, o la del exceso de sentido. El caos, se nos dice, trae ese "nuevo orden" que no implica justicia, paz o cualquier otra dimensión positiva, sino pura represión.

No sé si se podría haber hecho en otro lugar que no fuera México, pero sí que es escenario ideal para plantearla, un espacio en el que las hermosas palabras no sirven de nada ni llegando desde los sucesivos presidentes México es un espacio arrinconado por la violencia donde están acostumbrados a morir sin que haga falta una explicación, simplemente estabas allí, y donde no queda la esperanza de que alguien venga a salvar a nadie, porque el destino de los buenos es perecer por confiados. Aquí no hay golpes de fortuna, ni Sexto de Caballería, ni héroes con o sin capa. Hay lo que hay, un orden social con alfileres, basado en el abuso, en el miedo. Hasta que estalla.



El filme es violento y sin concesiones, quizá porque no es fácil contar una historia sobre la violencia de forma pacífica. La historia es inapelable en su lógica —la lógica del poder— por más que el espectador luche con su deseo de que le muestren el mundo de otra manera, poder salir de la sala con una esperanza. Pero esto no es así y si va a verla debe aceptar que esto se parece más a lo que no se ve todos los días que a los nos cuentan cada día.

No es violencia gratuita. Es violencia, la que ejerce la injusticia, que tiende al caos, a la revuelta, a una revolución sin reglas, solo con explosiones; y es violencia represiva, organizada, en donde no es posible pedir justicia porque esa es una palabra que viene de un mundo diferente, de otro mundo, lejano, distante, quizá inexistente.

Puede que nos cuente, como comprendemos, que el bien triunfa, que el orden es restaurado, pero en el camino hemos perdido la inocencia, algo con lo que salimos del cine, borrada la inocencia de nuestras alma. Alguien nos engaño: no nacemos en pecado, por el contrario es la pérdida de la inocencia la que nos hace ver el universo perverso.

Quizá tranquilice al espectador pensar "son cosas de México", de ese México del que nos llegan inquietantes noticias, pero tan lejano como para creer que es muy distinto del resto del mundo... donde reina el orden y la justicia.



La película cuenta la historia prescindiendo de nuestros deseos u opiniones. Es como un tren de alta velocidad derribando los obstáculos de nuestros prejuicios, de nuestros deseos de que se nos muestre algo distinto, una salida.

Los personajes —magníficamente interpretados, bien colocados en sus papeles—  son piezas arrastradas por esa corriente provocada por la explosión inicial y las demás que van ocurriendo en cadena. Pronto compremos que el fuego que se ha iniciado ha prendido rápidamente por las propias condiciones que les rodean. Nada ocurre espontáneamente. Eso es lo que nos permite ver inteligentemente la escena de la boda, un retrato de una clase social que ha ido acumulando riquezas e injusticias, que cree tener en sus manos el control, que no es más que una pieza prescindible, una excusa para que llegue ese orden nuevo del miedo.



Película sin concesiones, un auténtico golpe a la parte baja de la conciencia. Un aviso, quizá, de que mirar para otro lado tiene sus consecuencias, que la sorpresa solo está en función de nuestra ignorancia.

Muchas películas terminan con una boda. Esta, como El padrino, comienza con una... Un principio feliz frente al final feliz que se nos ofrece en demasía. A veces el cine deja de ser la fábrica de sueños.

¿Cómo clasificamos una película así: "fantasía política", "thriller político"...? Podemos encontrar muchas de sus hechos repartidos por el planeta. No, no hay fantasía, quizá porque la violencia del poder es duramente real, duramente indiferente a los detalles de las vidas de los insectos que aplasta con su bota, como imaginaba Orwell. Habría que encontrar paralelismo con el cine político francés, italiano o alemán de los 70, con algunas de sus películas más duras. Esta carece de héroes, de revolución alternativa. Solo hay maldad anónima, enmascarada; el único puesto honorable es el de víctima, que no entiende su condición, solo la padece.

Michel Franco ha construido una historia con un ritmo endiablado y una lógica interna aplastante, evitando las tentaciones. Bien contada, bien dirigida. Inmisericorde.

Joaquín Mª Aguirre

 

 

Nuevo Orden (2020)    

Director y guionista: Michel Franco

País: México

Intérpretes: Naian González Norvind, Samantha Yazareth Anaya, Dario Yazbek Bernal, Patricia Bernal, Diego Boneta, Analy Castro, Fernando Cuautle, Mónica Del Carmen, Zamira Franco, Ximena García,  Claudia Lobo, Roberto Medina, Eligio Meléndez, Eli Nassau, Lisa Owen...



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