Si hay un cine que podemos identificar con un solo plano es el de Wes Anderson. Las películas de Anderson se construyen plano a plano y nosotros, espectadores, vamos a través de esta sutil arquitectura en la que se juega con nuestra visión y comprensión, en la que se alternan los modos narrativos y plásticos, los formatos o el color. Con La Crónica Francesa Anderson ha construido su pirámide de Keops, su obelisco, su especial monumento a una forma personalísima de entender el cine.
Vaya
por delante: he disfrutado de cada uno de los momentos de esta película sutil y
disparatada, de comicidad peculiar, en la que todo está compuesto al milímetro
dejando al descubierto el cine sin secretos de Anderson.
El
punto de partida es la translación a la pantalla de un número de la revista
norteamericana, La Crónica Francesa,
antes llamada Picnic, y un suplemento
de un periódico de Kansas, en los Estados Unidos. La Crónica Francesa es una
publicación que se ocupa de llevar Francia a esos norteamericanos que no
llegarán a pisarla nunca o, si prefiere, que soñarán con esa Francia que les
cuentan sus reporteros. La película nos ofrece tres amplios reportajes más las
piezas inicial y final que componen ese número de la revista.
Las
tres historias "francesas" que se cuentan son, pues, tres reportajes
distintos, tres historias a cargo de diferentes reporteros que, desde Francia,
han intentado comunicar a sus lectores los hechos y el espíritu de una Francia
que es a los ojos de sus espectadores (nosotros) cada vez más delirante,
mientras que es para sus lectores un testimonio de esa "Francia real"
que les hacen llegar. Las reglas del juego están claras: será la personalidad
de cada reportero la que perciba primero y narre después esa Francia peculiar.
Los
tres episodios o reportajes son: el arte de un criminal encerrado en la cárcel
al que los promotores de arte quieren controlar; una revolución política
juvenil, especie de "mayo del 68", que se resuelve a través de
partidas de ajedrez con la participación de la "vieja periodista"; y,
finalmente una disparatada historia en la que se entremezcla la gastronomía con
el crimen, en una llamada "cocina policial". Cada vez que pasas a la
siguiente tienes dudas de saber con cuál quedarte. Cada una tiene entidad
suficiente y marca, con claridad, de página de inicio a final, su reportaje en
La Crónica Francesa.
A Wes
Anderson les está empezando a pasar lo que ocurrió durante una época con W.
Allen, que todos quieren estar en sus películas, lo que suele ser un indicador
importante de reconocimiento. No creo que exista presupuesto capaz de pagar
tanto talento interpretativo como hay en la película de Anderson. La lista de
actores y actrices es interminable, primeras figuras que hacen pequeños
papeles, me imagino que casi por el placer de estar allí, entusiasmados por el
cine original de Anderson. Cuando los intérpretes llegan a ciertos niveles, el
aliciente suele ser es orgullo de formar parte de un proyecto distintos, de una
película que les aporte originalidad en un mundo rutinario, casi mecánico en el
que se mueve la mayoría del cine.
En el
primer "artículo" tenemos como los tres actores principales a Benicio
del Toro, Adrien Brody, Tilda Swinton y a Léa Seydoux, recién salida del último
Bond; en el segundo reportaje tenemos a Thimotheé Chalamet, Frances McDormand y
a la argelina Lyna Khoudri; en el reportaje final, mucho más repartido, tenemos
Jeffrey Wright, a Mathieu Almalric, Stephen Park, Christoph Waltz, Liv
Schreiber, Edward Norton, Saoirse Ronan, Willem Dafoe... entre otros. Los integrantes
de La Crónica Francesa no quedan atrás, desde su director Bill Murray a Owen
Wilson pasando por Elisabeth Moss. Otros muchos actores como Anjelica Huston,
Jason Schwartzman, Henry Winkler, Tony Revolory, Bob Balaban... y decenas más
en un reparto que incluye a una gran cantidad de actores franceses.
El
centro del filme de Anderson, su motor, está compuesto por el estereotipo de lo
"francés" entremezclado alrededor de los tópicos del
"arte", la "revolución juvenil" y la "cocina".
Sobre estos tres ejes franceses, Anderson va sumando elementos hasta llegar al
absurdo en cada una de las historias.
El guión está acorde con la historia; las palabras, los diálogos son "pseudo franceses" hasta la médula. La historia en su conjunto está bien creada partiendo de sus propios genes, los creados por Anderson y sus compañeros guionistas. Cada historia-reportaje reúne "lo francés", la peculiar forma de contarlo desde la personalidad de cada uno de sus redactores y esos destinatarios finales, los lectores distantes perdidos en el centro de los Estados Unidos, para los que se escribe y corrigen los textos en la redacción, bajo ese cartel que indica "Aquí no se llora", lema del director.
Hay
ingenio en cada diálogo, es "francesidad" incorporada a los
personajes para hacer encajar el conjunto. Esta "forma gala" se
extiende en todos los niveles, tanto en los visuales como en los narrativos. Es
decir, por ejemplo, la pareja de gendarmes en bicicleta que cruzan por la
pantalla es una forma de marcar "lo francés" de forma icónica. Los
ejemplos se multiplican en un espacio que, lógicamente, se tuvo que trasladar a
Francia —la ciudad de Angoulême— para poder superponerse a sí mismo.
La obra se "narra" desde diferentes medios, de la obra de teatro sobre un escenario a los cómics o el cine animado, de la conferencia ante un auditorio a la entrevista televisiva, junto, por supuesto, con las propias páginas que componen La Crónica Francesa, que nos pueden llegar también de forma oral, como en el caso del reportero cuya memoria le permite repetir, palabra por palabra, todo lo que ha escrito.
Los formatos de pantalla cambian a lo largo del filme, de la misma forma que se pasa del blanco y negro al color y de este al blanco y negro de nuevo. Los personajes quedan congelados en pantalla mientras que algunos continúan con la libertad de moverse. Pasamos de fotogramas estáticos a otros terriblemente dinámicos. La película es un repertorio de lenguajes posibles, de encuadres, de movimientos y de planificación. La película hace literal las palabras, las convierte en imágenes; las imágenes son naturales y a la vez tópicas, mostrando la Francia que esperamos ver, la que hemos construido en nuestra imaginación a través de todo tipo de discursos recibidos. Por eso podemos recordar a través de ellas cuadros (como el baño de Thimotée Chalamet) o canciones.
El cine de Wes Anderson ha logrado unir todo esto en una película de humor sutil, de ironía constante, ritmo imparable. Simplemente cine.
Joaquín Mª Aguirre
La Crónica Francesa (The French
Dispatch 2021)
Director:
Wes Anderson
Guionistas:
Wes Anderson; historia por Roman Coppola, Hugo Guinness, Jason Schwartzman
Nacionalidad: USA
Intérpretes: Benicio del Toro, Adrien Brody, Tilda Swinton, Léa Seydoux, Thimotheé Chalamet, Frances McDormand, Lyna Khoudri, Jeffrey Wright, Mathieu Almalric, Steve Park, Christoph Waltz, Liv Schreiber, Edward Norton, Saoirse Ronan, Willem Dafoe, Bill Murray, Owen Wilson, Elisabeth Moss, Anjelica Huston, Jason Schwartzman, Henry Winkler, Tony Revolory, Bob Balaban...