Confieso
que no iba con muchas esperanzas a ver el Napoleón
de Ridley Scott. No me había animado a ello el tráiler que había visto
anteriormente en otras sesiones. Por el mismo motivo debo confesar que he
disfrutado de ese Napoleón, de esas dos horas y media de metraje en el que se
nos vuelve a presentar el personaje.
He
seguido con agrado el suceder de las imágenes, los cambios de lo personal
llevado hasta lo vulgar y de lo grandioso llevado hasta la barbarie. Creo que
en ello reside esta especie de biografía anti biográfica, este canto —entre
grandioso y ridículo— de un personaje que nos muestra que la Historia se
escribe a base de muertes y ego.
Creo que uno de los aciertos de Scott es haber convertido esta película en una sucesión de "episodios", ¿qué otra cosa es la historia? Percibimos sin perjuicio alguno esos saltos a los momentos estelares en la historia, a esos momentos en los que la muerte llega a los campos de batalla. En este sentido, el guion de David Scarpa es magnífico en su labor de costura (unión de los episodios) y bordado (dibujo de los personajes y el contexto). El resultado final es esa certera mirada sobre lo próximo y el fondo del lienzo histórico.
La recreación
espectacular de los momentos de las carnicerías sin fin no tiene como objetivo
hacer una película bélica, como en muchos otros filmes, en los que se disfruta de esa espectacularidad. Scott ha
buscado otra cosa, otra dimensión de lo bélico, especialmente contrastada con
esa indiferencia de los gobernantes que sencillamente no piensan en el
sufrimiento de sus decisiones para los que están allí.
Hay un
gesto que se repite en Napoleón a lo largo de la película: se tapa sus oídos
tras dar la orden de disparar de los cañones. Scott centra en ese signo la
simbolización que le quiere dar al filme, su sentido al personaje.
A cada
batalla que se nos muestra en pantalla, Scott le da un tratamiento unitario, un
cierto estilo marcado por el propio espacio, por sus características. Cada batalla
es esa conjunción del momento ajustado a un espacio propio que define la
acción. Eso hace que su propia filmación sea única.
Los
espacios de los palacios definen igualmente el marco de la vida de Napoleón,
posteriormente de Napoleón y Josefina, magníficamente interpretados por Joaquín
Phoenix y Vanessa Kirby, que escenifican su propia guerra a lo largo de su vida
juntos y separados.
El
filme recoge una visión del personaje histórico que roza lo bufo en ocasiones.
¿Cuál es el Napoleón verdadero, el que nos cuentan los biógrafos que buscan
crear una figura en el panteón de los grandes hombres? Scott le da un tono a
Napoleón que Phoenix traslada al personaje con acierto. No se trata de si es
"cierto" o si "se acerca al Napoleón real". No hay un
"Napoleón real", sino una construcción desde un punto de vista que lo
puede mostrar "heroico", "megalómano", "vulgar",
"despiadado"... según el interés. Lo único "real", que se
nos da en los rótulos finales, son las muertes que la gloria conlleva.
El
filme de Scott nos da tres planos para contarnos al personaje: el del campo de
batalla, el de las intrigas y relaciones políticas tanto francesas como
europeas para hacerse con el poder en cada nivel, y finalmente el de la vida
privada, en donde se muestran las relaciones de Napoleón y Josefina. El gran
Napoleón, el estratega, el político audaz, por un lado, y el amante vulgar,
zafio, superado por una Josefina que hace del sexo su arma y de la natalidad su
fracaso.
Hay muchas secuencias memorables en la película, como las que nos muestran a Napoleón frente a la momia en Egipto, la de la huida perseguido por los diputados cuando pretender hacerse con el poder en el triunvirato, la batalla de Austerlitz o la final de Waterloo.
Creo
que el Napoleón de Ridley Scott es
una buena película a la que el tiempo dará solera y maduración. Encontrará su público,
algo que no va siendo fácil para muchos cineastas de generaciones anteriores,
enfrentados hoy a una forma de ver, hacer y criticar cine que carecen de
sintonía.
Scott
no ha hecho esta película para el público mayoritario de hoy. Es una película
hecha para sí misma, con un estilo diferente, una fotografía diferente y una
forma de contar diferente a lo que se está haciendo.
Es, junto a Oppenheimer (Christopher Nolan) y Los asesinos de la Luna (Martin Scorsese), una de las tres películas grandes de 2023. Son películas grandes y grandes películas, son películas que son de enorme riqueza y calidad, pero no hechas para un público cada vez más cercano a fórmulas contrarias. Las tres películas definen un momento en el que el proyecto se opone al cálculo previo. Son tres cineastas de peso que deciden hacer tres películas contracorriente, apostando por el cine, por su historia, pos su evolución, más que por la taquilla, a la que no hay que despreciar, pero tampoco idolatrar. Hay muchas formas de definir el éxito.
La
película de Ridley Scott está llena de amor por el detalle, por el ajuste a la
realidad del momento, la realidad de los palacios y alcobas, la realidad de los
campos de batalla. Merece la pena ver este Napoleón que nada tiene que ver con
los napoleones anteriores, sin gloria. Obsérvese si no el momento de su muerte,
una genialidad simple que nos dice mucho de lo que el filme contiene.
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Napoleón (2023)
Dirección: Ridley Scott
Guion: David Scarpa
Intérpretes: Joaquin Phoenix, Vanessa Kirby, Tahar Rahim, Rupert Everett, Mark Bonnar, Ben Miles, Riana Duce, Ludivine Sagnier, Edouard Philipponnat, Miles Jupp...
Producción: USA
Duración: 158 minutos
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