viernes, 15 de noviembre de 2019

Le Mans '66 (2019)

El hombre, la máquina, el sistema
No soy aficionado a las películas de carreras, quizá a La carrera del siglo (Blake Edwards 1965), rodada un año antes del momento en que esta Le Mans '66 en su título español y con título original Ford vs Ferrari tiene lugar. Esto dice del planteamiento publicitario en estos tiempos de confrontaciones y nacionalismos populistas. Pese a todo, creo que es meramente circunstancial, lo más superficial de la película. Hay una lucha más fuerte que la que se da entre Ferrari y Ford, dos empresas y sus países. Es la que afecta a las personas y a los sistemas.
La película está magníficamente dirigida por James Mangold, un director con buenos títulos en su historial, como Logan (2017), Inocencia interrumpida (1999), Cop Land (1997) o la biografía de Johnny Cash, En la cuerda floja (2005). Las películas anteriores son muy distintas, pero todas ellas tienen sentido dramático y buen ritmo. Le Mans '66 tiene las virtudes que Mangold ha ido mostrando cuando le han dejado en estos años de carrera.
La película funciona como una máquina perfectamente engrasada, con los segundos contados. Dura dos horas treinta minutos y nos trasladamos a Le Mans exactamente tras una hora y cuarenta y cinco minutos. Los 45 minutos finales son los que cubren la carrera y el epílogo. La primera parte ha sido una meticulosa preparación del duelo final que se decide a varias bandas.
Pese a ser una película con personajes históricos, es decir, reales, con sus acontecimientos conocidos, lo importante es que la película avance con su propia dinámica, arrastrándonos a través de los nudos narrativos, proponiendo su retos y alcanzando sus desenlaces propios. En eso la película cumple a la perfección, a lo que ayudan el sólido guión y el preciso montaje tanto de las secuencias unas con otras (los engarces de la historia), como el de los planos dentro de cada secuencia (el desarrollo visual).
Pero cualquier obra que se queda solo en lo que se ve, queda coja. La obra de Mangold, guionista, escritor o ambas cosas de algunas de sus mejores películas, es una gran metáfora americana, la del espíritu indomable, la del individualista, frente al sistema. Y el sistema en este caso es nada menos que uno de los símbolos nacionales, el automóvil. La sutileza es que en este caso hay que distinguir entre el Ford y la Ford, entre la máquina y la empresa, entre el objeto creado por personas que dejan lo mejor de sí y la maraña de burócratas y advenedizos ambiciosos, carentes de genio, intrigantes, que forman las compañías. El genio inicial de Henry Ford se ha perdido por el camino en la poderosa industria que hace dinero y más dinero, en manos de Henry Ford II. Pero, como se nos recuerda expresamente en la película, Henry Ford II no es Henry Ford. Solo está al frente de una compañía.


Que las historias se repitan no tiene nada de particular. Algunos teóricos sostienen que el número de tramas posibles está fijado, pero que se pueden contar de muchas maneras. Esta historia la hemos visto en manos de directores, por no salir de los Ford, como un John Ford entre otros muchos. Son las historias en las que los bancos ganan siempre y los perdedores se alejan melancólicos para perderse en el desierto o son llorados por sus sencillos camaradas de armas. Son historias melancólicas de perdedores que no se lo merecen y ganadores que tampoco, mostrando así que lo importante no es ganar sino la dignidad con que se vive la vida. En términos de la película, la "vuelta perfecta", el momento en el que el hombre y la máquina, su creación, se hacen uno.
Son dos horas y media de película en la que se va tejiendo una historia humana con todas las facetas que se muestran en un mundo de tiburones. Es la distancia entre el mono azul de mecánico y la manos de grasa y los caros trajes oscuros en los cómodos despachos. Unos comen un bocadillo en los boxes, mientras otros son recogidos en helicóptero para llevarlos a cenar a un restaurante. El mundo se divide en dos y los que quedan en medio intentando resolver lo irreconciliable.
Los actores están magníficos, tanto los protagonistas,  como los personajes de segundo nivel y los secundarios que forman los equipos de unos y otros.
Los dos principales papeles —las buenas películas americanas tratan de la amistad, de la camaradería y sus altibajos— están encomendados a Matt Damon, como Carroll Shelby, y a Christian Bale, en el papel del piloto Ken Miles, un mito de la conducción deportiva. Caitriona Balfe está magnífica como Mollie Miles, con dos escenas estupendas, la del coche que conduce con Bale, y su llegada al hangar durante la carrera que se está radiando. El joven Noah Jupe cumple su papel de mirada admirada sobre su padre, Ken Miles, usándolo como percepción exterior en muchos momentos del drama.


Vemos a Jon Bernthal en un papel con un tono poco usual, interpretando con gran convencimiento a Lee Iacocca. Es el contrapunto a un Josh Lucas al que vemos en su despreciable papel de Leo Beebe, el trepa sobre el que recaen todas las iras de dioses y espectadores. Le está bien empleado el peinado, por perverso ¿o quizá es al revés? Tracy Letts está magnífico en su papel de Henry Ford II, una roca de confianza poderosa, todo ello como preparación de su secuencia a bordo de uno de los coches de carreras. Estupenda secuencia.
Entre el resto de los actores, especial mención mereces el veterano Ray McKinnon, presencia discreta, constante y eficaz a lo largo de casi toda la película, uno de esos personajes que parecen no tener definición, pero cuya presencia es esencial en las tramas y pantallas. Perfecto en su papel de Phil Remington.
La película tiene una estética que nos lleva a través de la planificación y el color a los años 60. En este sentido, la ambientación es solo una parte. Hay una voluntad estilística, sobre todo en la primera parte, de esa conexión con los filmes característicos de la pasión por las grandes carreras de la década de los 60.
Una mención especial la merece la música. Se trabaja con dos formas distintas, la ambiental, que nos crea un cierto ritmo y situación, pero hay secuencias en las que la música tiene una función. Escuchen el contrabajo que suena y cómo suena en la secuencia en la que los enviados a Italia le llevan a Henry Ford II la respuesta de Ferrari. La música es una de las mejores piezas de esta catedral que es la película, con sus arquitectos y constructores, levantada pieza a pieza hasta dotarla de una personalidad propia.


Son dos horas y media de película que se pueden disfrutar por aquellos a los que nos les gustan los coches o no tienen carnet de conducir, como es mi caso. La virtud de una buena película sobre carreras de coches es que no te acaben importando los coches sino quienes los pilotan. En realidad ese es el drama central de las películas, las diferencias de temperamentos entre quienes construyen los coches y los pilotan y quienes los venden. Esa diferencia llega incluso hasta a quienes los compran, llamados por la fama y el prestigio que otros alcanzan, pero incapaces de relacionarse con ellos "hasta hacerse uno en el espacio y el tiempo".
J.A.


Le Mans '66 (Ford vs Ferrari 2019)
Director: James Mangold
Guionistas: Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y Jason Keller
Intérpretes: Caitriona Balfe, Christian Bale, Matt Damon, Jon Bernthal, Noah Jupe, Josh Lucas, Ray McKinnon, JJ Feild, Jenelle McKee, Wyatt Nash, Tracy Letts, Adam Mayfield

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