Nuevo Orden es una película que no puede dejar
indiferente, tanto por su violencia explícita como, algo peor, la implícita en
cada situación, la que aflora en las circunstancias aparentemente más inocuas.
La
película de Michel Franco es una máquina de pulverizar los tópicos que nos
sirven como defensa, quizá como esperanza del buenismo que nos
rodea. Nuevo Orden es una película
injusta porque el mundo es injusto, desagradable porque el mundo puede ser muy,
muy desagradable.
No dudo que existan momentos de felicidad, pero lo que la película nos muestra es otra dimensión, la del poder, un poder que se mantiene y se ejerce con violencia, que sostiene la estructura social bajo una aparente oposición al caos. Pero ambos, poder y caos, no se oponen, sino que se unen en la violencia, ya sea la de arbitrariedad y el sin sentido, o la del exceso de sentido. El caos, se nos dice, trae ese "nuevo orden" que no implica justicia, paz o cualquier otra dimensión positiva, sino pura represión.
No sé
si se podría haber hecho en otro lugar que no fuera México, pero sí que es
escenario ideal para plantearla, un espacio en el que las hermosas palabras no
sirven de nada ni llegando desde los sucesivos presidentes México es un espacio
arrinconado por la violencia donde están acostumbrados a morir sin que haga
falta una explicación, simplemente estabas allí, y donde no queda la esperanza
de que alguien venga a salvar a nadie, porque el destino de los buenos es perecer
por confiados. Aquí no hay golpes de fortuna, ni Sexto de Caballería, ni héroes con o sin capa. Hay lo
que hay, un orden social con alfileres, basado en el abuso, en el miedo. Hasta que estalla.
El
filme es violento y sin concesiones, quizá porque no es fácil contar una
historia sobre la violencia de forma pacífica. La historia es inapelable en su
lógica —la lógica del poder— por más que el espectador luche con su deseo de
que le muestren el mundo de otra manera, poder salir de la sala con una
esperanza. Pero esto no es así y si va a verla debe aceptar que esto se parece
más a lo que no se ve todos los días que a los nos cuentan cada día.
No es
violencia gratuita. Es violencia, la que ejerce la injusticia, que tiende al
caos, a la revuelta, a una revolución sin reglas, solo con explosiones; y es
violencia represiva, organizada, en donde no es posible pedir justicia porque
esa es una palabra que viene de un mundo diferente, de otro mundo, lejano,
distante, quizá inexistente.
Puede
que nos cuente, como comprendemos, que el bien triunfa, que el orden es
restaurado, pero en el camino hemos perdido la inocencia, algo con lo que
salimos del cine, borrada la inocencia de nuestras alma. Alguien nos engaño: no
nacemos en pecado, por el contrario es la pérdida de la inocencia la que nos
hace ver el universo perverso.
Quizá
tranquilice al espectador pensar "son cosas de México", de ese México
del que nos llegan inquietantes noticias, pero tan lejano como para creer que
es muy distinto del resto del mundo... donde reina el orden y la justicia.
La
película cuenta la historia prescindiendo de nuestros deseos u opiniones. Es
como un tren de alta velocidad derribando los obstáculos de nuestros
prejuicios, de nuestros deseos de que se nos muestre algo distinto, una salida.
Los personajes
—magníficamente interpretados, bien colocados en sus papeles— son piezas arrastradas por esa corriente
provocada por la explosión inicial y las demás que van ocurriendo en cadena.
Pronto compremos que el fuego que se ha iniciado ha prendido rápidamente por
las propias condiciones que les rodean. Nada ocurre espontáneamente. Eso es lo
que nos permite ver inteligentemente la escena de la boda, un retrato de una
clase social que ha ido acumulando riquezas e injusticias, que cree tener en
sus manos el control, que no es más que una pieza prescindible, una excusa para
que llegue ese orden nuevo del miedo.
Película
sin concesiones, un auténtico golpe a la parte baja de la conciencia. Un aviso,
quizá, de que mirar para otro lado tiene sus consecuencias, que la sorpresa
solo está en función de nuestra ignorancia.
Muchas películas terminan con una boda. Esta, como El padrino, comienza con una... Un principio feliz frente al final feliz que se nos ofrece en demasía. A veces el cine deja de ser la fábrica de sueños.
¿Cómo
clasificamos una película así: "fantasía política", "thriller
político"...? Podemos encontrar muchas de sus hechos repartidos por el
planeta. No, no hay fantasía, quizá porque la violencia del poder es duramente
real, duramente indiferente a los detalles de las vidas de los insectos que
aplasta con su bota, como imaginaba Orwell. Habría que encontrar paralelismo con el cine político francés, italiano o alemán de los 70, con algunas de sus películas más duras. Esta carece de héroes, de revolución alternativa. Solo hay maldad anónima, enmascarada; el único puesto honorable es el de víctima, que no entiende su condición, solo la padece.
Michel
Franco ha construido una historia con un ritmo endiablado y una lógica interna
aplastante, evitando las tentaciones. Bien contada, bien dirigida.
Inmisericorde.
Joaquín
Mª Aguirre
Nuevo Orden
(2020)
Director
y guionista: Michel Franco
País:
México
Intérpretes:
Naian González Norvind, Samantha Yazareth Anaya, Dario Yazbek Bernal, Patricia
Bernal, Diego Boneta, Analy Castro, Fernando Cuautle, Mónica Del Carmen, Zamira
Franco, Ximena García, Claudia Lobo,
Roberto Medina, Eligio Meléndez, Eli Nassau, Lisa Owen...
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