Esta película es una obra maestra para casi todos y un aburrimiento para Carlos Boyero, algo bastante habitual. Lo que no me parece habitual es la insistencia en las críticas en qué es “muy divertida”, algo que afecta a mi sentido de la diversión.
En realidad, lo que la película nos presenta como ficción
es un acercamiento a la realidad subyacente de los Estados Unidos de
Donald Trump, como lo era otra película reciente “Guerra Civil” (Civil War,
Alex Garland 2024).
El cine, como otras artes, puede vincularse con el mundo
en que se da de muchas maneras e incluso ignorándolo se define. Hay películas que
viven de espaldas al mundo, al igual que otras tratan de ser documentos del
presente y dejar testimonio. Otras eligen un camino más complejo, advertir de
dónde nos lleva el presente anticipando el futuro. Creo que “Una batalla tras
otra” (Paul Thomas Anderson 2025) entra en ese último supuesto. Es una
radiografía del futuro.
Si se parte de ese supuesto, maldita la gracia que se le
encuentra a una sociedad en la que el supremacismo blanco campa a sus anchas,
está organizado y se considera un crimen haber tenido relaciones con alguien de
otro color; una sociedad en la que se puede matar impunemente tras ser decretado por un grupo que decide sin control alguno, militar o paramilitar, que aquí
viene a ser lo mismo. ¿Dónde está la gracia?
La película de P.T. Anderson anticipa el recorrido de una
sociedad que se encamina al totalitarismo pasando por el supremacismo blanco
como eje principal. Se parte de un grupo de revolucionarios que se deshizo en su momento y
que vuelve a ser perseguido pasado el tiempo.
Que haya cierto grado de caricatura en algunos personajes
no supone una “diversión” sino una forma de crítica a lo que representan. Es
una forma de “distanciamiento”, no un cambio de género. Muestran las
incongruencias de su forma de ser y pensar.
Lo terrible del filme es que no puedes dejar de ver en
pantalla lo que has visto horas antes en los noticiarios, en esa realidad de la
que está prohibido hablar por las amenazas de ser declarado antiamericano o,
peor, terrorista, un etiquetado cada vez más frecuente en los Estados Unidos.
La película surge de la novela “Vinelad” (1990) del muy injustamente olvidado Thomas Pynchon. Se recogen en ella los proyectos clandestinos del FBI para deshacerse de los grupos revolucionarios desde los años cincuenta en adelante.
Las conspiraciones descritas en los libros de
Pynchon no son, como pudiera pensarse en un primer instante, producto de una
imaginación enfurecida y desatada. Allí, en ese rasgo
perturbador, radica uno de los más grandes placeres de leer a Pynchon: su
inventiva afiebrada no se desboca a la hora de describir conflagraciones; las
conflagraciones están y siempre estarán ahí, a tiro de piedra. Leer a Pynchon
implica calibrar la paranoia del que escribe y, luego, en mayor o menor grado,
comenzar a sentirla en carne propia. Es sorprendente el número de personajes
secundarios reales (o si se prefiere “históricos”) que animan las ficciones de
Pynchon, así como también lo es el llamativo número de complots genuinos,
aunque no muy conocidos, que el escritor plasmó en sus novelas. Tras leerlas,
siempre persiste una macabra interrogante: ¿y si Pynchon estuviera en lo
cierto?
Creo que es una lúcida idea. Puede que Pynchon aplicara el sarcasmo a sus personajes y textos, pero es probable que lo que atrajo a Paul Thomas Anderson para realizar esta película fuera precisamente la pregunta que el presente nos deja: ¿y si Pynchon estuviera en lo cierto?
Cada adaptación, cada remake habla a su tiempo con palabras de hoy. Anderson seleccionó el texto de Pynchon porque le decía algo sobre el hoy. De esta forma nos habla con un presente inquietante, el de esa América trumpista.
Una batalla tras otra no es una película divertida; es una buena
película. Es meticulosa en su trama para evitar ser malinterpretada. Los
actores crean sus personajes desde lo que representan, más que desde lo que
son. Son piezas en un juego conjunto del que importa el mosaico formado. Es
importante esta supeditación de lo individual al conjunto para evitar que se
pierda el efecto buscado, que creo que es algo patente en esta obra.
Los actores funcionan bien, tanto los veteranos como los noveles. DiCaprio, del Toro, Penn y Regina Hall componen sus personajes desde la experiencia, con grados de histrionismo variable. Para los nuevos, se reserva otra forma de actuación. Estupenda la joven Chase Infinity, que pasa a ser el eje de la historia.
Creo que, con la excepción de Boyero, la crítica ha sido unánime. Se trata de una película ácida (no divertida, que maldita la gracia) sobre un mundo posible, cada vez más posible.
Una batalla tras otra (2025)
Director: Paul Thomas Anderson
Guionista: Paul Thomas Anderson, Thomas Pynchon
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Sean Penn, Benicio Del Toro, Teyana Taylor, Regina Hall, Chase Infiniti...
Música: Jonny Greenwood
Fotografía: Michael Bauman
Nacionalidad: Estados Unidos
Duración: 161 minutos
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