Clint Eastwood continúa con su galería de personajes
tratando de definir el complejo y contradictorio espíritu de los Estados
Unidos. Richard Jewell es un
brillante retrato con un personaje en el centro. Desde hace ya mucho tiempo,
Eastwood es un artista consagrado, un director al que se respeta y
probablemente se hace con una mezcla de razón y otra de devoción. Lo diré desde
el principio: Richard Jewell me
parece una película brillante y apasionante por las lecturas que ofrece.
Lo que Eastwood maneja es algo más que un biopic o una película documental, género
y formatos que tienen sus propias maneras. Parte de una realidad conocida, el
atentado de Atlanta durante las Olimpiadas en 1996 en el que una bomba oculta
en una mochila produjo dos muertos y más de cien heridos, pero en el que se
evitó una auténtica masacre gracias a la detección del artefacto explosivo por
Richard Jewell, un vigilante jurado. Jewell pasará de héroe a sospechoso, cayendo
desde lo más alto a las acusaciones contra él convertido en primer sospechoso.
Eso es lo conocido.
Quiero diferenciar tres niveles en la película. El primero
es el fílmico. La película de Eastwood, en este nivel, es impecable, del guión a la fotografía o el montaje..
El excelente guión de Billy Ray, basado en un artículo de la
periodista Marie Brenner, define perfectamente el conflicto que se nos muestra,
los personajes que maneja y una visión coherente de la realidad mostrada. Los
artículos de Brenner ya han dado anteriormente buenos fondos de historias para
películas como El dilema (The Insider, Michael Mann 1999), con
Russell Crow y Al Pacino, en donde se nos mostraba la lucha de un científico
que decide denunciar a las tabaqueras, y la más reciente La corresponsal (A private
war, Matthew Heineman 2018), basada en un personaje también luchador e
indómito, la corresponsal de guerra Marie Colvin.
La mención a los artículos de
Marie Brenner, origen de la película, no es mero dato, sino que nos sitúa en un
patrón de personaje y circunstancias, la del personaje heroico que se enfrente
con la verdad en la mano a lo más poderoso, ya sea la industria, el gobierno o
la opinión pública. Son personajes cuyo valor es su capacidad de resistencia
interior frente a las fuerzas que tratan de doblegarlos. Richard Jewell muestra
ese patrón y eso encaja con los que Eastwood ha tratado de recoger en los
últimos años y, si se mira con detalle, pueden rastrearse algunos en momentos
más alejados de su carrera, en la que se va definiendo la heroicidad interior
frente al fenómeno trivial y manipulable del héroe social, fabricado por los
medios y convertido en "mercancía". El guión sabe dar forma a ese
fenómeno y, por lo que parece, está ya la idea en el artículo de Brenner.
Desde la realización, Eastwood consigue uno de los mejores
filmes de estos últimos años, muy por encima de algunos últimos en los que esa
idea ha estado flotando sin un rumbo muy claro. El ritmo es el adecuado para la
narración de la historia, llevado con una enorme precisión y variedad en cada
secuencia. Aquí se juntan los valores del guión, la historia, y la forma que
adopta en su traslado al fotograma. Se considera a Eastwood desde hace mucho
tiempo un director clásico en su forma. Richard Jewell tiene el ritmo y los
encuadres de un director centrado en su historia y que dado con la forma
adecuada de contarla.
Un segundo elemento son los actores. Richard Jewell es Richard Jewell, el centro de la historia. La
interpretación de Paul Walter Hauser es extraordinaria, es el centro de la historia
y de la película. Pocas veces se puede ver a un actor desarrollando un
personaje con un repertorio como el usado. El retrato que hace Eastwood con su
modelo resiste hasta la prueba del personaje real en la pantalla. No es
frecuente que en una película se inserten imágenes reales del propio personaje.
Eastwood lo hace cuando vemos que en un televisor se nos muestra al verdadero Richard
Jewell entrevistado. Hay que tener mucha confianza en que esas imágenes no
crearán un abismo entre lo real y lo representado. Y no lo hacen por la propia
realidad que el personaje irradia a través de la interpretación.
Es muy difícil dar complejidad al personaje de un simple,
pero Paul Walter Hauser lo hace. Es capaz de darle interioridad a Jewell cuando
todos los demás le consideran un idiota, zona por la que transita. El personaje
del simple va creciendo por momentos ante el mundo que le rodea, en donde es
manipulado constantemente. No sé si Paul Walter Hauser ganará el Oscar, pero se
lo merece. Pocas veces encontramos interpretaciones capaces de dar vida a un
personaje que ya la tiene en el mundo real.
En él encuentra Eastwood a su héroe de la inocencia frente a
un mundo perverso, del FBI a los medios, de la opinión pública a las instancias
oficiales. Es un mundo de mentiras e intereses, donde las cosas valen el dinero
que producen, incluyendo un atentado terrorista.
Jewell no esta exento de un lado oscuro, autoritario, en su afán protector y alienado por su sentido institucional de la vida. En parte, la película tiene su centro en sacar a Jewell de su error de percepción del mundo. Es desde ese error profundo desde el que se explica su comportamiento ante lo que le ocurre y los que le manipulan.
Para acompañar a Paul Walter Hauser, Eastwood ha
seleccionado un grupo de magníficos actores. Un estupendo Sam Rockwell da vida
al abogado que intentará ayudarle, Watson Bryant. Rockwell es un gran actor a
la espera de personajes que le hagan confirmar lo que evidencia en cada papel.
Es el contrapunto de Jewell, el que debe asumir como complemento aquello de lo
que el acusado carece. Kathy Bates está estupenda en el trabajo de la madre de
Jewell, en un trabajo de detalles con los que se dota a su personaje. Se nos
queda en la memoria borrando el número dibujado en el tupper, pequeños detalles
que dan consistencia interior a un personaje.
Completan el cuadro de los principales, los villanos, Jon
Hamm, como el agente del FBI Tom Shaw, que será quien lleve la investigación, y
una estupenda Olivia Wilde, la ambiciosa periodista Kathy Scruggs, sobre la que
Eastwood hace caer el origen de todos los males en su ansia de notoriedad para
una Atlanta saturada por las Olimpiadas.
Es en este personaje, con un retrato ácido, donde se ha
desatado la polémica en estados Unidos. Al ser un filme, "basado en hechos
reales", las "licencias" si es que lo son suelen crear
conflictos. Scruggs no ha llegado a verlo porque falleció (de una sobre dosis),
pero ha escocido a la familia y al periódico en el que trabajaba, que se han
lanzado contra Eastwood y la película. No quedan en buen lugar, desde luego.
Hay otros magníficos secundarios, como la "rusa"
Nadya Light, interpretado con ironía por Nina Arianda, que da lugar a algunos
toques de humor irónico, un elemento presente a través de determinadas
situaciones en el filme.
Esto nos lleva al tercer nivel, el contextual. El retrato
que hace Eastwood del universo americano se sostiene sobre tres pilares
negativos: la instituciones (Policía, FBI, gobierno...), los medios de
comunicación (representados por el personaje Olivia Wilde) y la opinión pública
manipulable siempre y ávida de morbo.
Frente al héroe acosado, las instituciones (FBI, en este
caso, a través de su agente Tom Shaw) y la prensa (Kathy Scruggs) muestran su
connivencia para no parecer inútiles ante la situación. Un agente sin pistas y
una periodista sin artículos que llevarse a la boca se alían en un punto en el
que ya no hay posibilidad de retorno.
La polémica en Estados Unidos se refiere a que la periodista
habría sonsacado con sexo al agente del FBI. La periodista está muerta y dicen
que no puede defenderse, lo cual no deja de ser un buen argumento para negarlo
todo. También se queja el medio de ser mal retratado. Según ellos, las
querellas contra el periódico fueron desestimadas en su tiempo pues todo lo que
publicaron era cierto: que Richard Jewell estaba siendo investigado. Pero lo
que era rutinario se convirtió en "verdad" al ser publicado, lo que
nos lleva a la manipulación de la opinión pública y a su volubilidad.
En realidad, Richard Jewell es el pivote sobre el que gira
un mundo trivial y perverso, necesitado de noticias para mantener engrasada la
maquinaria mediática que arrastra a las instituciones para satisfacer su
demanda. Ese es el tema real de Richard Jewell. Es curioso que los escándalos
vengan de defender la honorabilidad de los medios y la periodista (magnífica la
escena en la que la redacción la aplaude recibiéndola como una heroína mediática).
Por su parte el guionista Billy Ray defiende su versión
señalando que la periodista ya había tenido una relación anterior con el agente
del FBI. De lo que no queda duda en el filme es de las artes de la periodista,
cuyas descripciones reales no se alejan mucho de las que la película refleja, y
Olivia Wilde interpreta a la perfección.
Pero el nivel contextual, va más allá en estos días del impeachment en los que el presidente
Trump acusa al FBI (despide en 2017 a James Comey, su director) y a la prensa
(enemigo del pueblo, según la definió). Por más que los acontecimientos se
produzcan en 1996 y hasta la fecha de la aclaración de los hechos, los filmes
se hacen como respuesta al propio tiempo, tienen un carácter dialógico.
Eastwood nos sitúa no en 1999 sino en
los Estados Unidos de hoy, un mundo revuelto en el que la presidencia de Trump
ha cambiado todas las relaciones. Es aquí donde el filme se dispara en posibles
lecturas, las actuales, a las que no se puede renunciar en alguien que
precisamente está tratando de expresar su visión de los Estados Unidos.
La Historia no son los hechos, sino el discurso que los
selecciona, describe y representa en un momento determinado. Y ese momento es
hoy. Eastwood ha escrito su historia; nosotros la vemos e interpretamos desde nuestro presente.
En última instancia, Richard Jewell es una reflexión (¿acusación?) sobre el poder destructivo de los medios y la sociedad que se mueve a su compás; sobre la fabricación de los héroes y lo fácil que que hacerlos caer, sobre la mentira que se disfraza de corrección informativa con la simple insinuación... sobre un montón de cosas que ocurren cada día en nuestro universo de "fake news".
El real Richard Jewell |
Un filme magnífico, desbordante, de lo mejor de la obra de
un Clint Eastwood que sigue sorprendiendo por eso que unos llaman vitalidad y
otros sabiduría. Más allá de las polémicas, el filme se sostiene en su redondez, en su solidez narrativa y psicológica de los personajes.
Datos de audiencia. Me llamó la atención la falta de gente joven
en la película. No creo que hubiera nadie por debajo de los 40 en la sesión a
la que asistí. Donde llenan la sala es en la nueva Jumanji, a nadie parece interesarle la historia real y sí una
mediocre franquicia dentro de un videojuego. Así nos va.
J.A.
Richard
Jewell (2019)
Director:
Clint Eastwood
Guión: Marie Brenner (artículo), Billy Ray (guión)
Intérpretes:
Paul Walter Hauser, Sam Rockwell, Brandon Stanley, Ryan Boz, Charles Green,
Olivia Wilde, Mike Pniewski, Jon Hamm, Ian Gomez, Nina Arianda, Kathy Bates
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