Ellas hablan es una película que se ve, se escucha y se piensa. Son tres formas de recepción de un texto cinematográfico que no siempre se dan las tres juntas y cuando lo hacen puede ser en proporciones muy distintas. El filme de la actriz y directora canadiense Sarah Polley mantiene el equilibrio entre esas tres formas miramos, escuchamos y pensamos sobre lo que nos ofrece.
Es el
cuarto largometraje en una carrera reflexiva, con un uso intenso del filme para
adentrarse en problemas de nuestras vidas, en problemas que nos afectan a todos
y sobre los que focaliza. El filme está nominado al Oscar al mejor guion
adaptado, mérito de la propia directora. También lo está el cuadro responsable
como mejor producción del año, es decir, el premio a la mejor película. En
total acumula dos nominaciones, más 21 premios prestigiosos y más de cien
nominaciones. Una buena presentación para una película que vimos en su estreno
menos de diez personas en la sala en la primera sesión.
Ellas
hablan es lo que promete su título. Nos ofrece un universo cerrado, la vida
entre las mujeres de una secta religiosa que las mantiene alejadas del mundo,
controladas por un poder religioso y manipuladas en todos los sentidos,
violadas por "fantasmas" hasta que al atrapar por vez primera a uno
de esos violadores y maltratadores descubren que son los hombres que les
rodean. Todo es un mito para esconder la violencia contra las mujeres.
No
descubrimos nada del argumento porque lo que la película escenifica como
situación no es más que una representación simbólica de lo que ocurre en un
sistema patriarcal que abusa cada día de las mujeres en diferentes sentidos y tácticas.
El cartel de la edición americana lleva al pie esta inscripción: "Do nothing, Stay and fight. Leave". A nuestros publicistas les ha parecido demasiado serio y lo han eliminado. Son las tres opciones que las mujeres se plantean desde el principio del filme, las tres posibilidades de actuación, seguir igual que siempre, aguantando; quedarse y luchar por sus derechos o, finalmente, partir y crear su propia comunidad alejadas de los hombres.
La película nos ofrece los debates, las discusiones —los pros y contras, que deberán ser anotados por un hombre, ya que a ellas no se les enseña a escribir— que se entablan en un espacio de discusión, un granero. Irán discutiendo su propia identidad, su situación y qué pueden esperar. La película abre ese momento de las explicaciones, de los intereses de cada una de las mujeres que abogan por situaciones distintas según su condición y forma de ver el mundo.
Nos
encontramos en un filme en donde el diálogo es esencial. El hecho de que Sarah
Polley esté nominada como mejor guion adaptado ya nos indica algo sobre ese
valor de la palabra que se despliega gracias a un conjunto extraordinario de
actuaciones. Polley ha usado la palabra, pero también la magia interpretativa
que nos transmiten sus actrices, una excepcional y luminosa Rooney Mara, una
torturada Clare Foy, una oscura Frances McDormand; la juiciosa Judith Ivey
(ganadora de 2 premios Tony y directora teatral)... un reparto en el que todas
actúan individual y coralmente en su representación de mujeres tipo. Y, con
ellas, un actor en alza, Ben Whishaw, el único personaje masculino, expulsado
de la comunidad y maestro para los niños con las mujeres.
Gracias a la dirección de Polley y a la labor del reparto, la película se va desarrollando a través de esos diálogos en los que se van exponiendo su vida como mujeres, su perspectiva, cómo han crecido alienadas en una sociedad que justifica en la obediencia religiosa la violencia, una sociedad que le plantea que deben perdonar a sus violadores porque de otra forma no entraran en un cielo que les espera.
En la
producción tenemos los nombres (de nuevo) de Brad Pitt y de Frances McDormand,
embarcados en una línea de cine distinto al meramente comercial, bien construidos
en sus guiones y atrayendo buenos actores y actrices, con direcciones
inteligentes y buenas causas, las que no entraban en los medios comerciales
habitualmente.
Ante
una película de este tipo, una obra en dirección contraria al comercialismo,
vemos que se va abriendo camino una cierta línea de películas con intención de
romper la ilusión cinematográfica, la fábrica de sueños, y así devolvernos a un
arte que, con cualquier estilo, deje al descubierto la realidad que
habitualmente esconde. Es una película en la línea de Nomanland, que renuncia a la parafernalia para centrarse en lo
esencial que se quiere transmitir; no es entretenimiento, sino una reflexión sobre
lo que nos rodea, algo que se echa en falta en la gran mayoría de las
ocasiones. Tiene que haber de todo, es cierto, pero este cine, centrado
en ideas e interpretaciones, que cuida al detalle la dirección para que todo
forme un paquete compacto que deja en manos de los espectadores, es cada día más necesario.
Nosotros
somos los que decidimos qué hacer con lo que se nos dice.
Joaquín Mª Aguirre
Ellas
hablan (Women Talking 2022)
Dirección
y guion: Sarah Polley
Obra
original: Miriam Toews
Intérpretes:
Rooney Mara, Clara Foy, Jessie Buckley, Frances McDormand, Judith Ivey, Emily
Mitchell, Kate Hallett, Liv McNeil, Sheila McCarthy, Michelle McLeod, Kira
Guloien, Shayla Brown, Vivien Endicott Douglas, Ben Whishaw, August Winter
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