domingo, 15 de agosto de 2021

Cuestión de sangre (Stillwater, Tom McCarthy 2021)



Probablemente haya varias formas de enfrentarse a la crítica de esta película. La primera es la que algunos han tomado confrontando la vida americana con la europea. No creo que se trate de eso. Otros han hablado del desmontaje del héroe medio norteamericano, sea este el que sea. Tampoco es esta una línea que me parezca demasiado productiva.

Voy a aventurarme por una línea, que la propia película marca con una palabra que solo es dicha una vez en las 2 horas y 20 minutos de metraje: "maktub".

La palabra, árabe, se la dice la hija a su padre y le da una pequeña explicación: es lo que está escrito, lo que viene dado y contra lo que no se puede ir por su propia naturaleza. Desde esta perspectiva, el filme adquiere un fondo existencialista, que podríamos calificar como "camusiano", en especial, en El extranjero, donde ese "maktub" es el elemento que hace que seamos un juguete en manos de la vida, algo que se escapa de nuestras manos. Desde esa perspectiva existencialista o, si se prefiere, existencial, "todo" encaja, incluso el escenario francés que se ha elegido para la historia, con un mundo árabe emigrado esparcido por la Marsella francesa. Los lectores camusianos podrán interpretar a su manera esos planos en la libertad del agua que definían a Mersault, ese flotar sin tensiones, que en la película veremos dos veces, una por personaje.



La historia de un padre (Matt Damon) que abandona Oklahoma periódicamente para ir a visitar a su hija (Abigail Breslin), que lleva cuatro años encarcelada en Marsella, condenada por el asesinato de su novia, una chica árabe, que fue apuñalada. Ella manifiesta que es inocente, pero los abogados no encuentran forma de aportar nuevas pruebas con las que reabrir el caso. El padre se niega a aceptar el rechazo y decide, por su cuenta y engañando a la hija, tratar de encontrar las pruebas que permitan sacarla de la cárcel.

En el camino, el azar pone a una mujer francesa, Virginie (Camille Cottin), con una hija pequeña, Maya (Lilou Siauvaud), con las que pasa a vivir. Sera Virginie quien le ayude, dados sus nulos conocimientos del idioma francés, en la búsqueda de un personaje al que su hija menciona, Ahmed, pero que nadie ha conseguido encontrar.

La obra nos muestra a un personaje encerrado en una vida que se cumple a sí misma, mientras va dejando atrás las nuevas oportunidades que se le van ofreciendo. La vida ofrece mucho, pero para quien está cegado solo hay la línea de lo que ya está escrito y se ha de cumplir.



Matt Damon da cuerpo a un personaje osco, Bill, procedente de Oklahoma, un personaje de "sí, señora-no, señora" continuos explosivo y obsesivo; bien intencionado, pero ciego. Su fondo es el sentimiento de culpabilidad por su hija, con la que no se entiende —y que confesará ser como él— y la dificultad de expresarse emocionalmente en su precariedad de recursos. En Virginie y Maya, Bill encuentra una posibilidad, la familia que no consiguió tener por la muerte de su esposa y el enfrentamiento con su hija, que la hizo irse a Francia.

La película es densa, dura por lo que tiene de "realidad" y de ir contra todos los tópicos de este argumento que se ha dado múltiples veces en el cine. Pero el cine es algo que se proyecta en una pantalla y la idea del director y guionista Tom McCarthy es otro cine y una pantalla espejo de la vida.

Los escenarios pasan de la Norteamérica rural a una Marsella arabizada, espacio de enfrentamientos y violencia, de racismo que surge en cuanto se escarba un poco, de territorialidad tribal entre los grupos.



Tenemos un personaje que reza "¡Tú no me abandonas, yo no te abandono!" en un mundo donde los dados están echados, ¡maktub! La claridad ante la vida solo se da cuando ya es demasiado tarde; cegados por el momento, solo queda contemplar los errores cometidos.

La película se cimenta en un buen guion y en un buen trabajo de los actores, incluida la falta de expresividad del personaje de Bill, que es parte de su forma de ser. Estupenda Camille Cottin y la pequeña Lilou Siauvaud. Mención aparte merece Abigail Breslin, actriz a la que hemos visto crecer película a película, en el personaje de la hija, de una enorme complejidad en su trazado. No hay plano que desaproveche para mostrarnos sus cualidades y su comprensión del personaje.

La contraposición en la forma de actuar es deliberada. A la espontaneidad de los actores y personajes franceses se le opone el muro de los sentimientos elevado por el padre y la hija, encerrados en su tosquedad.

La película es intensa por sus giros fatales, esas llamadas del destino de las que no se puede huir. Quizá un recorte en el largo metraje habría hecho ganar al filme, pero creo que McCarthy ha querido darle su propio desarrollo interno, ese tono de normalidad rota por la obsesión.


La traducción del título al español pone el énfasis en la cuestión familiar, "Cuestión de sangre", desviando la lectura hacia esos lazos de sangre, que creo que es solo un aspecto de la fatalidad. "Stillwater", en cambio, pone el acento sobre otro aspecto sobre el que girará la trama, que siempre está en los detalles.

Algunas crónicas se refieren al caso de Amanda Knox, estudiante norteamericana encarcelada Italia por el asesinato de su compañera de piso, como inspiración. La propia Knox ha acusado a Damon de "explotar su caso" en su beneficio. Las relaciones entre el arte y la vida son complejas y, a veces, complicadas. 

Por mi parte, apunto a lo señalado anteriormente y a una conexión cinéfila con la magnífica película surcoreana, Mother (Bong Joon Ho 2009)

Joaquín Mª Aguirre

 


Cuestión de sangre (Stillwater 2021)   

Director: Tom McCarthy

Guionistas: Tom McCarthy, Marcus Hinchey, Thomas Bidegain y Noé Debré

Nacionalidad: USA

Intérpretes: Matt Damon, Camille Cottin, Lilou Siauvaud, Abigail Breslin

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