La
película es arrebatadora por su fascinante sencillez, por su economía de
recursos. Nomadland no es una película "norteamericana"; es una
película sobre "América" y, más allá, sobre la vida y su significado.
En las antípodas de Hollywood, Zhao ha hecho una de las película más llena del
espíritu norteamericano que se recuerda, un privilegio al alcance de los pocos
que han sido capaces de ver la América natural y no la América fabricada a
través de unos procesos de enmascaramiento de todo orden, ideológicos y
visuales.
Desde
el punto de vista de las ideas, Zhao separa ya desde el guión y luego con las
imágenes la filosofía del éxito que se ha identificado como
"norteamericana" creando un mundo competitivo y la mayoría de las
veces despiadado. Lo hemos visto a través de miles de películas: tanto tienes,
tanto vales; el mundo se divide en ganadores y perdedores.
La
película de Zhao, por el contrario, nos muestra seres humanos solidarios que se
relacionan por con esquemas vitales distintos, dando prioridad al momento de
cada vida. Ni siquiera se les puede llamar "rebeldes" otro estereotipo
que el cine norteamericano ha convertido en señas de identidad. Simplemente viven y lo importante es la sucesión de
momentos. Vivir es vivir; no vivir para conseguir metas. En este sentido, la
idea subyacente de Chloé Zhao tiene mucho de sabiduría del no desear para no
sufrir con lo que se pierde. Tener es sufrir, es perder continuamente;
desprenderse de todo es no desear, tener apego al movimiento.
Aquí se
recoge algo profundamente americano, la "carretera" como estructura
vital y punto de encuentro. "Nos vemos en el camino". No quedan en
lugares especiales, simplemente se encuentran en ciclos naturales, en lugares
en que coinciden. Si alguien falta algún día porque ha fallecido, les
recuerdan. Llevan ahora su propio camino.
De Jack
Keoruac a Easy Rider, la carretera,
el camino, es la vida. Es actitud contraria al ser sedentario, al que busca
acumular en el lugar en el que se asienta. "¿No tienes hogar?", les
preguntas. "Sí, lo que no tengo es casa", responden. La carretera es
su hogar, su furgoneta, que ejerce ese doble papel, de refugio y de movilidad.
¿El límite? El mar, allí donde se acaba la tierra, las posibilidades de seguir
rodando.
Una
película con esos principios solo podía tener una forma, la que Zhao le ha
dado. No es una historia avanzando hacia un punto; no son acontecimientos de
una trama. La película nos acostumbra a otro tipo de estructura, mucho más
real, cercana a la propia experiencia. Las cosas pasan, en el doble sentido del
término: suceden y quedan atrás. Hay lo previsto medianamente, como el trabajo,
y aquello que es encuentro, experiencia que se acoge y se almacena en la
memoria como experiencia.
Cuando
todo se deja de lado, solo quedan dos cosas: los amigos y la tierra. Los amigos
son aquellos que te encuentran y a los que encuentran, con los que compartes
fuego y cosas que ya no necesitas, a los que les das lo que tienes. La escena en
la que Fern (Frances McDormand) le entrega su mechero al joven al que no conoce
es reveladora de ese compartir como filosofía, como actitud ante la vida.
La
película te va adentrando en esa corriente gracias a la forma de entender la
interpretación, convertida en naturalidad, llena de conversaciones sencillas
pero reveladoras del sentido profundo. Cuando Fern va de visita a la casa de un
compañero de viajes, descubre que aquellos con los que hablan se dedican
precisamente a la venta de tierras para la construcción de casas, que viven de
alimentar las ataduras a deudas e hipotecas con las que no podrán moverse
durante toda su vida. Ellos son los que alientan los sueños de éxito, de
futuro, frente al presente del que nada debe y puede moverse por el país.
Ambientada
en 2011, la película revela precisamente la crisis que llevó al desastre a
medio mundo, crisis financiera y de hipotecas, crisis de vivir por encima de lo
que se podía, de haberse gastado lo que no se tenía.
Magistral
esa gran actriz que es Frances McDormand. Ya sea sola o con otros, McDormand se
mueve con el paisaje convirtiéndolo en espacio real, vivo, frente a la fácil tentación
estética. Esto es importante para la película y su idea. Es precisamente la
belleza de lo desnudo lo que se prioriza. Es un sentido de lo natural que choca
con el ojo educado en valorar otro tipo de belleza. Aquí se conjugan la
sencillez con la grandiosidad porque es a la vez paisaje exterior, pero también
interior.
Hay una
idea que se manifiesta en la película: los nómadas son una tribu, la verdadera
tribu americana, los que recorren el país de un lugar a otro. Los que solo se
llevan los recuerdos de lo vivido frente a la economía de la acumulación de lo
poseído.
En este
sentido, es una directora que viene de fuera quien ha dado una visión tan
primitivista de la vida norteamericana logrando esa mirada que funde imagen e
idea, lo visto y el sentimiento, como nos revela la propia actriz a través de
la mirada.
Nomadland
compite por el Oscar a la mejor película con otra película que hemos visto
aquí, Minari, la visión de un surcoreano emigrado a la América profunda. Es
interesante desde el punto de vista cultural el fenómeno de una directora china y de un hijo de inmigrantes
surcoreanos dándonos la visión perdida de unos Estados Unidos cerrados sobre sí
mismos, olvidadas sus ideas fundacionales y compitiendo entre ellos. Es una contestación al mundo de los Trump y compañía.
Nomadland es una gran película en muy diversos aspectos, de su contenido humanista a su visión estética, de la música a la interpretación, pasado por la fotografía. No tiene mucho que ver con las historias convencionales que consumimos; nos muestra lo contrario, la falsedad de las historias que se alejan de la vida.
Joaquín
Mª Aguirre
Nomadland
(2020)
Directora:
Chloé Zhao
Guionista:
Chloé Zhao, basado en el libro de Jessica Bruder
País:
USA
Intérpretes:
Frances McDormand, David Strathairn, Linda May
No hay comentarios:
Publicar un comentario