viernes, 22 de enero de 2021

Hope (2019)


Hope es una película noruega que representará a su país en los Oscar de 2021. Dos son sus puntos fuertes, un guión que no va metiendo en una historia sobre lo irreal de la vida real, por un lado; el otro punto importante son los actores principales que la convierten en un filme que nos llega en su humanidad, lejos de cualquier tipo de artificiosidad. Ambos aspectos tienen el refuerzo de la dirección de Maria Sødahl, muy eficaz en su sencillez y en encontrar el punto expresivo cinematográfico. El filme, en este sentido, busca un equilibrio entre aspectos expresivos del estilo, como ocurre en la magnífica secuencia de la boda, tratada de una forma especial hablando mediante el tratamiento distinto de imagen fotográfica y del sonido.

Me imagino que esta película llevará a muchos a recordar una referencia importante del cine nórdico, Ingmar Bergman, maestro en el tratamiento del alma humana, de sus conflictos internos, especialmente es ese escenario bélico llamada pareja, con sus correspondientes extensiones familiares.  La película recoge sus propias experiencias tras haber pasado por un cáncer de cerebro; esto no es garantía ninguna para hacer una película, pero es un punto de partida para quien sabe contar como escritora y directora,  y Maria Sødahl es ambas cosas. 

La película tiene dos grandes líneas principales, la de la pareja y la del sentido de la vida. La noticia de que un cáncer ha pasado del pulmón de antigua fumadora al cerebro es trasladada a unos días muy señalados, los de la navidad. La historia nos muestra lo ocurrido unos días antes, cuando le revelan el cáncer y el momento en el que entrará en el quirófano. Una medicación que transformará su comportamiento, con subidas y bajadas, sensibilidades y momentos agresivos, le mostrará aspectos de su vida a los que nos se había enfrentado, ocasiones que había dejado pasar entre apatías y rutinas.

Andrea Bræin Hovig (Anja) y Stellan Skarsgård (Tomas) hacen dos soberbias interpretaciones, que pude apreciar en su totalidad durante unos 7 minutos. Me explico: en la sala estábamos dos espectadores. Cuando la película comenzó, tras un par de minutos iniciales, descubrí con agrado que la película estaba en versión original noruega con subtítulos españoles, lo que me pareció un acierto y un progreso. Pero la dicha dura poco y el otro espectador en la sala salió y regresó pocos minutos después acompañado con personal del cine. ¡Había ido a protestar! ¡El quería verles hablar en español, como estaba mandado! Ya me extrañaba a mí. No era un "acierto", sino un "error". La película se interrumpió mostrándonos en su reinicio los efectos de un rápido aprendizaje de nuestra lengua, sacándolos de la barbarie nórdica. Mi gozo en un pozo. Habrá que esperar a que salga la edición en BD para disfrutar de estos actores magníficos, de los que solo pude atisbar un poco en su lengua original.



La historia que Anja y Tomas nos cuenta de un matrimonio previo de él, con tres hijos, que fueron a vivir con ellos. A estos tres, se les sumaron los otros tres que tuvieron en su vida conjunta. Es esa vida de artistas —ella es directora teatral, el es productor— les ha llevado a valorar más lo que tenía fuera, sus éxitos, que lo que compartían dentro.

El nuevo tumor les hará enfrentarse a sus propias trayectorias, que han dejado sumergir en las rutinas. La película nos muestra la vida pasada a través del recuerdo de unas historias que cada uno ha vivido y valorado de distinta forma. Han estado juntos, pero han vivido distintas vidas. Ese apartado de la película es interesante y permite ahondar en ese aspecto muy real. ¿Estar junto implica una misma historia o cada uno ha estado percibiendo su relación de una manera distinta? "No hemos vivido la misma vida", dice Anja en un momento del repaso entre ellos, al ver las enormes diferencias entre cómo percibía cada uno de ellos lo que les ocurría.

La película nos muestra una inteligente gradación de los espacios. Están los espacios públicos, los de los amigos, compañeros de profesión, que reflejan la imagen que tienen de ellos desde el exterior. Es el mundo de lo social y profesional, que se refleja en fiestas y encuentros. Hay un mundo más  cercano que es el de la familia, donde las diferencias de edad entre los hijos muestran las diferencias en cómo los ven.



El gran problema al que se enfrentan es cómo contar a los hijos la reaparición del cáncer y el riesgo que supone. Aquí se nos muestra ya un problema comunicativo. Buscarán desesperadamente el apoyo de profesionales que les asesoren sobre cómo decirlo a sus hijos, la gran preocupación de Anja. El discurso propio contrasta con el estereotipado de los profesionales, refugiándose en los tecnicismos para expresar una realidad, comunicar la muerte de una manera que no les hiera, pero ¿es esto posible? Ellos no pueden usar ese discurso técnico; necesitan otra forma. Tampoco el discurso religioso le servirá. "¡No ha dicho nada!", dirá Anja tras la salida del sacerdote de la habitación del hospital donde se reúnen a hablar con él. No hay discurso exterior; lo que necesitan solo lo pueden encontrar en ellos mismos.

Finalmente están los espacios íntimos, que van del dormitorio a los baños pasando por el interior de los automóviles, donde se desarrollarán los diálogos de más interés por su profundidad humana, tanto de Anja con su hija adolescente, como con Tomas. Los diálogos más auténticos se producen en espacio cerrados Son los diálogos que se han eludido por décadas. 

Maria Sødahl tiene la habilidad de hacer hablar al silencio en ciertas situaciones y lo logra gracias al poder de las miradas. Los ojos y el silencio hablan cuando hemos sabido crear el contexto adecuado para comprender el interior del personaje. Hay eficaces planos en los que las miradas, los silencios llenan la pantalla y nos permiten acercarnos a la profundidad de los personajes.

Los pasos marcados por los cambios en los espacios tiene una inteligente escena en la que Anja sorprende a Tomas mientras habla por teléfono. Queda escuchando es conversación que ella no debería escuchar, un aspecto importante en la construcción de la historia. Al inicio de la película se nos muestra al más pequeño de sus hijos que se entera de lo que ocurre gracias al "espionaje" que realiza, a la escucha constante de las conversaciones de los otros. Ha descubierto que el mundo está construido por diferentes espacios comunicativos entre los que puede que haya enormes barreras. "Le han roto el corazón", informa el niño a su madre sobre su hermana mayor, para decirle que lo ha escuchado a los otros. "¿Has estado espiando?", le dice la madre. 

Al final, el acceso a una visión diferente del mundo es introducirse en nuevos espacios de diálogo, allí donde se habla de lo que no se habla en otros lugares, donde se dice lo que tú no debes escuchar, o donde se confiesa a otros lo que no nos atrevemos a decir a los demás.



Maria Sødahl ha tejido la historia con pequeños núcleos narrativos que nos revelan en esencia la sucesión de momentos que es una vida, algo que no controlas, no comprendes hasta que es demasiado tarde. ¿Qué es tu vida? Tus recuerdos, la forma en la que la ordenas y valoras. Las emociones determinando, juzgando a los otros y a nosotros mismos. A lo mejor, no quiere mostrar la directora, no sabemos reconocer o interpretar lo que tenemos.

Hope es una película de interés, bien construida y bien interpretada. Es a la vez coral e intimista, como la vida propia. Vivimos sobre un fondo, pero descubrimos lo que somos en las distancias próximas, en esos espacios íntimos en los que no podemos escapar, dejar de enfrentarnos a las cuestiones de la propia vida, las existenciales.

La película comienza sobre un escenario en donde se representa un montaje de Anja. Como artista, ella representa la vida sobre las tablas, pero ha sido incapaz de representarse su propia vida, de encontrar el papel adecuado en una trayectoria llena de malentendidos y momentos desaprovechados. Todo ello irá saliendo a la luz, lo que ella necesita, lo que necesitan los demás de ella. Esos pocos días que la película nos muestra son los momentos en los que la vida te arrincona contra la pared y te exige enfrentarte a aquello de lo que has huido por unos motivos u otros.

En este sentido, la película es vitalista. No se puede recuperar lo que dejaste atrás, pero puedes recuperar el sentimiento con el que juzgas tu propia vida y a los demás. Es una película sobre la comunicación en un mundo en el que la gente se protege tras sus teléfonos móviles, tras discursos técnicos y silencios. Es un mundo doble, de secretos esenciales y de protagonismos sociales. En este sentido, el filme es un tratado de las relaciones humanos pervertidas por la falta de sinceridad, por las rutinas protectoras, y del olvido de lo que nos sostiene vitalmente en beneficio de trabajos, premios, aplausos, nada de lo que unos puede llevarse al otro mundo. "Me gustaría que me acompañaras al otro mundo", frase absurda que, sin embargo, refleja una gran verdad, la que no ha sabido reconocer. Puede que no sepamos si existe el otro mundo, pero seguro que sí tenemos alguna idea de qué nos llevaríamos para pasar la eternidad. Eso es lo más importante y lo que desperdiciamos más a menudo. 

JMª Aguirre

 



Hope (2019)     

Directora / guión: Maria Sødahl

Intérpretes: Andrea Bræin Hovig, Stellan Skarsgård

País: Noruega

 

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