Hemos
tenido y sorpresas producidas por filmes como Joker, por ejemplo, o cambios en
la línea tradicional como ocurrió con el Batman de Nolan. Quizá haya que pensar
como hicieron los propios creadores de los cómics, pensarlos como una materia
maleable, moldeaba según el signo de los tiempos, que cada vez cambian más
rápido.
Wonder
Woman 84 es una atípica película de una heroína atípica y produce ambiguos
sentimientos porque no te da lo que esperas. Hemos visto a Wonder Woman en
conflicto con personajes eminentemente de un universo masculino, como ocurría
en Batman vs Superman, pero también luchaba en su primera entrega en solitario
en un universo alternativo al de las amazonas, un mundo masculino en donde
peleaba en nombre de la verdad y con un sentido de la responsabilidad alejado
de otros personajes. Basta comparar, por ejemplo, el sentimiento de culpa que
arrastran en el universo Marvel muchos de sus personajes por los destrozos que
causan con sus batallas grandiosas, ese es el eje de "Civil War", lo
que lleva al enfrentamiento entre ellos y la necesidad de ponerlos bajo
control.
La
princesa Diana, Diana Prince y Wonder Woman son tres rostros en un mundo donde se
suelen tener dos. Diana es la amazona niña, competitiva en un mundo de mujeres;
es la profesional Diana Prince en el mundo imperfecto y lleno de egoísmos en el
que se ha instalado y al que protege en su tercera encarnación, la de Wonder
Woman.
La
película, como la anterior, nos muestra en mundo de las amazonas y comienza con
una lección moral sobre lo que se desea y la forma de conseguirlo. Es un
discurso sobre los límites morales y la autenticidad. Ese principio moral forma
parte de la educación en la nobleza de espíritu que marca la formación de Diana
y definirá su universo moral posterior, su sentido protector, pero también
justo y equilibrado. El principal objetivo de Diana es proteger, antepone el
sufrimiento o daño a los demás al suyo propio.
El núcleo
de la película es precisamente el dilema del altruismo en contraposición a la
búsqueda egoísta de lo propio. Para vencer a los demás, a los que representan
el mal, Diana tendrá que vencerse a sí misma, tendrá que renunciar a lo que más
desea.
Esta
nueva entrega está ambientada en 1984 y nos muestra a dos villanos surgidos de
la frustración. No necesitan estar expuestos al mal porque su mal es precisamente
el desear lo que no se tiene, la frustración de lo cotidiano, la de no ser
nadie, que se ve a través de estos
personajes, de intención inicial muy diferente, pero con un proceso paralelo
hacia su propia destrucción, capaces de arrastrar al mundo en una locura
contagiosa.
Si se
comprende este esquema complejo, entendemos que la película debe ir por
derroteros diferentes a los habituales en el género. Debemos comprender el
profundo sacrificio de Diana, su entrega altruista, gracias al tamaño e
intensidad de la renuncia. Es de ahí, de renunciar a lo que más se quiere, de
donde se recoge la fuerza perdida.
Hay una
especie de fondo budista en la renuncia a lo gozoso para evitar el dolor, sacrificar
antes que perder. Pero Diana es humana y lo que no tenía en el reino de las
amazonas y tampoco se puede permitir en su rol de Wonder Woman, lo sufre en su
forma de Diana Prince, donde es el amor lo que llena su vida y,
consecuentemente, el dolor de perderlo.
Sobre
el papel, las cosas están claras. Hay tres mundos: el inicial de las amazonas,
el de los sentimientos de Diana y el del combate de Wonder Woman. Por más que
Diana trate de humanizar el último, este se convertirá en el del combate sin
piedad contra enemigos que tratarán de destruirla.
En el
mundo de Diana Prince se pueden tener relaciones personales, conexiones
amistosas, pero en el de la heroína el combate es el eje. Parte de su drama es
precisamente haber quedado atrapada en los sentimientos en mitad de los
conflictos.
Estos
tres mundos son visualmente distintos. Pese a la competencia inicial, el mundo
de las amazonas es el espacio protegido de la infancia, el del principio del
deseo porque no se ha desarrollado todavía la moralidad y querer ganar es parte
del juego sin tener en cuenta las consecuencias. Pero en el mundo de Diana
Prince, la competencia se ha adueñado del espíritu de todos. Es el mundo del
reaganismo, del neoliberalismo a ultranza en el que triunfar es una obligación
y perder un drama social cósmico. Es en el este segundo espacio, el de 1984,
donde se construye la fábula social del deseo. Nunca se tiene bastante; más y
más es el lema.
Es aquí
donde se nos muestran los dos personajes que se deshumanizan por su deseo.
Barbara Minerva es el personaje del que nadie se acuerda, una mujer invisible
por su vulgaridad. No llama la atención y nadie se la presta. El otro personaje,
el del empresario fracasado Maxwell Lord, es el de la ambición sin límite.
Comienza queriendo ser alguien delante de su hijo y pronto no tendrá bastante,
arrastrando al mundo entero en una especie de mercadeo de los deseos. Es una
metáfora económica de un mundo al que se arrastra a la destrucción despertando
su ambición.
Los
deseos de ser atractiva, admirada y temida finalmente por parte de Barbara
Minerva se cumplirán pero deshumanizándola, como se nos muestra en su
transformación final, donde se convierte en el animal cuya piel ha admirado en los zapatos de Diana Prince; Maxwell Lord casi destruirá lo único que le ha importado
en ese mundo y que siempre está dejándole al margen, como un fracasado. Ambos
aprenderán lecciones básicamente moral sobre el problema del deseo ciego, sin
límites.
También
Diana aprenderá algo sobre sí misma. Un héroe que no aprende es solo una
máquina. Diana Prince no lo es. El mundo sencillo de las amazonas es sustituido
por el de la complejidad de la pareja humana y de la sociedad misma.
El
filme tiene a una espléndida Gal Gadot, que se ha hecho con el personaje y
transmite lo que necesita el personaje. Pero quien se hace con la pantalla es
Pedro Pascal en su papel de Maxwell Lord, al que vemos desarrollarse en su
desesperación inicial y en su megalomanía final. Hay mucho de trumpismo en su
interpretación. Toda película acaba siendo interpretada en clave de presente y
esta lo es. No le han dado el gusto al señor de la Casa Blanca de dar más
detalles, pero no hace falta mucha imaginación para terminar de completar al
personaje, especialmente en su fase final. Pascal hace materializarse a un
personaje previsible. El papel de Barbara Minerva, interpretado por Kristen
Wiig, marca también ese arco de transformación que va de la persona en la que
nadie se fija e imponer el terror. Diana da, como no podía ser de otra manera,
la oportunidad de la redención, aunque no siempre se aproveche.
Vuelvo
al fenómeno de la extrañeza inicial. La película tiene momentos buenos de cine,
pero nada se sostiene demasiado si la historia se resiente. Quizá sea la parte
sentimental, la que recae sobre Chris Pine, la que sea más difícil de armonizar
con el resto, pese a que se vuelva a 1984. La elección del momento se resuelve
con algunos gags sobre la moda de aquellos años, lo que quizá nos desvía de la
intención general y nos despista sobre el tono en que debemos asimilar el
filme. No es fácil transitar un filme en el que se nos pide ir de las bromas
sobre los pantalones de los 80 al apocalipsis. Es un tránsito excesivo incluso
para una película de súper héroes.
Fuera
de lo que es el filme en sí, se debe agradecer el esfuerzo de llevar el cine a
las salas en esta situación en que nos encontramos. Frente a las plataformas,
una película como esta requiere el espacio visual de las pantallas y el mensaje
del retorno en condiciones. En ese sentido era esperada y ha cumplido.
JMª
Aguirre
Wonder
Woman 84
Directora:
Patty Jenkins
Guionistas:
Patty Jenkins, Geoff Johns, Dave Callaham
Intérpretes:
Gal Gadot, Chris Pine, Kristen Wiig, Pedro Pascal, Robin Wright, Connie Nielsen
No hay comentarios:
Publicar un comentario