miércoles, 23 de diciembre de 2020

Wonder Woman 84 (2020)


La segunda entrega de Wonder Woman es una extraña película, un filme que hay que ver con otros ojos y con otra mente, con una mirada diferente a las del resto de película de súper héroes. Quizá el proyecto en sí, el creado alrededor del personaje de Diana, tenga un corte distinto por su propia naturaleza y debamos acostumbrarnos a variantes que no han sido esbozadas.

Hemos tenido y sorpresas producidas por filmes como Joker, por ejemplo, o cambios en la línea tradicional como ocurrió con el Batman de Nolan. Quizá haya que pensar como hicieron los propios creadores de los cómics, pensarlos como una materia maleable, moldeaba según el signo de los tiempos, que cada vez cambian más rápido.

Wonder Woman 84 es una atípica película de una heroína atípica y produce ambiguos sentimientos porque no te da lo que esperas. Hemos visto a Wonder Woman en conflicto con personajes eminentemente de un universo masculino, como ocurría en Batman vs Superman, pero también luchaba en su primera entrega en solitario en un universo alternativo al de las amazonas, un mundo masculino en donde peleaba en nombre de la verdad y con un sentido de la responsabilidad alejado de otros personajes. Basta comparar, por ejemplo, el sentimiento de culpa que arrastran en el universo Marvel muchos de sus personajes por los destrozos que causan con sus batallas grandiosas, ese es el eje de "Civil War", lo que lleva al enfrentamiento entre ellos y la necesidad de ponerlos bajo control.



La princesa Diana, Diana Prince y Wonder Woman son tres rostros en un mundo donde se suelen tener dos. Diana es la amazona niña, competitiva en un mundo de mujeres; es la profesional Diana Prince en el mundo imperfecto y lleno de egoísmos en el que se ha instalado y al que protege en su tercera encarnación, la de Wonder Woman.

La película, como la anterior, nos muestra en mundo de las amazonas y comienza con una lección moral sobre lo que se desea y la forma de conseguirlo. Es un discurso sobre los límites morales y la autenticidad. Ese principio moral forma parte de la educación en la nobleza de espíritu que marca la formación de Diana y definirá su universo moral posterior, su sentido protector, pero también justo y equilibrado. El principal objetivo de Diana es proteger, antepone el sufrimiento o daño a los demás al suyo propio.

El núcleo de la película es precisamente el dilema del altruismo en contraposición a la búsqueda egoísta de lo propio. Para vencer a los demás, a los que representan el mal, Diana tendrá que vencerse a sí misma, tendrá que renunciar a lo que más desea.




Esta nueva entrega está ambientada en 1984 y nos muestra a dos villanos surgidos de la frustración. No necesitan estar expuestos al mal porque su mal es precisamente el desear lo que no se tiene, la frustración de lo cotidiano, la de no ser nadie,  que se ve a través de estos personajes, de intención inicial muy diferente, pero con un proceso paralelo hacia su propia destrucción, capaces de arrastrar al mundo en una locura contagiosa.

Si se comprende este esquema complejo, entendemos que la película debe ir por derroteros diferentes a los habituales en el género. Debemos comprender el profundo sacrificio de Diana, su entrega altruista, gracias al tamaño e intensidad de la renuncia. Es de ahí, de renunciar a lo que más se quiere, de donde se recoge la fuerza perdida.

Hay una especie de fondo budista en la renuncia a lo gozoso para evitar el dolor, sacrificar antes que perder. Pero Diana es humana y lo que no tenía en el reino de las amazonas y tampoco se puede permitir en su rol de Wonder Woman, lo sufre en su forma de Diana Prince, donde es el amor lo que llena su vida y, consecuentemente, el dolor de perderlo.

Sobre el papel, las cosas están claras. Hay tres mundos: el inicial de las amazonas, el de los sentimientos de Diana y el del combate de Wonder Woman. Por más que Diana trate de humanizar el último, este se convertirá en el del combate sin piedad contra enemigos que tratarán de destruirla.



En el mundo de Diana Prince se pueden tener relaciones personales, conexiones amistosas, pero en el de la heroína el combate es el eje. Parte de su drama es precisamente haber quedado atrapada en los sentimientos en mitad de los conflictos.

Estos tres mundos son visualmente distintos. Pese a la competencia inicial, el mundo de las amazonas es el espacio protegido de la infancia, el del principio del deseo porque no se ha desarrollado todavía la moralidad y querer ganar es parte del juego sin tener en cuenta las consecuencias. Pero en el mundo de Diana Prince, la competencia se ha adueñado del espíritu de todos. Es el mundo del reaganismo, del neoliberalismo a ultranza en el que triunfar es una obligación y perder un drama social cósmico. Es en el este segundo espacio, el de 1984, donde se construye la fábula social del deseo. Nunca se tiene bastante; más y más es el lema.

Es aquí donde se nos muestran los dos personajes que se deshumanizan por su deseo. Barbara Minerva es el personaje del que nadie se acuerda, una mujer invisible por su vulgaridad. No llama la atención y nadie se la presta. El otro personaje, el del empresario fracasado Maxwell Lord, es el de la ambición sin límite. Comienza queriendo ser alguien delante de su hijo y pronto no tendrá bastante, arrastrando al mundo entero en una especie de mercadeo de los deseos. Es una metáfora económica de un mundo al que se arrastra a la destrucción despertando su ambición.



Los deseos de ser atractiva, admirada y temida finalmente por parte de Barbara Minerva se cumplirán pero deshumanizándola, como se nos muestra en su transformación final, donde se convierte en el animal cuya piel ha admirado en los zapatos de Diana Prince; Maxwell Lord casi destruirá lo único que le ha importado en ese mundo y que siempre está dejándole al margen, como un fracasado. Ambos aprenderán lecciones básicamente moral sobre el problema del deseo ciego, sin límites.

También Diana aprenderá algo sobre sí misma. Un héroe que no aprende es solo una máquina. Diana Prince no lo es. El mundo sencillo de las amazonas es sustituido por el de la complejidad de la pareja humana y de la sociedad misma.



Los tres mundos de la película tienen tratamiento visual y narrativo distinto. Quizá el más extraño en el conjunto es el intermedio el de Diana, que es precisamente el que carece del carácter épico por ser el sentimental, el de las emociones. No es fácil engarzar los tres de forma armónica. Quizá el guión necesitaría de algunas revisiones para un equilibrio más adecuado entre esos tres escenarios sin que se resintiera. Con todo, hay que reconocer la valentía del proyecto, asumido por Jenkins y la propia Gadot en la producción, de recrear un personaje con un universo moral propio, como trataba de ser el personaje en su idea original.

El filme tiene a una espléndida Gal Gadot, que se ha hecho con el personaje y transmite lo que necesita el personaje. Pero quien se hace con la pantalla es Pedro Pascal en su papel de Maxwell Lord, al que vemos desarrollarse en su desesperación inicial y en su megalomanía final. Hay mucho de trumpismo en su interpretación. Toda película acaba siendo interpretada en clave de presente y esta lo es. No le han dado el gusto al señor de la Casa Blanca de dar más detalles, pero no hace falta mucha imaginación para terminar de completar al personaje, especialmente en su fase final. Pascal hace materializarse a un personaje previsible. El papel de Barbara Minerva, interpretado por Kristen Wiig, marca también ese arco de transformación que va de la persona en la que nadie se fija e imponer el terror. Diana da, como no podía ser de otra manera, la oportunidad de la redención, aunque no siempre se aproveche.




Vuelvo al fenómeno de la extrañeza inicial. La película tiene momentos buenos de cine, pero nada se sostiene demasiado si la historia se resiente. Quizá sea la parte sentimental, la que recae sobre Chris Pine, la que sea más difícil de armonizar con el resto, pese a que se vuelva a 1984. La elección del momento se resuelve con algunos gags sobre la moda de aquellos años, lo que quizá nos desvía de la intención general y nos despista sobre el tono en que debemos asimilar el filme. No es fácil transitar un filme en el que se nos pide ir de las bromas sobre los pantalones de los 80 al apocalipsis. Es un tránsito excesivo incluso para una película de súper héroes.

Fuera de lo que es el filme en sí, se debe agradecer el esfuerzo de llevar el cine a las salas en esta situación en que nos encontramos. Frente a las plataformas, una película como esta requiere el espacio visual de las pantallas y el mensaje del retorno en condiciones. En ese sentido era esperada y ha cumplido.

JMª Aguirre


 

Wonder Woman 84  

Directora: Patty Jenkins

Guionistas: Patty Jenkins, Geoff Johns, Dave Callaham

Intérpretes: Gal Gadot, Chris Pine, Kristen Wiig, Pedro Pascal, Robin Wright, Connie Nielsen

 

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