Había leído
cosas muy raras sobre Ad Astra, la
película de James Gray que se estrenó ayer en nuestras pantallas. "— Mucha
gente viene a verla, pero no les ha gustado mucho", me informa mi
taquillera cuando saco mi entrada de hoy. "—Eso es porque esperan ver otra
cosa o vienen por Brad Pitt", le digo. "—Eso creo yo", me contesta.
Me surge entonces la pregunta de siempre, ¿es una buena película una película
para todo tipo de público? Probablemente no, como pasa en las demás artes, pero
en el cine en mayor medida porque para muchos es entretenimiento y gustar
significa entretener. Hay muchas películas entretenidas que no son muy buenas y
algunas buenas películas que no siempre son entretenidas.
Ad Astra
(2019) es una película solitaria, un viaje interior más que espacial; es más un
viaje interior que un recorrido entre estaciones y planetas. El espacio es la
excusa para buscar algo perdido en la infancia, que no es más que el niño que
dejamos de ser para superar los traumas que nos hacen crecer retorcidos.
Lo de menos
es la ciencia-ficción, que es la excusa. Los problemas que se plantean, en
cambio, son humanos, universales.
Veo
esta película de Grey como una "versión espacial" de El corazón de las tinieblas, un viaje en busca de un nuevo Kurz, con
toques de la Carta al padre, de Franz Kafka. Los distintos episodios que marcan
el viaje no son más etapas en el viaje interior. De hecho, creo que Ad Astra tiene muchas cosas en común
con su anterior filme, La ciudad perdida
de Z, una magnífica película a la que no se hizo mucho caso, en la que esta
vez el viaje era en la jungla en busca de un sueño.
Los
viajes de Gray son viajes simbólicos, metáforas de etapas del crecimiento
atrofiado bajo la capa de la normalidad. En este sentido, sus personajes buscan
remediar sus propios defectos, causados por su deficiente maduración. Lo que
haya causado estos traumas son los motores de la acción, aquello que hay que
resolver.
Para
este viaje interior, James Grey monta un impecable recorrido exterior, realista
y angustioso. Es un espacio sin sofisticaciones y donde hay una constante
centralidad del personaje protagonista y de su padre ausente, que va tomando
más presencia desde el exterior, el héroe admirado, al interior, el padre
ausente.
La
presencia de Brad Pitt es una constante hasta llegar al fragmentario padre, un
magnífico Tommy Lee Jones. Los demás tienen unos papeles satélites, giran alrededor
de Pitt, que es el eje móvil de la historia.
El
guión está bien construido y magnífico el manejo de la cámara y la fotografía.
No es
una ciencia-ficción como la que estamos acostumbrados a ver. Que no nos
despisten los escenarios. Es una película sobre una persona y su evolución,
sobre la carga de los problemas, los sentimientos confusos y la necesidad de
tener referentes válidos en la vida. Todo ello, eso sí, desarrollado en un
entorno futurista. Los problemas son de siempre.
James Gray, como ya hizo con Z, nos hace cambiar las perspectivas de los géneros que usa y que le sirven para encuadrar problemas interesantes, humanos, universales. Al final de estos viajes nos encontramos a nosotros mismos.
Ad Astra
(2019)
Director: James Gray
Guión: Ethan Gross y James Gray
Intérpretes:
Brad Pitt, Ruth Negga, Jamie Kennedy, Donald Sutherland, Tommy Lee Jones,
Kimberly Elise, Loren Dean,
John Finn,
Greg Bryk, John Ortiz, Alison Reed, Ravi Kapoor, Liv Tyler
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