domingo, 1 de marzo de 2020

El hombre invisible (Leigh Whannell 2020)


Lo interesante de los remakes es ver cómo se adaptan a sus propios tiempos. Estamos en otros tiempos y los temas viejos necesitan de labor de ajuste a las necesidades y nuevas formas de expresión. En la cultura, lo que no se recicla se pierde. "El hombre invisible" (2020), dirigida por el actor, guionista y director australiano Leigh Whannell es un ejemplo de reciclado a los nuevos tiempos. Esta es su tercera película y las tres han estado dentro del género de terror (Upgrade e Insidious 3)
En realidad, la estructura del "hombre invisible" es muy sencilla y así se ha solido presentar en adaptaciones anteriores, que nunca han dejado de faltar. Una versión sobre la invisibilidad la tuvimos en El hombre sin sombra (Hollow Man 2000), interpretada por Kevin Bacon y Elizabeth Sue, dirigidos por el holandés Paul Verhoeven. La película todavía se repone en nuestras televisiones. Ha sido la ciencia ficción lo que ha servido de cimiento, con sus toques de terror inquietantes, bajo la etiqueta del "científico loco", un Prometeo castigado por desafiar la lógica del mundo.
Sin embargo, esta nueva versión ha preferido dar un paso más y convertirse en una fábula, situando el centro no en la tecnología (el peligro de su descontrol), sino en los terrores que nos acosan todo los días. Con ello, de los peligros de la Ciencia descontrolada hemos pasado a los peligros del acoso y del maltrato y al no ser creída la víctima. El eje narrativo se desplaza así del inventor a su víctima, la esposa.


En las versiones tradicionales, el grupo era acosado por el compañero científico descarriado. Aquí la soledad es la principal enemiga de la persona a la que se ha aislado para su control.
Normalmente es ese aislamiento al que están sometidas las víctimas, una distancia social con los demás, lo que hace que sean difícil de creer las situaciones que cuentan dentro de la estrategia manipuladora que se le ha aplicado.
Leigh Whannell sabe aprovechar las buenas dotes de la protagonista, una estupenda Elisabeth Moss, capaz de pasar por los diferentes registros que le provocan las situaciones de acoso. Moss lleva el peso de la película ya que le toca sobrevivir como incomprendida en un mundo poco receptivo. Eso supone que pasa la mayor parte del tiempo desesperada, por decirlo así. Aunque estamos de su lado, percibimos en ella la paranoia que ven los que no la creen y cómo su soledad va aumentando.
La metáfora social es clara y no necesita de mucha explicación. Son las deformaciones morales del acosador, posesivo y narcisista, que castiga a sus propias víctimas. La idea de un narcisista invisible podría parecer descabellada, pero es la invisibilidad la que ofrece más poder y control sobre los demás. En este sentido, la fábula se sostiene.


Los demás actores, especialmente Oliver Jackson-Cohen y Michael Dorman, en su papel de hermanos, dan bien el inquietante registro que se les ha encomendado. Igualmente, la australiana Harriet Dyer, en el papel de la hermana de la protagonista, sabe reflejar todos los matices de la complicada relación entre ellas. Quizá la película hubiera ganado algo si en vez de preocuparse por discutir quién ha mandado un email, se centrara en los motivos psicológicos por lo que la hermana cree con tanto convencimiento que ha sido ella.
En este sentido, la película adolece de ciertos baches en los que se trata de desarrollar lo que ya lo está o no se desarrolla lo que se debería desarrollar. Quiza su metraje por encima de las dos horas podría haberse reducido en la parte final, lo que hubiera mejorado el ritmo y se habrían dejado algunas incongruencias fuera. 
Algunas reacciones son poco convincentes, más en los personajes que le rodean que en ella. No es tanto problema de los actores, que cumplen, sino un problema de guión, de cómo se han escrito sus escenas. Por muy fantástica que sea una película, la congruencia es necesaria.


Como adaptación de una obra de H.G. Wells sobradamente conocida, la película introduce esas interesante innovaciones que la revitalizan, por un lado, pero que la distancian de su origen, por otro. La "invisibilidad" posee una serie de connotaciones que se ajustan bien a la fábula. Es ahí donde hay que insistir para conducirla hacia su finalidad crítica. La fábula siempre tiene una intención moral y en esta los espectadores tendrán que decidir al final sobre su propia "moraleja".
La producción de la película es mezcla de Australia, Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Cada vez hay más que unen esfuerzos para aprovechar los talentos repartidos.
J.A.


El hombre invisible (2020)   
Director: Leigh Whannell
Guionistas: Leigh Whannel, H.G. Wells (novela)
Intérpretes: Elisabeth Moss, Oliver Jackson-Cohen, Harriet Dyer, Aldis Hodge, Storm Reid, Michael Dorman

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