Aguas oscuras (Dark
Waters 2019) se sustenta en un férreo guión de Mario Correa y Mathew
Michael Carnahan, basado en un artículo periodístico titulado "The Lawyer
Who Became DuPont's Worst Nightmare", firmado por Nathaniel Rich,
publicado en The New York Times. Hay que empezar por esto porque creo que es
relevante en este caso y en una cinematografía como la de Todd Haynes, que
tiende a moverse con más libertad.
Haynes
tiene lo que se suele llamar "voluntad de estilo" y este filme se
encuentra en las antípodas del ejercicio imaginativo realizado en su obra
anterior, Wonderstruck (2017),
nominada a la Palma de Oro en Cannes. Aguas oscuras, todo sea dicho, me resulta
más convincente por su sencillez que la obra anterior en su barroquismo, pero
Haynes es un director camaleónico, un explorador de las formas de los discursos.
El
origen periodístico de la historia nos lleva a la realidad, al mundo real con
sus juegos de poder y control.
El
mundo, se nos dice, está controlado por las grandes empresas y solo una fe
firme es capaz de enfrentarse a ellas. La demostración viene dada por un
abogado, bien interpretado por Mark Ruffalo, que ha se ha pasado su carrera
defendiendo empresas y se ve condicionado por una recomendación de su abuela a aceptar
un caso con un paleto de Virginia Occidental, que tiene que ver con un
envenenamiento de tierras y muerte del ganado.
La
compresión desde nuestra butaca de que estamos ante un caso real, que se
manejan nombres reales de las empresas y de productos que tenemos en nuestros
hogares es un condicionante de nuestra recepción —nunca es objetiva—, algo que
se ve incentivado por el formato realista de la escritura cinematográfica.
Se
puede leer mucho entrelíneas en el guión del filme sobre la América actual de
Trump. No creo que sea casual el enfoque, aunque el planteamiento dé lugar
lecturas complicadas. El malhumorado paleto que encarga al abogado Robert Bilott
(M. Ruffalo) te dice mucho de esa América profunda que se supone que ha
respaldado a Trump. Esa desconfianza hacia el mundo de las empresas, de los
políticos, de todo... muestra una brecha monstruosa entre unos y otros. Bilott
representará el puente, el abogado que se mueve entre las grandes empresas,
pero no olvida sus orígenes en una pequeña población agrícola y ganadera. El
desprecio con el que le llaman "paleto" los ejecutivos que se le
enfrentan muestra esa brecha americana. Sus idas y venidas en coche de la
ciudad al campo son el recorrido entre dos mundos alejados por años luz.
La
película muestra —lo busque o no— cuál es el verdadero poder en Norteamérica y
cuál el escenario de la lucha entre unas empresas con dinero ilimitado y todo
el tiempo del mundo, frente a personas cuyas vidas se acaban antes de ser
citadas en los pleitos.
La
película pasa a ser una gran metáfora del mundo actual, controlado por las
empresas. Esta se desarrolla en los encuentros entre el abogado y el paleto
Wilbur Tennant, magistralmente interpretado por el actor Bill Camp.
La
película no es condescendiente. Uno de los buenos momentos se produce cuando el
jefe de Tennant (Tim Robbins) lanza a los miembros del bufete un discurso sobre
por qué todo mundo desprecia a los abogados. Son esos momentos verbales los que
acaban envolviendo a las imágenes reales, las que nos describen ese mundo
podrido donde es el poderoso el que gana.
La
película, como el propio título del artículo que sirve de base al filme señala,
es una descripción de una voluntad, la de una persona que elige el camino más
complicado. La de un paleto bien vestido,
que es lo que el personaje representa.
El
filme lo hemos visto muchas veces. Esta vez lo que se nos muestra ha tenido
lugar. Las muertes de animales y personas, los miles de afectados... no son
cifras lejanas, sino dramas personales de gente olvidada, de gente que tiene
que aceptar lo que les dan porque las personas que les están matando son la
empresa que les da trabajo. Son los dilemas de la vida real.
La
queja se convierte en lamento profundo. Nadie ayuda a esos paletos abandonados
a su suerte en las tierras de Virginia. La música de John Denver sirve de
contrapunto irónico a la realidad de esos caminos de muerte: Country roads, take me home...
Y el hogar está en crisis profunda. Ya sea por los brotes del racismo o por el mundo controlado por las grandes empresas, distorsionada por los medios... la América que se nos muestra tiene su propia guerra interior, un drama de conciencias. Tanto en el drama de Eastwood, Richard Jewell, como en este Aguas oscuras, la pregunta que resuena es "¿quién me defiende?" lanzada por personas que se ven solas frente a lo que les llega con violencia de un mundo despiadado. No hay nada en que apoyarse, nadie en quien confiar.
Estupendos
Victor Garber y Tim Robbins en sus papeles contrapuestos. Bien Anne Hathaway
como la esposa de Bilott y, como se ha señalado, magistral en su papel de
paleto Bill Camp.
Quizá
la sobrecarga de superhéroes y de fantasía de todos los órdenes está fomentando
este tipo de cine que no es que sea realista, sino que va a casos reales. Hace
unos días comentábamos aquí el magnífico Richard
Jewell, de Clint Eastwood, otro filme basado en un caso real. Son varios
filmes este año con base en la realidad. Servirá de equilibrio y nos ayudará a
tener los pies en la tierra.
J.A.
Aguas oscuras
2019
Director: Todd Haynes
Guionistas: Mario Correa y Mathew Michael Carnahan; artículo de Mathew Michael Carnahan
Actores: Mark Ruffalo, Anne Hathaway, Victor Garber,
Tim Robbins, Bill Camp
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