Los cimientos de una película sólida son un buen guión, unos actores que no lo pifien y un director que no perjudique a todo lo anterior. En este sentido, Bill Condon, el director, es el encargado de que un buen guión y unos buenos actores sean envueltos para un regalo a los espectadores. Lo consigue a través de una puesta en escena que dirige nuestra atención hacia el escenario ocupado por las figuras. No estamos ante una película de "divos", por el contrario, nos encontramos ante una película compacta, bien construida.
Podemos
enfrentarnos a La gran mentira como una comedia, un drama o como a un encuentro entre dos grandes actores, lo que no es más que recordar algo obvio. Es comedia y es drama en cada uno de sus diferentes momentos, pues el filme se transforma cuando se transforma su trama y con ella se transforman sus intérpretes.
Nada es lo que parece ni tiene porque
serlo. Cada nivel es creíble gracias a
la normalidad con la que se mantiene la duplicidad, lo que ellos ven y lo que
nosotros creemos que sabemos de ellos. Todo es una gran mentira, como
se nos anuncia desde el título. La mentira que comienza con las citas por Internet va adquiriendo nuevas capas que ganan en profundidad y dramatismo hasta llegar a la desnudez de las propias vidas.
Helen
Mirren y Ian McKellen son dos soberbios actores que hacen desvanecerse la idea de que no se escriben historias
para la gente de más de 50 años. Es una queja sin fundamento cuando vemos a
Mirren haciendo papeles de reina o de espía y a McKellen papeles que van de Magneto a Sherlock
Holmes. Pero Helen Mirren y Ian McKellen, que pasan sobradamente los 50, son
Mirren y McKellen, dos grandes monstruos (como se decía cuando no estaban de
moda las películas de monstruos) de la interpretación. Aquí lo demuestran por su variedad de registros y capacidad de construir conjuntamente. No hay duelo, sino comprenetración.
No
importa lo rocambolesca que pueda ser la historia. Lo importante es que son
ellos quienes realizan la danza interpretativa en cada momento ante nuestros
ojos. Y lo que realizan en la pantalla es la mentira, la doble mentira y la
triple mentira. Nadie es como parece porque probablemente hay algún momento en
la vida en que perdemos el rumbo y tenemos que inventarnos. Ellos lo hicieron,
una y otra vez dando sentido a sus vidas o perdiéndolo por el camino. Este aspecto es el que les diferencia y determina sus finales, muy gráficamente representados al final con una enorme ironía.
No son
los únicos buenos actores de la película. Los secundarios son también
excelentes y dan su credibilidad a sus propias mentiras dentro del engaño,
centro de sus vidas y de la película.
La
ambientación era importante pues los espacios son las prolongaciones de los
personajes, es decir, una forma más de engaño, como vamos comprendiendo. Cada
uno de ellos ha fabricado su ser y su estar para que las historias sean
convincentes.
En una
película que se estrenó la semana anterior, a la que no le dimos reseña, un
policial de comedia con muchísimas estrellas, Puñales por la espalda (Rian Johnson 2019), todo el mundo engañaba
en un universo digno de Agatha Christie (por no decir inspirado en las novelas
de Poirot), por lo que el tono acababa siendo de comedia. Aquí, el proceso es
el inverso, no nos preguntamos quién es el asesino, sino cuál es el crimen. No
se extiende el mundo a través de los personajes, sino que esté se va
concentrado (como una salsa) sometida al calentamiento dramático.
Magnífica la música, desde el mismísimo principio, de Carter Burwell, y buena fotografía de Tobias A. Schliessler, en un filme sólido en su acabado.
Una
película que habrá que esperar a que se nos ofrezca en su versión original para
apreciar el trabajo meticuloso de tan enormes actores.
J.A.
La gran
mentira (2019)
Director:
Bill Condon
Guión: Jeffrey Hatcher (guión), Nicholas Searle (novela)
Intérpretes:
Helen Mirren, Ian McKellan, Russell Tovey, Jim Carter
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