domingo, 28 de julio de 2019

Midsommar o Suecia, infierno y paraíso

Midsommar es una película muy especial, sorprendente en muchos aspectos. De las varias películas de terror que hemos reseñado en estas semanas pasadas (en verano apetece sufrir), esta se aleja de ellas. "Muñeco diabólico" (Lars Klevberg 2019) o "Annabelle vuelve a casa" (Gary Dauberman 2019) son dos películas que juegan con el género de terror, con sus reglas y principios. Dos muñecos diferentes, pero una estructura similar, la que marca el género. Sabes dónde te encuentras y así es posible jugar en el género. 
Nada de esto ocurre en Midsommar (2019), escrita y dirigida por Ari Aster, un director que ya sorprendió con Hereditary (2018), película valorada y muy galardonada, que nos muestra ya una orientación en su cine. Aquí las reglas genéricas están subyacentes y surgen cuando le das vueltas a la cabeza tratando de entender qué has visto, cuando vas atando cabos.
Midsommar es una película fascinante; lo es para los ojos y lo es, en otro orden, para la mente. Desde el punto de vista del género, el terror se hace mundano. No hacen falta espíritus, lo que le permite contrastar el esteticismo que la recorre del primer plano al último, con el hiperrealismo de la crueldad visual. De esta forma, se nos lleva la mirada hacia un mundo desnudo de efecto, plenamente natural, en el que nada se nos esconde cuando ocurre, pues en gran medida es espectáculo o ritual.
La mirada exterior, la que es guiada especialmente por la excelente actriz británica Florence Pugh, en el papel de Dani, se combina con una serie de planos en los que la mirada es interior, reflejo de una mente distorsionada por las alucinaciones. La imaginación visual de Ari Aster retuerce las imágenes como forma de trasladarnos a la mente de la protagonista. Ese aspecto doble, interior y exterior, será una de las claves de la película, esencial en la construcción del filme.



Desde los primeros planos de los oscuros bosques nevados hasta los luminosos de la Suecia de destino, Aster realiza una narración, especialmente en la primera parte, entrecortada, con planos cuyo sentido comprenderemos más tarde por contraste. La película funciona como un mecanismo de precisión guiado por la imagen, por su construcción, por sus movimientos de cámara diseñados para hacernos sentir junto a la protagonista, ya sea estando ella presente o estando en boca de otros.
Lo que era análisis psicológico en la primera parte, se vuelve en la segunda antropológico. Del análisis de la mente y sus perturbaciones, se pasa en la segunda parte a las reglas sociales, al análisis del grupo. La realización cambia cuando se cambia de mundo, cuando llegan a una comunidad en Suecia que se les promete como paraíso pero que pronto se manifestará distinta. A finales de los 60 se publicó un célebre libro, "Suecia. Infierno y paraíso", de Enrico Altavilla, en donde se expresaba el contraste de un país en donde se alternaban las dos caras, rigor y permisividad, libertad individual y tiranía de grupo. Fueron también las dos facetas que recogió en Fanny y Alexander (1982) el director Ingmar Bergman a través de las dos familias que se nos muestran, la de artistas y la puritana. La Suecia de Aster es una estilización, un paraíso inicial para el que llega que va mostrando sus cimientos.
Si en la primera parte la protagonista, Dani, se situaba frente a un grupo de amigos, el grupo de su novio Christian (Jack Reynor), en la segunda parte todos se situarán en la nueva comunidad a la que han sido invitados. Cada uno encontrará motivos diferentes de atracción o de repulsión.



Dani es el centro desde el que se ven los dos grupos, los amigos y la comunidad sueca. La interpretación de Florence Pugh transmite perfectamente el sentimiento que Ari Aster ha querido mostrar en la evolución del personaje. El resto del reparto del grupo de amigos cumple bien sus trabajos, si bien la complejidad de los personajes es menor.
Tratamiento aparte es el que hay que dar al reparto sueco, a la comunidad, en donde Aster les encarga ser antinaturalmente naturales.
Como es propio de algunas películas del género, el mundo que se nos recrea resulta una sátira social, una muestra de la violencia sobre la que construye nuestro mundo. El plano invertido de la llegada del coche a la comunidad ya nos avisa de que entramos en uno diferente, casi irreal, necesitado del estudio explicativo de los propios personajes que tratarán de comprender las reglas del paraíso.
Toda película que busca su camino propio y alejarse de los géneros que toca es una aventura arriesgada. La película puede encantarnos o desesperarnos. Especialmente si no sabemos a qué tipo de película nos enfrentamos. Pero también es cierto que es un filme que hay que ir descubriendo en su desarrollo, evolucionando con el personaje de Dani, en esta fantasía realista o este realismo fantástico, ya que se puede abordar desde ambos lados. 
Esa Suecia fantástica, onírica, ordenada y ritual, feliz y siniestra, tiene un valor para Dani; es el refugio en donde se le promete la felicidad que no encuentra. Pero "felicidad" es una palabra engañosa.



El destino de esta película es incierto. No es una película masiva, pero sí creo que se puede convertir en película de culto. No es, pienso, para todos los aficionados al género de terror precisamente porque subvierte sus reglas hasta el extremo. Como anécdota, al salir de la proyección, en una pareja, ella llamaba a alguien para recomendar la película mientras él gritaba ¡Ni se os ocurra! División de opiniones. Por mi parte, creo que es una película muy interesante, con méritos más que suficientes.
Veo que hay vídeos por la red explicándole el final. Arriésguese y complete lo que ha visto cerrando su sentido. Creo que es lo más adecuado en una película como esta.
La realización, tanto los movimientos como la fotografía, las metáforas visuales tienen más de poesía (asociación) que de estricta narrativa lineal, en parte por la necesidad de vincular el mundo con Dani, una especie de Alicia, alrededor de la cual gira todo. Se conjugan, como decía al principio el realismo de los resultados (la crueldad de la ausencia de crueldad) con la forma de exponerlo, unas veces de un directo impactante, como de eludirlo. En la parte visual, pues, impecable, original, lírica, psicodélica. 
Al igual que ocurre en muchas película del género, el terror proviene del descubrimiento de lo que la normalidad encubre o de lo que nos descubre en nuestro interior. Son las reglas de la tribu, el orden que se basa en el sacrificio.
Detrás de cada monstruo, siempre estamos nosotros. Aquí, en esta película, no está detrás sino delante.
J.A.



Midsommer (2019)
Director: Ari Aster
Guión: Ari Aster
Intérpretes: Florence Pugh, Jack Reynor, Vilhelm Blomgren, William Jackson Harper, Will Poulter, Ellora Torchia, Archie Madekwe

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