Spider-Man: No Way
Home, dirigida por Jon Watts, luce un glorioso 8,7 en la IMDB, una calificación que
está al alcance de muy pocos, antiguos y modernos, clásicos o vanguardista. Es
una nota que premia la tercera entrega de una serie que ha sabido desarrollarse
de forma plena a través de encontrar algo que no era fácil, su propio hueco
dentro del Universo Marvel. Pronto se vio que la versión con Tom Holland y
Zendaya, junto a otros personajes, adquiría un tono único que le permitía pasar
del drama a la comedia juvenil y la acción.
Mi momento favorito de la saga de Spider-Man es aquel que,
en la primera entrega, reúne a Tom Holland y a Michael Keaton, el padre de su
primer amor del instituto, dentro de un coche. No hay efectos especiales, no
hay trajes raros o máscaras encubridoras. Hay un padre en primer término y un
adolescente sentado en la parte de atrás, abrumado porque sabe que el padre es
el villano de la entrega. Los dos actores transmiten poder y terror; el
director sabe que no necesita más.
Esta tercera entrega de Spider-Man ha conseguido adentrarse
en lo que se había dado en las anteriores, y llevar todo el conjunto un paso
más allá en un auténtico giro de guión extraordinario, el logrado con el
"multiverso". De esta forma, la película pasa a ser algo más que una
"historia" y permite una verdadera apoteosis en el sentido que le da la Real Academia. De una forma
asombrosa, se recogen sus cuatro acepciones:
1. f. Ensalzamiento de una
persona con grandes honores o alabanzas.
2. f. Manifestación de gran
entusiasmo en algún momento de una celebración o acto colectivo.
3. f. En el mundo clásico,
concesión de la dignidad de dioses a los héroes.
4. f. Teatro. En una revista
musical o en un espectáculo similar, escena culminante con que concluye la
función y en la que participa todo el elenco.
En el primer sentido, se ensalza la figura del héroe,
Spider-Man, que logra evolucionar desde ese adolescente dubitativo que se nos
ha mostrado anteriormente. Lo es en el segundo sentido, pues logra pasar de la
persecución social al reconocimiento en su universo. El tercero se da en otro
nivel, el de Spider-Man como personalidad por encima de sus diferentes
versiones, de lo que tienen en común en cada encarnación cinematográfica.
Finalmente, el más evidente, el sentido teatral, en el que participan todos,
héroes y villanos.
Los que hayan visto la película ya, saben a qué me refiero.
Los que no lo hayan hecho todavía lo descubrirán con placer. Por lo mismo, el
filme se disfruta más por parte de quienes hayan visto todas las entregas
anteriores del héroe arácnido.
Esta tercera entrega es la consagración de una forma de
trabajar, la de Marvel, dándoles un nuevo sentido a la palabra
"universo", algo que trasciende cada filme y va a su esencia y
articulación.
Cada década ha tenido su "Spider-Man" y ahora
hay otra dimensión nueva en la que moverse al comprender el fenómeno
cinematográfico. Marvel trasladó al cine lo que había hecho en los cómics, los
renacimientos variables, la emergencia del mismo personaje renacido, sujeto a
la imaginación y responsabilidad de los creadores que lo cogían con sus manos y
artes para darle nuevo sentido. El mismo Spider-Man, diferente Spider-Man.
Esta tercera serie ha contado con un reparto que ha sabido
encajar perfectamente en el Spider-Man que se buscaba o que, sencillamente, se
encontró. Es el equilibrio de actores del que antes hablábamos. Rodeados de
comedia —la adolescente a cargo de Holland, Zendaya y Jacob Batalon; la adulta a
cargo de Happy y la Tía May—, los momentos de drama y los de acción eran
encajados a la perfección dentro de un ritmo narrativo trepidante y una acción
constante.
la película es la más fantástica, si se puede decir así, pero también la más humana y reflexiva por parte de los propios personajes, héroes y villanos. En este último apartado, destacan los brillantes Alfred Molina y un Willen DaFoe magistral.
La dirección es impecable en todos los momentos, tanto en la
acción como en los momentos relajados en los que se da paso a la comedia o al
drama. El reencuentro con los viejos actores, los villanos perdidos, los héroes
sustituidos, da lugar a una película que ha gustado a prácticamente todo el
mundo por su originalidad, puesta en escena y, sobre todo, porque es también un canto al cine.
Hace mucho tiempo —para mis varias idas semanales—, que no iba
al cine; en vacaciones, las salas han estado llenas de películas atractivas y de su público y he preferido
esperar un poco. La pude disfrutar un jueves, en versión original, con apenas
dos personas más en la sala. Ha sido un buen reencuentro con el cine después de
demasiado tiempo alejado de mi butaca favorita.
Joaquín Mª Aguirre
Spider-Man:
No Way Home (2021)
Director:
Jon Watts
Guionistas: Chris McKenna y Erik Sommers, Stan Lee (por el
libro original)
Intérpretes:
Tom Holland, Zendaya, Benedict Cumberbatch, Jacob Batalon, Jon Favreau, Jamie
Foxx, Willem Dafoe, Alfred Molina, Benedict Wong, Tony Revolori, Marisa Tomei,
Andrew Garfield, Tobey Maguire, Angourie Rice, Arian Moayed, Paula Newsome,
Hannibal Buress, JK Simmons, Martin Starr...
En
estos tiempos en los que todo tiende a convertirse en musical para alimentar
una escena facilona, nos llega esta "Querido Evan Hansen", dirigida
por un director con cuatro filmes, incluyendo este, un musical extraño y
oscuro, con una muestra de personajes que alimentan sus propios miedos y
tendencias que les arrastran.
Los
espectadores se enfrentan a un musical, como decimos, atípico en el que es
arrastrado más allá del límite de la comodidad. No esperen fantasía
alternativas al mundo real. En Querido
Evan Hansen no hay concesiones, no hay escapismo. Muy al contrario.
Quizá
hay una frase en la que se podría centrar el mundo que se nos muestra. Cuando
el personaje de Alana (Amanda Stenberg), la chica modelo del instituto, le
pregunta al protagonista, Evan, (Ben Platt) "¿qué tomas?". En otras
circunstancias podríamos pensar que es una invitación a beber algo. Aquí se refiere a la
ristra de medicamentos que tanto él (el fracasado) como ella (la triunfadora)
toman para sobrevivir en una sociedad inmisericorde en la que la apariencia lo
es casi todo y el dolor y el fracaso se deben esconder. El encuentro en los columpios es una de las mejores secuencias de la película, un momento simbólico por el escenario, la infancia segura, y emotivo por sus confesiones.
El
filme de Chbosky es un retrato descarnado de la juventud. Quizá lo sea más allá
de los Estados Unidos y nos muestre un sufrimiento que se ha ido extendiendo
por las sociedades modernas como una peste. La presión insoportable que unos y
otros siente, la ansiedad y frustración de unos y otros en un mundo perfecto
que esconde dolor y más dolor.
No es
muy difícil suponer de dónde procede la idea cuando los medios de comunicación
nos ofrecen información diaria sobre matanzas en institutos o suicidios de
jóvenes, sobre epidemias de presión y consumo de todo tipo de medicamentos y
sustancias para intentar calmar lo que les supones la oscuridad en la que
viven.
El detonante
de la trama es sencillo: un joven incapaz de relacionarse con los demás recibe
la instrucción de su terapeuta de escribirse una carta a sí mismo exponiendo
sus problemas. Es lo que nos da el título de la película. Un malvado del
instituto se hace con la carta. Se suicida y le encuentran esa carta que, por
la presentación —Querido Evan— piensan que ha dirigido al único amigo que
tenía.
Sobre
este equívoco se construye una película que le permite al director y a los
guionistas indagar en los fantasmas familiares, en los remordimientos, en las
hipocresías sociales.
La obra
en su totalidad rezuma una ironía trágica, un doble movimiento entre la piedad
que nos suscita el personaje por su sufrimiento y el sufrimiento que nos
produce ver cómo alivia el suyo construyendo una gran mentira que le permita
sobrevivir siendo aceptado por la comunidad que antes le rechazaba.
Con
estos elementos, la obra permite entrar en el interior de cada personaje,
reservando el de Jared (Nik Dodani) como una visión exterior, conocedora de
todo el tinglado que se ha montado. Es interesante el juego que se hace con
este personaje, un amigo obligado por la amistad de las madres, gay y con
rasgos hindúes. La verdad está en posesión de este personaje, que se sitúa en
el mismo nivel que el espectador.
De las
virtudes cantantes de los intérpretes no podemos decir nada y habrá que esperar
a que lo podamos escuchar en su versión original, ya que las canciones han sido
dobladas, lo que creo que, dado que el musical no tiene nada de infantil, es un
error a estas alturas. Hubiera sido mejor poder escuchar las voces de los
actores y también unas letras menos forzadas. No es nada fácil poder encajar
las frases en el canto y que tenga un sentido más allá de las rimas fáciles.
Junto a
los señalados, hay que resaltar la confrontación entre actores consagrados,
como es el caso de las dos madres, Julian Moore (Heidi Hansen) y una magnífica
Amy Adams (Cynthia Murphy, la madre del suicida). Ambas actrices logran una
rica gama interpretativa manifestando el amplio abanico de sentimientos ante lo
que sus hijos han hecho a lo largo de su vida. Danny Pino pone rostro al padre
del suicida. Este está interpretado por Colton Ryan, como Connor Murphy, que es
el centro real de la obra, el hijo desconocido que cada uno quiere construir a su manera,
Los
intérpretes jóvenes ofrecen unas buenas interpretaciones de papeles que no son
fáciles, ya que es la contención, la dificultad de expresar lo que se siente
realmente lo que caracteriza el mundo que se nos describe, más preocupado de
las apariencias que de atender los conflictos que provoca. Es destacable la
actuación de Kaitlyn Dever, en el papel de Zoe Murphy, la hermana del suicida
Connan. A Ben Platt le toca el dramatismo de las canciones, en las que se refleja su auténtico sentir, el dolor y el miedo, también la vergüenza.
Como
musical, Querido Evan Hansen no es un
entretenimiento. Nos sumerge en el problema real de una juventud en una
sociedad de enorme dureza en la que la gente se encierra en sí misma por temor
a parecer débil y convertirse en el centro de las miradas. Solo los narcisistas
son capaces de disfrutar de ese riesgo. Los demás tienen que forzarse a base de
medicamentos a salir a la calle e ir al instituto.
Todos
son víctimas y verdugos, armados con sus teléfonos móviles, capaces de destruir
a otros con unas imágenes lanzadas a las redes sociales. El momento más
impactante de la película es cuando vemos, ante los tropiezos del protagonista,
cómo van sacando los envenados teléfonos móviles con los que se empieza a
grabar. Solo por esa escena vale la pena ver la película y entender cuál es el
fondo deshumanizado en el que nos movemos.
No es
fácil hacer un musical tan al margen de lo habitual. Es un género que tiene sus
dramas, pero este pone el dedo en la herida. La pregunta que nos lanza es
¿puede construirse algo sólido sobre las mentiras? Quizá debiera verse o
representarse en escuelas e institutos para que el arte nos ayude a sobrevivir
lanzado luz sobre nuestra oscuridad.
Joaquín Mª Aguirre
Querido
Evan Hansen (2021)
Director: Stephen Chblosky
Guionista y compositores: Steven Levenson, Benj Paseky
Justin Paul
Intérpretes: Ben Platt, Julianne Moore, Kaitlyn Dever, Amy
Adams, Danny Pino, Amanda Stenberg, Colton Ryan, Nik Dodani...
Ridley
Scott es uno de esos importantes directores que casi nunca nos viene a la
mente. Sin embargo, una persona que ha dirigido "Los duelistas"
(1977), "Alien" (1979), "Blade Runner" (1982), "Thelma
y Louise" (1991) y "Gladiator" (2000) y entre otras, que no solo
son "buenas" sino algo diferente, "influyentes". Ser
"influyente" significa que tus huellas se pueden rastrear en otros
filmes, que has abierto nuevos caminos para que otros hagan las suyas. Hay
muchas otras películas de Scott que han sido éxitos, pero creo que las
señaladas son suficientes como para entender que forma parte de ese grupo de
directores que a mediados de los 70 irrumpieron cambiando el cine y sacándolo
de cierta confusión, por no decir directamente crisis, que se había producido a
mediados de los sesenta con el cambio de forma de producción, promoción,
temático, etc. Ridley está entre ellos por méritos propios.
Scott ha
estrenado, con unas pocas de semanas de diferencia, "El último duelo"
(2021) y ahora "La Casa Gucci". Vimos la primera, un intento de
escritura diferente, pero en la que no le acompañaba la mitad del reparto,
sobresaliendo Jodie Comer frente al reparto masculino, con la excepción de Adam
Driver, que cumplía. Este último repetirá en La Casa
Gucci.
Quizá
resulte indicado decir que en El último
duelo nos muestra conflictos medievales mediante una narración poliédrica,
la misma historia percibida desde personajes diferentes, mientras que en La Casa Gucci nos cuenta una historia de
hoy con moldes de siempre.
En La Casa Gucci se ha hecho con un elenco
de artistas consagrado y una casi recién llegada, Lady Gaga. Desde el punto de
vista de la narración, esta se centra en los personajes, interpretados por
actores muy significativos que se enfrentan a Lady Gaga, que a su vez se
enfrenta a una manera de interpretar a una italiana, fuerza y espontaneidad,
que surge del tópico pero se desarrolla de forma comedida dando lugar a un
espléndido personaje, el de Patrizia Reggiani, la joven ambiciosa que tiene que
tirar de su marido, un estupendo Adam Driver, para que ascienda en la escala de
la Casa, habida cuenta de que esta se encuentra en clara decadencia.
La
película tiene algo de tragedia y mucho de comedia, de mezcla de géneros, algo
que se logra por el tratamiento que los propios actores le dan, estableciendo
formas interpretativas muy distintas. De la exageración bufonesca de Jared Leto
a la sobriedad histriónica de Jeremy Irons, pasando por un Al Pacino también
exagerado, arrastrado por Leto o por Driver, que es el personaje evolutivo
frente al estatismo caricaturesco del resto.
Son
Adam Driver y Lady Gaga los que cargan con el peso de la historia desarrollada
y de la que el resto de la familia Gucci es el fondo de paisaje humano. Patrizia
Reggiani y Maurizio Gucci son el centro y el drama consiste en cómo los de
arriba usan a los de abajo hasta que los de abajo, Patrizia, acaban haciendo
justicia por su propia mano. La ironía es que el esfuerzo de ella y su éxito es
lo que determinará su propio fracaso. Creo que esa es la rabia de Patrizia, ver
cómo son otros parásitos sociales los que se benefician de su esfuerzo
trabajador.
El
retrato de la familia es inmisericorde. Ya no son de este mundo, sino
un mero espectáculo mediático en un escenario en el que el poder familiar ha sido
absorbido por el de las empresas e inversores. Son frustraciones decadentes andantes, cada uno en su línea alejada de la realidad. Patrizia viene de fuera, es vital y ambiciosa.
De toda
la película destaca, sin duda, el trabajo perfeccionista, en su espontaneidad
italiana, de Lady Gaga, controlando cada gesto y movimiento, puestos al servicio
del personaje. Su vulgaridad contrasta con la decadencia de los miembros de la
familia enzarzados en sus juegos y obsesiones. Es un trabajo que ya está siendo premiado y que lo seguirá siendo en entregas futuras de los premios. Son merecidos.
Joaquín Mª Aguirre
La Casa Gucci (2021)
Director: Ridley Scott
Guionistas: Becky Johnston y Roberto Bentivegnabasado en el libro de Sara Gay Forden
Intérpretes: Lady Gaga, Adam Driver, Al Pacino, Jeremy Irons, Jared Leto, Jack Huston, Salma Hayeck, Alexia Murray...
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Simpatía por la diablesa (Pisando charcos 2/12/2021)
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Quizá era inevitable que ocurriera. La película de Ridley
Scott "La Casa Gucci" estaba destinada a la controversia desde su
mismo origen. Me imagino que es lo que ocurre cuando se trata una situación
demasiado próxima, hechos muy cercanos. Si a esto le añadimos el carácter público,
muy público, de una gran empresa que vive de su propio nombre o, si se
prefiere, que su nombre es su principal activo, la controversia está servida,
máxime si hay un asesinato por medio.
La CNN da cuenta de lo mal que le ha sentado a la empresa la
película:
The family took particular issue with the
depiction of Reggiani, played by Lady Gaga, as "a woman definitively
convicted of ordering the murder of Maurizio Gucci... as a victim" in the
movie itself and in statements by cast members, Italian media agency ANSA reported.
The heirs criticize "the indulgent tones
towards a woman who, definitively convicted of having been the instigator of
the murder of Maurizio Gucci, is painted not only in the film, but also in the
statements of the cast members, as a victim trying to survive in a male and
male chauvinist corporate culture," ANSA continued.
The letter went on to say that Gucci "was
an inclusive company," adding that in the 1980s, when the film is set,
there were several women who occupied top positions in the company.
"The Gucci family reserve the right to
take every initiative (necessary) to protect their name and image and those of
their loved ones," a letter signed by Aldo Gucci's heirs said.
The statement also alleged that in the movie
members of the Gucci family were falsely portrayed as "hooligans" who
were "ignorant and insensitive to the world that surrounded them,"
ANSA added.
CNN has contacted Scott's representatives for
comment.*
En síntesis, es una descripción de los problemas que plantea
hacer una película actual, con personajes reales y hechos que, por muy reales
que sean, son vistos e interpretados desde puntos de vista distintos.
Precisamente la anterior y casi simultánea película de
Ridley Scott, estrenada unas pocas semanas antes, "El último duelo"
(2021) es una película también histórica, solo que unos cientos de años atrás,
en el mundo medieval, pero con el peculiar tratamiento narrativo de ofrecernos
la misma historia percibida desde cuatro ángulos distintos. Mientras que la
historia medieval tiene una perspectiva relativista de la historia, lo que se
nos cuenta en La Casa Gucci levanta ampollas acusada de unilateral y
partidista.
Quizá sea que lo histórico, ya sea puntual o temático,
requiere distancia. Es la diferencia entre la Historia y el Periodismo. La
distancia elimina ciertos obstáculos (como las quejas de los afectados, aunque
este concepto también pueda ser relativo, ya que toda obra acaba hablando del
presente), pero mantiene otros. La película sobre la actualidad tiene, en cambio,
muchos obstáculos aunque algunas ventajas. La proximidad implica controversia
porque, como es el caso, la Casa Gucci reacciona ante su imagen, que considera
malinterpretada y dañada. Pero esa misma controversia acabará beneficiando a
Gucci, llevándola al primer plano mediático, y por supuesto a la propia
película, que se ve promocionada por los escándalos que se generen.
¿Es cine sensacionalista como hay prensa sensacionalista?
Quizá todo se trate de un ejercicio de estilo de Ridley Scott tratando de
indagar (como hizo François Truffaut en los 70) entre los géneros y las
realidades. ¿Son reales los seres que aparecen en la prensa del corazón, que
copan las portadas sensacionalistas? ¿Cómo contar su historia en el futuro?
La película es película y es consumida como tal. Pero su
efecto es ser tomada por la historia "verdadera", que ¡vaya usted a
saber cómo fue! ¿Eran las personas tan retorcidas comosus personajes? ¡Quién sabe! Lo que sí es
cierto es que, entre tanto tonto, elitista y ambicioso, el personaje de
Patrizia Reggiani, interpretado magistralmente por Lady Gaga se lleva las
simpatías por muy antipática o asesina que sea. Cumple, además, el estereotipo
de la italiana pasional frente a los decadentes Gucci. Ella es energía
ascendente que tiene que tirar de un marido tirando a flojo para que este
llegue a la cima y prescinda allí de ella.
¿Historia frente a ficción? Hace mucho tiempo que se
entendió que la "Historia" es un tipo de discurso que escriben los
vencedores, que necesita revisiones periódicas cada vez que hay un fuerte
cambio político, social o generacional. Si la película llegara a ser un "clásico",
los personajes quedarían fijados y superarían a las personas que los motivaron.
Toda obra de ficción es una interpretación; pero también la
Historia lo es, por más que trate de centrarse en datos, números o cualquier
otro autoengaño de objetividad. "La Casa Gucci" es una película. Para
los Gucci —en la película se nos dice que ya no quedan Gucci en Gucci— puede
ser un cruel retrato de una familia en clara decadencia, a la vista del filme.
En el fondo, es una descripción de una "decadencia y
caída" por más que la marca siga su exitosa trayectoria, quizá por
librarse de ellos. Forma parte de un género y tiene sus propios tópicos. El
modisto Tom Ford (que aparece como personaje) dice con tono despectivo que es
un "culebrón" tipo Dinastía. ¿Y qué? Dice que estuvo muy triste tras
ver la película. No debió ir porque entró en la sala con la película de su vida
y esto era otra cosa. Enjuiciar las películas con las experiencias pasadas y
los sentimientos fijados no es bueno. "Era mejor la novela", en este caso
su vida. La película te lleva a crear nuevos sentimientos que a lo mejor crean
conflictos.
¿Fue Patrizia Reggiani una víctima? En una historia de
ambiciosos y presuntuosos, el personaje de Patrizia se nos presenta como
"la gran mujer detrás de un hombre débil". Finalmente es un
tradicional caso de despecho entre mármoles y visones, un conflicto entre mujer
emprendedora y varones ociosos y débiles. ¿Ve el público con simpatía a la
asesina, Simpatía por la diablesa,
que dirían los Rolling Stone?
En una galería de este tipo, la simpatía se decide por el
menos malo. El corazón de los espectadores no es justo, solo resuelve los
dilemas que se le plantean. Ella quería ser buena, pero no la dejaron; ellos se
extinguieron simplemente por sus propias decisiones y tonterías personales,
familiares y empresariales. ¿Es todo cierto? Por el precio de una entrada no
tienes más derecho a más verdad.
* Nicola
Rutuolo y Amy Woodyatt "Gucci family hits out at portrayal in 'House of
Gucci' movie" CNN 30/11/2021
https://edition.cnn.com/style/article/house-of-gucci-family-intl-scli/index.html
Muchas
son las virtudes de este filme dirigido por Edgar Wright, autor también de la
historia y del guión junto Krysty Wilson-Cairns. Es justo juntar a director y
guionista en la primera línea de esta crítica porque es hace bueno aquello de
que sin una buena historia no es posible una buena película. Guión e imágenes
se complementan en esta historia bien llevada, a la que auguramos que se
convertirá en una película de culto, pues dispone de todos los elementos para
ello.
Última noche en el Soho (Las Night in Soho) es un filme con el que sueña
todo director, una conjunción de elementos bien seleccionados, de la fotografía
a los actores, del guion a la música o la puesta en escena. Es una pequeña obra
maestra con apariencia de serie B, una pequeña lección de puesta en escena en
la que se utilizan todo tipo de retales de la historia del cine para construir
una película nueva y sorprendente que te mantiene atado a la butaca hasta su
última escena.
La
película es un filme de género, con la salvedad, de que el género narrativo va
oscilando y produce una de esas películas híbridas en las que cuando el
espectador está convencido de que caminará por una senda se le lleva al carril
paralelo por el que es guiado durante una parte de la película.
Si hay
algún marco de referencia para este filme, debemos situarlo en un maestro en
esto, Brian de Palma, al que creo que filmes como "Vestida para
matar" o "Carrie", como dos referencias claras, nos llevan. Todo
ello se ciñe a una estética muy lograda de los años 60, una referencia para el
mundo que la protagonista desea desarrollar.
Recordemos
que ya entonces Brian de Palma seguía sin disimulo alguno a su maestro, Alfred
Hitchcock, al que homenajeaba sin límites en cada uno de sus filmes, cada vez
más truculentos. El filme del británico Edgar Wright tiene mucho de homenaje al
género o mezcla de ellos, mostrando que la genialidad no es crear lo nuevo sino
construir con lo viejo renovándolo.
Como es
propio del género híbrido al que se nos lleva, la película está llena de
espléndidas trampas, bien construidas, que hacen que el espectador quede
seducido por el arte del ilusionismo, que lo que muestre tu mano derecha oculte
lo que hace tu mano izquierda. Esto queda perfectamente delimitado con la
atracción de las imágenes y la seducción de los personajes. El juego de espejos
que se nos muestra en el filme con ese viaje de marco en marco a través del
mundo de los sueños.
Para
que esta película adquiera la fuerza que tiene dispone de dos extraordinarias
actrices jóvenes, una es Anya Taylor-Joy (Sandy), que acumula papeles brillantes
apoyándose en su inteligencia interpretativa y un rostro bello e inquietante
con el que transmitir la amplia gama de emociones que el guion exige de ella.
En el otro lado está la neozelandesa Thomasin McKenzie (Eloise), otra actriz
joven, poco más de 20 años, que se constituye en el otro lado del personaje
encarnado por Taylor-Joy. Ambas constituyen una unidad perfecta en lo
interpretativo, siendo cada rasgo de una contestado desde el otro lado por las
virtudes equilibradas. Felicitaciones a los que decidieron el casting porque la
película con otras actrices sería una película muy distinta.
El
salto de Eloise, de vivir protegida y cuidada por su abuela en una casa de
campo, hasta el Londres agresivo al que llega será determinante de su estado de
ánimo. El refugio ideal parece ser ese Londres sesentero que se nos muestra,
pero este esconde demasiados secretos y violencia. Sobre ello se construye el
filme.
Como el
ambiente, ese atractivo mundo de los sesenta, es un punto esencial de la
película está presente recogido en colores y luz, en calles y casas,
perfectamente sincronizado con el mundo interior del personaje. La música forma
parte de la historia tanto la que es ajena a universo ficticio como la que los
personajes escuchan de sus viejos discos, un punto de unión entre los
personajes en cada lugar en el que se encuentran, ya sean en sus casas o en los
clubes, donde podemos ver actuar, por ejemplo, a Cilla Black.
El
reparto funciona bien, con actores como Michael Ajao, en el papel de John, el
amigo de Eloise cuando llega a Londres; un magnífico Matt Smith, en el papel
del inquietante Jack, el chulo; un recuperado Terence Stamp, en sus recorridos
por el Soho; y una irreconocible Diana Rigg. Un grupo bien llevado de actores jóvenes
configuran los compañeros de Eloise en ese Londres abusador que se representa en la Escuela de Diseño.
El peso
de la película cae en las dos interpretaciones de Thomasin McKenzie y Anya
Taylor-Joy unidas por los lazos del sueño dando lugar a un brillante juego de
presencias y transformaciones.
A falta
de cuatro minutos para las dos horas, la película fluye con el interés del
guion, la interpretación de los actores, la fotografía y la música, levándonos
de sorpresa en sorpresa, con un crescendo en la presión sobre el espectador, al
que se le ha llevado de la luz del Londres nocturno a la oscuridad tenebrosa de
los protagonistas.
La película, como señalamos al inicio, tiene todos los factores para convertirse en película de culto, como las de Palma o Carpenter; de ellas ha aprendido su solidez narrativa y el poder de las imágenes.
Joaquín Mª Aguirre
Última
noche en el Soho (2021)
Director: Edgar
Wright
Guionistas:
Edgar Wright (historia) y Krysty Wilson-Cairns (guión)
Intérpretes:
Thomasin McKenzie, Anya Taylor-Joy, Matt Smith, Michael Ajao, Terence Stamp,
Diana Rigg, Synnove Karlsen...